Questões de Concurso Comentadas sobre espanhol
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Texto I
Alcobaça
Llegué desde Lisboa a la estación de Valado, ya de noche, y de Valado a Alcobaça me llevó un desvencijado cochecillo. Distraje el frío y la soledad imaginándome lo que sería aquel camino envuelto entonces en tinieblas: ¿por dónde vamos?
Y fue en un hermoso amanecer de fines de noviembre, en verdadero veranillo de San Martín, cuando salí a ver el histórico monasterio de Alcobaça, cenobio de bernardos en un tiempo.
Doraba el arrebol del alba las colinas, yendo yo derecho al monasterio, la fachada de cuya iglesia atraía mi anhelo. Esta fachada, severa, pero poco significativa, se abre a una gran plaza tendida a toda luz y todo aire. Al entrar en el templo, me envolvió una impresión de solemne soledad y desnudez. La nave, muy noble, flanqueada por sus dos filas de columnas desnudas y blancas; todo ello algo escueto y algo robusto. Allá, en el fondo, un retablo deplorable, con una gran bola azul estrellada y de la que irradian rayos dorados. Las naves laterales semejan desfiladeros. Y me encontraba solo, y rodeado de majestad, como bajo el manto de la Historia.
Vagando fui a dar a la sala de los Reyes. Los de Portugal figuran en estatuas, a lo largo de sus paredes. En el centro, un papa y un obispo coronan a Alfonso Henriques, el fundador de la Monarquía, arrodillado entre ellos. Hay en la sala un gran calderón, que el inevitable guardián-cicerone, que acudió al oír resonar en la soledad pasos, me dijo haber sido tomado a los castellanos en Aljubarrota. Me asomé a su brocal; estaba vacío.
De esta sala pasé al claustro de Don Dionís, hoy en restauración. Hermoso recinto, nobilísimo y melancólico. El agua de la fuente canta la soledad de la Historia entre las piedras mudas de recuerdos, y un pájaro cruza el pedazo de cielo limpio, de caída de otoño, cantando ¿quién sabe a qué? Las piedras se miran en la triste verdura del recinto.
Y luego pasé a ver el otro claustro, más vivido, más casero, el llamado del Cardenal, donde hoy hay un cuartel de artillería. Todo el antiguo convento de monjes bernardos me lo enseñó un sencillo campesino con uniforme de soldado de artillería. El pobre mozo sólo veía allí el cuartel, sin saber nada de monjes. «Aquí hacemos el ejercicio, aquí es el picadero, aquí…», etc. En la puerta de lo que fue antaño biblioteca, decía aquello de los proverbios: viam sapientiae mostrabo, «te enseñaré el camino de la sabiduría». Y me la enseñó un recluta portugués, pero estaba vacía, y no era camino, sino sala. Quería luego enseñarme, ¡claro es!, las piezas, los cañones.
Me volví a la iglesia, ahora con el guardián. Mostrome el altar en que se representa la muerte de San Bernardo, escena algo teatral, que parece de un gran nacimiento de cartón, de esos de Navidad, pero no sin su efecto. Un fraile pétreo llora eternamente, llevándose el blanco manto a los ojos, no sé si la muerte de su santo padre San Bernardo o la trágica historia de Inés de Castro. Porque enfrente de este altar cierra una pobrísima verja de madera la capilla en que descansan por fin los restos de la infortunada amante de Don Pedro I.
Me llevó el guardián ante los túmulos de Don Pedro, de Inés y de sus hijos, y le pedí que se fuera dejándome solo. En mi vida olvidaré esta visita. En aquella severísima sala, entre la grave nobleza de la blanca piedra desnuda, a la luz apagada y difusa de una mañana de otoño, las brumas de la leyenda embozáronme el corazón. Una paz henchida de soledades parece acostarse en aquel eterno descansadero. Allí reposan para siempre los dos amantes, juguetes que fueron del hado trágico. Como aves agoreras veníanme a la memoria los alados versos de Camões al contemplar el túmulo de la
mísera e mesquinha
que depois de ser morta foi rainha.
Porque el puro Amor
que os corações humanos tanto abriga.
Os Lusíadas, canto III, 118-119.
quiere, áspero y tirano, bañar sus aras en sangre humana.
