Questões Militares
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Lea el siguiente texto para responder la cuestión.
Cuando eres un hablante nativo, evidentemente puedes afirmar que dominas tu lengua materna. Pero es un error común creer que, para ser verdaderamente bilingüe, tienes que haber adquirido tu segundo idioma (y otros adicionales) en la primera infancia. Los estudios sobre aprendizaje de idiomas muestran que efectivamente es más fácil hacerlo, pero también puedes llegar a ser bilingüe más adelante, en la adolescencia o en la edad adulta.
Ciertos factores pueden contribuir al bilingüismo, como la inmigración, pero también crecer en un hogar o vecindario multicultural, o con un cuidador bilingüe. También puede adquirirse un segundo idioma en la escuela o estudiando por su cuenta.
Leia o texto para responder à questão.
Educación en tiempos de pandemia:
COVID-19 y equidad en el aprendizaje
El coronavirus está cambiando la forma en que se imparte la educación, ya que la escuela y el hogar ahora se convierten en el mismo lugar tras las necesarias regulaciones efectuadas. Según la UNESCO, más de 861.7 millones de niños y jóvenes en 119 países se han visto afectados al tener que hacer frente a la pandemia global que nos ha sacudido este año. Millones de familias en EE.UU. se han tenido que unir al 1.7 millón de niños que se encuentran enrolados en la educación en el hogar (homeschooling). Al igual que en México, donde la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha extendido el período vacacional desde el 23 de marzo al 17 de abril del 2020.
Estas medidas terminan por iluminar la realidad de los muchos otros roles que la escuela ofrece además de lo académico. Ya que, para algunos, resulta ser una complicación incómoda, mientras que para otros, la situación es aún más preocupante. En ciudades donde el 70% de los estudiantes viene de familias de bajos ingresos, llevar la escuela a casa significa enfrentarse a no poder ofrecer comidas adecuadas, y mucho menos la tecnología o conectividad necesarias para el aprendizaje online.
Según el World Economic Forum, sólo alrededor del 60% de la población mundial tiene acceso a la red, generando que muchísimas instituciones busquen soluciones provisionales a esta crisis, tales como el sistema educativo mexicano, que fuera de colegios privados o facultades universitarias no se acogió la implementación de aprendizaje en línea para el sector público. La brecha digital continúa expandiéndose a medida que los estudiantes en sectores vulnerables siguen quedándose atrás en su aprendizaje.
El mayor cambio que requiere el aprendizaje virtual es la flexibilidad y el reconocimiento de que la estructura controlada de una escuela no es replicable en línea. Muchas preguntas surgen a raíz de las problemáticas que tienden a afectar de manera desigual a aquellos en desventaja. El apoyo que se proporcionará, por ejemplo, a miles de madres mexicanas que necesitan escuelas abiertas porque tienen que trabajar y su empleador no le permite trabajar desde casa, a familias inmigrantes que deberán averiguar cómo participar en la educación en el hogar con programas en inglés, que podría no ser su primer idioma, o a los niños que dependen de la escuela para sus comidas, es aún desconocido.
(Paola Estrada Villafuerte.
https://observatorio.tec.mx. 19.03.2020. Adaptado)
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Educación en tiempos de pandemia:
COVID-19 y equidad en el aprendizaje
El coronavirus está cambiando la forma en que se imparte la educación, ya que la escuela y el hogar ahora se convierten en el mismo lugar tras las necesarias regulaciones efectuadas. Según la UNESCO, más de 861.7 millones de niños y jóvenes en 119 países se han visto afectados al tener que hacer frente a la pandemia global que nos ha sacudido este año. Millones de familias en EE.UU. se han tenido que unir al 1.7 millón de niños que se encuentran enrolados en la educación en el hogar (homeschooling). Al igual que en México, donde la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha extendido el período vacacional desde el 23 de marzo al 17 de abril del 2020.
Estas medidas terminan por iluminar la realidad de los muchos otros roles que la escuela ofrece además de lo académico. Ya que, para algunos, resulta ser una complicación incómoda, mientras que para otros, la situación es aún más preocupante. En ciudades donde el 70% de los estudiantes viene de familias de bajos ingresos, llevar la escuela a casa significa enfrentarse a no poder ofrecer comidas adecuadas, y mucho menos la tecnología o conectividad necesarias para el aprendizaje online.