Descansan en dos pétreos túmulos Pedro el duro, el cruel, el justiciero, el loco tal vez, y la linda Inés, y descansan de tal modo que si se incorporaran daríanse las caras y podrían otra vez más beberse uno al otro el amor en los ojos.
Seis alados angelillos guardan y sostienen la yacente estatua de Inés, y otros seis, la de Don Pedro; a los pies de ella duerme uno de los tres perrillos que hubo allí en otro tiempo, y a los pies de él, un gran lebrel, símbolo de la fidelidad. La tumba de él sostiénenla leones; la de ella, leones también, pero con cabezas de monjes. En las tablas del sepulcro de Inés, la pasionaria, esclava del amor, escenas de la Pasión de Cristo, del que perdonaba a la que mucho pecó por haber amado mucho; en la tabla cabecera, la Crucifixión, y en la de los pies el Juicio Final, en cuyo cielo hay una mujer. Las tablas del sepulcro de Don Pedro nos enseñan el martirio de San Bartolomé. Él, Don Pedro, con cara plácida con cabello y barbas a la asiria, sostiene su dura espada sobre su pecho.
Y pesa allí el aire de tragedia.
Allí está lo que queda de aquel Don Pedro I de Portugal, un loco con intervalos lúcidos de justicia y economía, como de él dijo Herculano; aquel hombre, para quien fue una manía apasionada la justicia, y que hacía de verdugo por su mano. Él, el adúltero, odiaba con odio singular a los adúlteros. ¿Sería el remordimiento? Allí descansa de sus justicias, de sus nemródicas cacerías; allí descansa, sobre todo, de sus amores. Allí descansa el tirano plebeyo, a quien adoró su pueblo.
Cuando volvía en barcos de Almada a Lisboa, la plebe lisbonense salía a recibirle con danzas y trebejos. Desembarcaba e iba al frente de la turba, danzando al son de trompetas, como un rey David. Tales locuras apasionábanle tanto como su cargo de juez. Ciertas noches, en el palacio, perseguíale el insomnio; levantábase, llamaba a los trompeteros, mandaba encender antorchas, y helo por las calles, danzando y atronando todo con los berridos de las trompetas. Las gentes, que dormían, salían con espanto a las ventanas a ver lo que era. Era el rey. ¡Muy bien, muy bien! ¡Qué placer verle tan alegre!
Oliveira Martins. História de Portugal. libro II, capítulo III.
¿No recordáis la historia trágica de sus amores con Inés, que Camões, más que otro poeta, ha eternizado? Allá hacia 1340 fue la linda Inés de Castro, la gallega, a Portugal como dama de la infanta Constanza, la mujer de Pedro, el hijo de Alfonso VI. Y fue la «mujer fatal», que diría Camilo. El hado trágico les hizo enamorarse; aquel amor ch’a null amato amar perdona, como dijo el poeta de La Divina Comedia. Tuvieron frutos de los trágicos amores; intrigas de Corte y de plebe hicieron que el rey Alfonso mandara matar a su nuera, pues viudo de Constanza, Pedro casó luego en secreto con Inés, que fue apuñalada en Coimbra.
As filhas do Mondego a morte escura
longo tempo chorando memoraram,
e, por memória eterna, em fonte pura
as lágrimas choradas transformaram,
o nome lhe puseram, que inda dura
dos amores de Inês, que ali passaram.
Vede que fresca fonte rega as flores,
que lágrimas são a água e o nome Amores.
Os Lusíadas, canto III, 135
Y cuando luego fue rey Pedro, cuenta la leyenda que mandó desenterrar a Inés y coronarla reina, y habiéndose apoderado de sus matadores, los torturó bárbaramente, viendo desde su palacio, mientras comía, en Santarém, cómo los quemaban. Y esto podéis leerlo en el viejo y encantador cronista Fernán Lopes, que nos lo cuenta todo homéricamente, con una tan animada sencillez, que es un encanto.
Nos lo cuenta todo menos lo de la exhumación y coronamiento, que parece ser leyenda tardía, pero muy bella. Y en el fondo, de una altísima verdad trascendente.
Esa pobre Inés, que reinó después de morir… Y ¡de morir por haber amado con amor de fruto, con amor de vida! ¡Qué reino y qué reina!... Reina, sí, reina en el mundo de las trágicas leyendas, consuelo de la tragedia de la vida; reina con Iseo, la de Tristán; reina con Francesca, la de Paolo; reina con Isabel, la de Diego.
Miguel de Unamuno. Por tierras de Portugal y de España.
Según el escrito, el narrador
visita el cenobio en el estío.
Texto I
Alcobaça
Llegué desde Lisboa a la estación de Valado, ya de noche, y de Valado a Alcobaça me llevó un desvencijado cochecillo. Distraje el frío y la soledad imaginándome lo que sería aquel camino envuelto entonces en tinieblas: ¿por dónde vamos?
Y fue en un hermoso amanecer de fines de noviembre, en verdadero veranillo de San Martín, cuando salí a ver el histórico monasterio de Alcobaça, cenobio de bernardos en un tiempo.
Doraba el arrebol del alba las colinas, yendo yo derecho al monasterio, la fachada de cuya iglesia atraía mi anhelo. Esta fachada, severa, pero poco significativa, se abre a una gran plaza tendida a toda luz y todo aire. Al entrar en el templo, me envolvió una impresión de solemne soledad y desnudez. La nave, muy noble, flanqueada por sus dos filas de columnas desnudas y blancas; todo ello algo escueto y algo robusto. Allá, en el fondo, un retablo deplorable, con una gran bola azul estrellada y de la que irradian rayos dorados. Las naves laterales semejan desfiladeros. Y me encontraba solo, y rodeado de majestad, como bajo el manto de la Historia.
Vagando fui a dar a la sala de los Reyes. Los de Portugal figuran en estatuas, a lo largo de sus paredes. En el centro, un papa y un obispo coronan a Alfonso Henriques, el fundador de la Monarquía, arrodillado entre ellos. Hay en la sala un gran calderón, que el inevitable guardián-cicerone, que acudió al oír resonar en la soledad pasos, me dijo haber sido tomado a los castellanos en Aljubarrota. Me asomé a su brocal; estaba vacío.
De esta sala pasé al claustro de Don Dionís, hoy en restauración. Hermoso recinto, nobilísimo y melancólico. El agua de la fuente canta la soledad de la Historia entre las piedras mudas de recuerdos, y un pájaro cruza el pedazo de cielo limpio, de caída de otoño, cantando ¿quién sabe a qué? Las piedras se miran en la triste verdura del recinto.
Y luego pasé a ver el otro claustro, más vivido, más casero, el llamado del Cardenal, donde hoy hay un cuartel de artillería. Todo el antiguo convento de monjes bernardos me lo enseñó un sencillo campesino con uniforme de soldado de artillería. El pobre mozo sólo veía allí el cuartel, sin saber nada de monjes. «Aquí hacemos el ejercicio, aquí es el picadero, aquí…», etc. En la puerta de lo que fue antaño biblioteca, decía aquello de los proverbios: viam sapientiae mostrabo, «te enseñaré el camino de la sabiduría». Y me la enseñó un recluta portugués, pero estaba vacía, y no era camino, sino sala. Quería luego enseñarme, ¡claro es!, las piezas, los cañones.
Me volví a la iglesia, ahora con el guardián. Mostrome el altar en que se representa la muerte de San Bernardo, escena algo teatral, que parece de un gran nacimiento de cartón, de esos de Navidad, pero no sin su efecto. Un fraile pétreo llora eternamente, llevándose el blanco manto a los ojos, no sé si la muerte de su santo padre San Bernardo o la trágica historia de Inés de Castro. Porque enfrente de este altar cierra una pobrísima verja de madera la capilla en que descansan por fin los restos de la infortunada amante de Don Pedro I.
Me llevó el guardián ante los túmulos de Don Pedro, de Inés y de sus hijos, y le pedí que se fuera dejándome solo. En mi vida olvidaré esta visita. En aquella severísima sala, entre la grave nobleza de la blanca piedra desnuda, a la luz apagada y difusa de una mañana de otoño, las brumas de la leyenda embozáronme el corazón. Una paz henchida de soledades parece acostarse en aquel eterno descansadero. Allí reposan para siempre los dos amantes, juguetes que fueron del hado trágico. Como aves agoreras veníanme a la memoria los alados versos de Camões al contemplar el túmulo de la
mísera e mesquinha
que depois de ser morta foi rainha.