Según el World Economic Forum, sólo alrededor del 60% de la población mundial tiene acceso a la red, generando que muchísimas instituciones busquen soluciones provisionales a esta crisis, tales como el sistema educativo mexicano, que fuera de colegios privados o facultades universitarias no se acogió la implementación de aprendizaje en línea para el sector público. La brecha digital continúa expandiéndose a medida que los estudiantes en sectores vulnerables siguen quedándose atrás en su aprendizaje.
El mayor cambio que requiere el aprendizaje virtual es la flexibilidad y el reconocimiento de que la estructura controlada de una escuela no es replicable en línea. Muchas preguntas surgen a raíz de las problemáticas que tienden a afectar de manera desigual a aquellos en desventaja. El apoyo que se proporcionará, por ejemplo, a miles de madres mexicanas que necesitan escuelas abiertas porque tienen que trabajar y su empleador no le permite trabajar desde casa, a familias inmigrantes que deberán averiguar cómo participar en la educación en el hogar con programas en inglés, que podría no ser su primer idioma, o a los niños que dependen de la escuela para sus comidas, es aún desconocido.
(Paola Estrada Villafuerte.
https://observatorio.tec.mx. 19.03.2020. Adaptado)
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Educación en tiempos de pandemia:
COVID-19 y equidad en el aprendizaje
El coronavirus está cambiando la forma en que se imparte la educación, ya que la escuela y el hogar ahora se convierten en el mismo lugar tras las necesarias regulaciones efectuadas. Según la UNESCO, más de 861.7 millones de niños y jóvenes en 119 países se han visto afectados al tener que hacer frente a la pandemia global que nos ha sacudido este año. Millones de familias en EE.UU. se han tenido que unir al 1.7 millón de niños que se encuentran enrolados en la educación en el hogar (homeschooling). Al igual que en México, donde la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha extendido el período vacacional desde el 23 de marzo al 17 de abril del 2020.
Estas medidas terminan por iluminar la realidad de los muchos otros roles que la escuela ofrece además de lo académico. Ya que, para algunos, resulta ser una complicación incómoda, mientras que para otros, la situación es aún más preocupante. En ciudades donde el 70% de los estudiantes viene de familias de bajos ingresos, llevar la escuela a casa significa enfrentarse a no poder ofrecer comidas adecuadas, y mucho menos la tecnología o conectividad necesarias para el aprendizaje online.
Según el World Economic Forum, sólo alrededor del 60% de la población mundial tiene acceso a la red, generando que muchísimas instituciones busquen soluciones provisionales a esta crisis, tales como el sistema educativo mexicano, que fuera de colegios privados o facultades universitarias no se acogió la implementación de aprendizaje en línea para el sector público. La brecha digital continúa expandiéndose a medida que los estudiantes en sectores vulnerables siguen quedándose atrás en su aprendizaje.
El mayor cambio que requiere el aprendizaje virtual es la flexibilidad y el reconocimiento de que la estructura controlada de una escuela no es replicable en línea. Muchas preguntas surgen a raíz de las problemáticas que tienden a afectar de manera desigual a aquellos en desventaja. El apoyo que se proporcionará, por ejemplo, a miles de madres mexicanas que necesitan escuelas abiertas porque tienen que trabajar y su empleador no le permite trabajar desde casa, a familias inmigrantes que deberán averiguar cómo participar en la educación en el hogar con programas en inglés, que podría no ser su primer idioma, o a los niños que dependen de la escuela para sus comidas, es aún desconocido.
(Paola Estrada Villafuerte.
https://observatorio.tec.mx. 19.03.2020. Adaptado)
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Escuela y sociedad:
un vínculo en constante cambio y tensión
La relación entre las instituciones educativas, la comunidad a la que pertenecen y las familias de los alumnos se ha vuelto un gran desafío para docentes y directivos. El diálogo, el trabajo en equipo y las convicciones, claves para superar tensiones.
¿Seguirá siendo la escuela “el segundo hogar”? Esta pregunta pone en cuestión la relación actual entre la sociedad y las instituciones educativas. Negar que los profundos cambios que atraviesa la sociedad, en todos los órdenes, afectan el rol de las instituciones educativas, cualquiera sea su nivel y modalidad, es sencillamente negar la realidad y todos los desafíos y problemas que deben ser enfrentados y resueltos por el sistema educativo. Las evocaciones nostálgicas de las escuelas “de antes”, “los maestros y profesores de antes” son inútiles pretensiones de retrotraer la historia y lo que sucede hoy.