Porque el puro Amor
que os corações humanos tanto abriga.
Os Lusíadas, canto III, 118-119.
quiere, áspero y tirano, bañar sus aras en sangre humana.
Descansan en dos pétreos túmulos Pedro el duro, el cruel, el justiciero, el loco tal vez, y la linda Inés, y descansan de tal modo que si se incorporaran daríanse las caras y podrían otra vez más beberse uno al otro el amor en los ojos.
Seis alados angelillos guardan y sostienen la yacente estatua de Inés, y otros seis, la de Don Pedro; a los pies de ella duerme uno de los tres perrillos que hubo allí en otro tiempo, y a los pies de él, un gran lebrel, símbolo de la fidelidad. La tumba de él sostiénenla leones; la de ella, leones también, pero con cabezas de monjes. En las tablas del sepulcro de Inés, la pasionaria, esclava del amor, escenas de la Pasión de Cristo, del que perdonaba a la que mucho pecó por haber amado mucho; en la tabla cabecera, la Crucifixión, y en la de los pies el Juicio Final, en cuyo cielo hay una mujer. Las tablas del sepulcro de Don Pedro nos enseñan el martirio de San Bartolomé. Él, Don Pedro, con cara plácida con cabello y barbas a la asiria, sostiene su dura espada sobre su pecho.
Y pesa allí el aire de tragedia.
Allí está lo que queda de aquel Don Pedro I de Portugal, un loco con intervalos lúcidos de justicia y economía, como de él dijo Herculano; aquel hombre, para quien fue una manía apasionada la justicia, y que hacía de verdugo por su mano. Él, el adúltero, odiaba con odio singular a los adúlteros. ¿Sería el remordimiento? Allí descansa de sus justicias, de sus nemródicas cacerías; allí descansa, sobre todo, de sus amores. Allí descansa el tirano plebeyo, a quien adoró su pueblo.
Cuando volvía en barcos de Almada a Lisboa, la plebe lisbonense salía a recibirle con danzas y trebejos. Desembarcaba e iba al frente de la turba, danzando al son de trompetas, como un rey David. Tales locuras apasionábanle tanto como su cargo de juez. Ciertas noches, en el palacio, perseguíale el insomnio; levantábase, llamaba a los trompeteros, mandaba encender antorchas, y helo por las calles, danzando y atronando todo con los berridos de las trompetas. Las gentes, que dormían, salían con espanto a las ventanas a ver lo que era. Era el rey. ¡Muy bien, muy bien! ¡Qué placer verle tan alegre!
Oliveira Martins. História de Portugal. libro II, capítulo III.
¿No recordáis la historia trágica de sus amores con Inés, que Camões, más que otro poeta, ha eternizado? Allá hacia 1340 fue la linda Inés de Castro, la gallega, a Portugal como dama de la infanta Constanza, la mujer de Pedro, el hijo de Alfonso VI. Y fue la «mujer fatal», que diría Camilo. El hado trágico les hizo enamorarse; aquel amor ch’a null amato amar perdona, como dijo el poeta de La Divina Comedia. Tuvieron frutos de los trágicos amores; intrigas de Corte y de plebe hicieron que el rey Alfonso mandara matar a su nuera, pues viudo de Constanza, Pedro casó luego en secreto con Inés, que fue apuñalada en Coimbra.
As filhas do Mondego a morte escura
longo tempo chorando memoraram,
e, por memória eterna, em fonte pura
as lágrimas choradas transformaram,
o nome lhe puseram, que inda dura
dos amores de Inês, que ali passaram.
Vede que fresca fonte rega as flores,
que lágrimas são a água e o nome Amores.
Os Lusíadas, canto III, 135
Y cuando luego fue rey Pedro, cuenta la leyenda que mandó desenterrar a Inés y coronarla reina, y habiéndose apoderado de sus matadores, los torturó bárbaramente, viendo desde su palacio, mientras comía, en Santarém, cómo los quemaban. Y esto podéis leerlo en el viejo y encantador cronista Fernán Lopes, que nos lo cuenta todo homéricamente, con una tan animada sencillez, que es un encanto.
Nos lo cuenta todo menos lo de la exhumación y coronamiento, que parece ser leyenda tardía, pero muy bella. Y en el fondo, de una altísima verdad trascendente.
Esa pobre Inés, que reinó después de morir… Y ¡de morir por haber amado con amor de fruto, con amor de vida! ¡Qué reino y qué reina!... Reina, sí, reina en el mundo de las trágicas leyendas, consuelo de la tragedia de la vida; reina con Iseo, la de Tristán; reina con Francesca, la de Paolo; reina con Isabel, la de Diego.
Miguel de Unamuno. Por tierras de Portugal y de España.
Según el escrito, el narrador
en la última parte del recorrido, hasta el municipio, se siente a
gusto con las condiciones climáticas.
Palabras sin eco
Por Andrés Ricciardulli
Número Cero, del italiano Umberto Eco, reflexiona con ironía sobre el nuevo rol de la prensa en su país, al tiempo que plantea un final alternativo para la muerte de Mussolini
Europa es hoy el lugar del mundo donde se observa con mayor claridad el desconcierto general ante los tiempos que corren, la incertidumbre global sobre el futuro inmediato. La corrupción generalizada a todos los niveles, el caos social, la inmigración, el terrorismo, los neonazis y la crisis financiera están haciendo mella en la cuna de occidente.
La intelectualidad del viejo continente no es ajena a este descalabro, a este fin de las ideologías y de lo razonable, a esta suerte de fatiga milenaria que tiene desahuciados a todos los países europeos, que no saben hoy ya para dónde tirar.
Ante los miles de problemas, gran parte de los escritores europeos se dedican a escribir libros absurdos y repetitivos sobre cuestiones ya perimidas.
Este comportamiento necio quizá se debe a que el descreimiento ha llegado a todas partes. Cuando un libro tan revelador como el del periodista Glenn Greenwald Snowden, sin un lugar donde esconderse no cambia nada y es solo una picadura de mosquito en el lomo curtido del elefante, cualquier aporte posterior parece irrelevante.
No obstante, los autores europeos perseveran en escribir sobre lo inocuo. Uno de sus temas
favoritos es la caída vertiginosa del nivel de la prensa, que los obsesiona y a la que achacan
todos los males. En su por momentos muy buen libro, Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, el
inglés Martin Amis se despachaba a gusto contra los medios de comunicación de la isla. Con
Número Cero, Umberto Eco, hace otro tanto con la prensa italiana, solo que al estar ambientada
la novela en 1992, en la era previa a internet, el contenido y el mensaje son más intrascendentes.
El diario que no sale
La recién editada novela cuenta, con una prosa directa y sin metáforas de ningún tipo, la puesta, ya que está pensado para funcionar como un arma en las manos extorsionadoras del Commendatore, un personaje que nunca sale a la luz, ya que simplemente pone el dinero y por ende tiene el poder.
Seis periodistas, incluyendo al protagonista, Colonna, que además debe escribir un libro sobre el proceso de creación del diario, se ponen a la tarea de darle vida a un medio que está pensado como un arma.
Y es allí, al comienzo, donde está lo mejor de libro. Eco, haciendo gala de buen humor, describe los pormenores rocambolescos de un proyecto que, además de crear una bomba política destinada a ser usada si es necesario, incluye el armado de las típicas secciones de cualquier diario. Por eso hay un capítulo para los horóscopos, otro para las necrológicas, uno sobre los trucos a la hora de hacer un desmentido y el más gracioso, que refiere al gusto del público a la hora de leer una página de cultura.
Pero luego el libro se viene abajo. Se quiebra cuando Eco plantea un amor improbable, que ocupa mucho espacio y que no llega a ningún lado. Y termina de hacerse ilegible cuando el periodista Braggadocio comienza a esbozar una teoría increíble sobre la muerte de Benito Mussolini.