Los distintos sectores sociales ven la escuela con diferentes expectativas, aunque todos ellos reconocen el papel fundamental de su tarea. Con todas las críticas que se puedan hacer a su funcionamiento, actualización de contenidos, métodos didácticos, concepciones pedagógicas, en la conciencia colectiva todavía existe la certeza de que algo bueno y necesario sucede en la escuela.
Desde la expectativa básica de la asistencia y cuidado de los hijos, para aquellas familias en las que los padres trabajan la mayor parte del día (en estos casos la escuela representa un “lugar seguro” donde dejarlos), hasta una gran mayoría que deposita, además, otras ilusiones sobre la escuela, como las de conseguir un mayor desarrollo a todos los niveles en el estudiante. Así, las familias reconocen las posibilidades que la institución escolar ofrece en todos los ámbitos. Esto incluye a los adultos, que ven en la educación la posibilidad de calificar su ingreso a “la sociedad del conocimiento” y poder así acceder a una mejor calidad de vida, cualesquiera sean las circunstancias socioeconómicas existentes.
A pesar de todo lo dicho y precisamente por eso, existe una tensión permanente entre la institución educativa y las expectativas de la sociedad. Esa tensión que de alguna manera constituye un conflicto latente en la relación se puede resolver de distintas maneras.
Alejandra Pontari, con treinta años de experiencia docente como profesora de nivel medio afirma sin dudar: “Las mejores experiencias que he tenido con las familias han sido cuando la escuela invita a participar y da protagonismo a la familia en el funcionamiento de la escuela (sin mezclar las competencias). Las familias han podido sentirse incluidas cuando se les ‘presta el oído’, se las deja opinar o se les explican, incluso, realidades pedagógicas. Organizar a las familias y prestarles un espacio en la escuela es mucho más que citarlas para conversar sobre sus hijos. Es ‘ponerlas a pensar’ sobre el rol que tienen sobre la educación de sus hijos y cómo acompañarlos”.
Finalmente, esa tensión connatural a la tarea de la escuela y su relación con la sociedad encuentra un serio obstáculo en los “contramodelos” culturales vigentes. Ya se sabe que la escuela ha dejado de ser “la única institución que enseña”. Pero lo que los conocimientos y la tecnología jamás podrán reemplazar es la transmisión de valores y sentidos y la construcción del juicio crítico. Y es ahí donde la escuela redescubre su misión. Esto incluye a los propios docentes y directivos quienes, con sus actitudes concretas (algunos lo llaman “curriculum oculto”), definen modelos de vida, criterios deseables en un proceso de humanización y socialización. Es ahí donde esa valoración colectiva de la institución educativa entra en crisis y genera conflictos, en ocasiones duros y frustrantes, con daño a la calidad del necesario vínculo o “contrato educativo escuela-familia”. Solo la templanza y coherencia de los directivos y docentes, el trabajo en equipo, la firmeza en las convicciones y la capacidad de diálogo pueden superar esas pruebas.
(José María Leofanti. https://ciudadnueva.com.ar. 08.03.2019. Adaptado)
Leia o texto para responder à questão.
Qual é o papel de um museu que conta histórias de vida?
O Museu da Pessoa foi criado em 1991 com o objetivo
de registrar e preservar histórias de vida de todo e qualquer
indivíduo. A ideia é valorizar essas memórias e torná-las uma
fonte de compreensão, conhecimento e conexão entre as
pessoas, dos narradores aos visitantes que a instituição atrai.
O Museu da Pessoa é colaborativo, ou seja, qualquer pessoa pode se voluntariar para contar sua história. Todas as pessoas que se dispõem a falar são entrevistadas por colaboradores da instituição, que durante longas conversas buscam estimular os participantes a lembrar os detalhes de sua trajetória. É possível encontrar nos arquivos histórias de professores, poetas, comerciantes e trabalhadores rurais, de variadas idades e regiões do país.
A curadora e fundadora do Museu da Pessoa, Karen Worcman, teve a ideia de criar a instituição no fim dos anos 1980, quando participou de um projeto de entrevistas com imigrantes no Rio e percebeu que os depoimentos ouvidos ajudavam a contar a história mais ampla do país. Mais de 25 anos depois da fundação do museu, Worcman pensa o mesmo. “A história de cada pessoa é uma perspectiva única sobre a história comum que todos nós vivemos como sociedade”, disse a curadora ao jornal Nexo.
Para Worcman, as narrativas do acervo podem fazer o público do museu não só conhecer a vida de outras pessoas mas também “aprender sobre o mundo e a sociedade com o olhar do outro”. Abertas a outros pontos de vista, as pessoas transformam seu modo de ver o mundo e criam uma sociedade mais justa e igualitária.
(Mariana Vick, Nexo Jornal, 29 de junho de 2020. Adaptado)
Considere os enunciados:
• O Museu da Pessoa possibilita _____ qualquer indivíduo o registro de suas memórias.
• Devido _______ entrevistas realizadas por colaboradores da instituição, é possível encontrar histórias de muitas pessoas, de variadas idades e regiões do país.
• A instituição ________ qual Karen Worcman estava vinculada realizava entrevistas com imigrantes no Rio de Janeiro.
Em conformidade com as considerações de Almeida (2006),
no Dicionário de questões vernáculas, sobre o emprego
do acento indicativo de crase, as lacunas dos enunciados
devem ser preenchidas, respectivamente, com:
Leia o trecho da canção de Gilberto Gil para responder à questão.
Se eu quiser falar com Deus
Se eu quiser falar com Deus
Tenho que ficar a sós
Tenho que apagar a luz
Tenho que calar a voz
Tenho que encontrar a paz
Tenho que folgar os nós
Dos sapatos, da gravata
Dos desejos, dos receios
Tenho que esquecer a data
Tenho que perder a conta
Tenho que ter mãos vazias
Ter a alma e o corpo nus
(www.google.com.br, acesso em 10.07.2020)
Leia o trecho da canção de Gilberto Gil para responder à questão.
Se eu quiser falar com Deus
Se eu quiser falar com Deus
Tenho que ficar a sós
Tenho que apagar a luz
Tenho que calar a voz
Tenho que encontrar a paz
Tenho que folgar os nós
Dos sapatos, da gravata
Dos desejos, dos receios
Tenho que esquecer a data
Tenho que perder a conta
Tenho que ter mãos vazias
Ter a alma e o corpo nus
(www.google.com.br, acesso em 10.07.2020)
O problema é que, passada a pandemia, a elite, hoje solidária, retomará seus afazeres privados, mas nada da duríssima realidade de seus miseráveis compatriotas terá mudado. Assim, a solidariedade ante o padecimento dos desafortunados, embora louvável e necessária, não é suficiente. É preciso que a sociedade, em especial a elite política e econômica, considere inaceitável que a maioria de seus conterrâneos viva apartada daquilo a que chamamos de civilização.
Adentramos o século 21, quando as maravilhas das tecnologias digitais multiplicam o conforto e a sofisticação das sociedades, mas há uma parte significativa dos brasileiros que vive como se ainda estivéssemos no século 19 – sem acesso a equipamentos públicos que a esta altura já deveriam ser universais.
Assim, não se trata mais de uma crise social e sanitária. É uma crise vital. Para enfrentá-la, não basta ser solidário. Está na hora de lutar, para que a sociedade se transforme, de tal maneira que todos os que aqui vivem, sem exceção, sejam afinal tratados com um mínimo de dignidade.
O problema é que, passada a pandemia, a elite, hoje solidária, retomará seus afazeres privados, mas nada da duríssima realidade de seus miseráveis compatriotas terá mudado. Assim, a solidariedade ante o padecimento dos desafortunados, embora louvável e necessária, não é suficiente. É preciso que a sociedade, em especial a elite política e econômica, considere inaceitável que a maioria de seus conterrâneos viva apartada daquilo a que chamamos de civilização.
Adentramos o século 21, quando as maravilhas das tecnologias digitais multiplicam o conforto e a sofisticação das sociedades, mas há uma parte significativa dos brasileiros que vive como se ainda estivéssemos no século 19 – sem acesso a equipamentos públicos que a esta altura já deveriam ser universais.
Assim, não se trata mais de uma crise social e sanitária. É uma crise vital. Para enfrentá-la, não basta ser solidário. Está na hora de lutar, para que a sociedade se transforme, de tal maneira que todos os que aqui vivem, sem exceção, sejam afinal tratados com um mínimo de dignidade.
O problema é que, passada a pandemia, a elite, hoje solidária, retomará seus afazeres privados, mas nada da duríssima realidade de seus miseráveis compatriotas terá mudado. Assim, a solidariedade ante o padecimento dos desafortunados, embora louvável e necessária, não é suficiente. É preciso que a sociedade, em especial a elite política e econômica, considere inaceitável que a maioria de seus conterrâneos viva apartada daquilo a que chamamos de civilização.
Adentramos o século 21, quando as maravilhas das tecnologias digitais multiplicam o conforto e a sofisticação das sociedades, mas há uma parte significativa dos brasileiros que vive como se ainda estivéssemos no século 19 – sem acesso a equipamentos públicos que a esta altura já deveriam ser universais.
Assim, não se trata mais de uma crise social e sanitária. É uma crise vital. Para enfrentá-la, não basta ser solidário. Está na hora de lutar, para que a sociedade se transforme, de tal maneira que todos os que aqui vivem, sem exceção, sejam afinal tratados com um mínimo de dignidade.
É preciso estimular
O problema é que, passada a pandemia, a elite, hoje solidária, retomará seus afazeres privados, mas nada da duríssima realidade de seus miseráveis compatriotas terá mudado. Assim, a solidariedade ante o padecimento dos desafortunados, embora louvável e necessária, não é suficiente. É preciso que a sociedade, em especial a elite política e econômica, considere inaceitável que a maioria de seus conterrâneos viva apartada daquilo a que chamamos de civilização.
Adentramos o século 21, quando as maravilhas das tecnologias digitais multiplicam o conforto e a sofisticação das sociedades, mas há uma parte significativa dos brasileiros que vive como se ainda estivéssemos no século 19 – sem acesso a equipamentos públicos que a esta altura já deveriam ser universais.
Assim, não se trata mais de uma crise social e sanitária. É uma crise vital. Para enfrentá-la, não basta ser solidário. Está na hora de lutar, para que a sociedade se transforme, de tal maneira que todos os que aqui vivem, sem exceção, sejam afinal tratados com um mínimo de dignidade.
O problema é que, passada a pandemia, a elite, hoje solidária, retomará seus afazeres privados, mas nada da duríssima realidade de seus miseráveis compatriotas terá mudado. Assim, a solidariedade ante o padecimento dos desafortunados, embora louvável e necessária, não é suficiente. É preciso que a sociedade, em especial a elite política e econômica, considere inaceitável que a maioria de seus conterrâneos viva apartada daquilo a que chamamos de civilização.
Adentramos o século 21, quando as maravilhas das tecnologias digitais multiplicam o conforto e a sofisticação das sociedades, mas há uma parte significativa dos brasileiros que vive como se ainda estivéssemos no século 19 – sem acesso a equipamentos públicos que a esta altura já deveriam ser universais.
Assim, não se trata mais de uma crise social e sanitária. É uma crise vital. Para enfrentá-la, não basta ser solidário. Está na hora de lutar, para que a sociedade se transforme, de tal maneira que todos os que aqui vivem, sem exceção, sejam afinal tratados com um mínimo de dignidade.
O problema é que, passada a pandemia, a elite, hoje solidária, retomará seus afazeres privados, mas nada da duríssima realidade de seus miseráveis compatriotas terá mudado. Assim, a solidariedade ante o padecimento dos desafortunados, embora louvável e necessária, não é suficiente. É preciso que a sociedade, em especial a elite política e econômica, considere inaceitável que a maioria de seus conterrâneos viva apartada daquilo a que chamamos de civilização.
Adentramos o século 21, quando as maravilhas das tecnologias digitais multiplicam o conforto e a sofisticação das sociedades, mas há uma parte significativa dos brasileiros que vive como se ainda estivéssemos no século 19 – sem acesso a equipamentos públicos que a esta altura já deveriam ser universais.
Assim, não se trata mais de uma crise social e sanitária. É uma crise vital. Para enfrentá-la, não basta ser solidário. Está na hora de lutar, para que a sociedade se transforme, de tal maneira que todos os que aqui vivem, sem exceção, sejam afinal tratados com um mínimo de dignidade.
O problema é que, passada a pandemia, a elite, hoje solidária, retomará seus afazeres privados, mas nada da duríssima realidade de seus miseráveis compatriotas terá mudado. Assim, a solidariedade ante o padecimento dos desafortunados, embora louvável e necessária, não é suficiente. É preciso que a sociedade, em especial a elite política e econômica, considere inaceitável que a maioria de seus conterrâneos viva apartada daquilo a que chamamos de civilização.
Adentramos o século 21, quando as maravilhas das tecnologias digitais multiplicam o conforto e a sofisticação das sociedades, mas há uma parte significativa dos brasileiros que vive como se ainda estivéssemos no século 19 – sem acesso a equipamentos públicos que a esta altura já deveriam ser universais.
Assim, não se trata mais de uma crise social e sanitária. É uma crise vital. Para enfrentá-la, não basta ser solidário. Está na hora de lutar, para que a sociedade se transforme, de tal maneira que todos os que aqui vivem, sem exceção, sejam afinal tratados com um mínimo de dignidade.