Esa historia que incluye a los partisanos, la CIA, el Vaticano, Argentina como probable refugio del Duce y un sinfín de especulaciones más, se alarga durante muchas más páginas de las necesarias. Puede entretener al lector que conozca al detalle la historia italiana, pero, para el que no, resulta una digresión interminable de escaso valor.
"Estoy de acuerdo con Hegel cuando dice que la lectura del periódico es la oración matinal del hombre moderno. Pero yo, cada vez más, leo solo los titulares", confesó el autor en una entrevista.
A los 83 años, Umberto Eco se ha ganado el derecho a presentar el libro que quiera. Pero no deja de ser doloroso leer Número Cero. Al hombre, al parecer, se le ha olvidado ya definitivamente el nombre de la rosa.
(Disponível em: http://www.elobservador.com.uy/palabras-eco-n654843)
Observa las afirmaciones sobre el texto 01
I - Glenn Greenwald Snowden es un ejemplo de libro que es distinto de los demás que son escritos hoy.
II - El Commendatore es el personaje principal de la obra de Umberto Eco y es un personaje que nunca sale a la luz.
III - En el libro “Número Cero” tenemos cinco periodistas, además del protagonista, que se ponen a la tarea de dar vida a un periódico que está pensado como un arma.
IV - Lo mejor libro de Umberto Eco según el autor del texto I es “el nombre de la rosa”.
V – El libro “Número Cero” pone en marcha la historia de un periódico que tiene como objetivo no
llegar a publicarse nunca, con una mezcla de detalles de la historia de la Argentina.
Palabras sin eco
Por Andrés Ricciardulli
Número Cero, del italiano Umberto Eco, reflexiona con ironía sobre el nuevo rol de la prensa en su país, al tiempo que plantea un final alternativo para la muerte de Mussolini
Europa es hoy el lugar del mundo donde se observa con mayor claridad el desconcierto general ante los tiempos que corren, la incertidumbre global sobre el futuro inmediato. La corrupción generalizada a todos los niveles, el caos social, la inmigración, el terrorismo, los neonazis y la crisis financiera están haciendo mella en la cuna de occidente.
La intelectualidad del viejo continente no es ajena a este descalabro, a este fin de las ideologías y de lo razonable, a esta suerte de fatiga milenaria que tiene desahuciados a todos los países europeos, que no saben hoy ya para dónde tirar.
Ante los miles de problemas, gran parte de los escritores europeos se dedican a escribir libros absurdos y repetitivos sobre cuestiones ya perimidas.
Este comportamiento necio quizá se debe a que el descreimiento ha llegado a todas partes. Cuando un libro tan revelador como el del periodista Glenn Greenwald Snowden, sin un lugar donde esconderse no cambia nada y es solo una picadura de mosquito en el lomo curtido del elefante, cualquier aporte posterior parece irrelevante.
No obstante, los autores europeos perseveran en escribir sobre lo inocuo. Uno de sus temas
favoritos es la caída vertiginosa del nivel de la prensa, que los obsesiona y a la que achacan
todos los males. En su por momentos muy buen libro, Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, el
inglés Martin Amis se despachaba a gusto contra los medios de comunicación de la isla. Con
Número Cero, Umberto Eco, hace otro tanto con la prensa italiana, solo que al estar ambientada
la novela en 1992, en la era previa a internet, el contenido y el mensaje son más intrascendentes.
El diario que no sale
La recién editada novela cuenta, con una prosa directa y sin metáforas de ningún tipo, la puesta, ya que está pensado para funcionar como un arma en las manos extorsionadoras del Commendatore, un personaje que nunca sale a la luz, ya que simplemente pone el dinero y por ende tiene el poder.
Seis periodistas, incluyendo al protagonista, Colonna, que además debe escribir un libro sobre el proceso de creación del diario, se ponen a la tarea de darle vida a un medio que está pensado como un arma.
Y es allí, al comienzo, donde está lo mejor de libro. Eco, haciendo gala de buen humor, describe los pormenores rocambolescos de un proyecto que, además de crear una bomba política destinada a ser usada si es necesario, incluye el armado de las típicas secciones de cualquier diario. Por eso hay un capítulo para los horóscopos, otro para las necrológicas, uno sobre los trucos a la hora de hacer un desmentido y el más gracioso, que refiere al gusto del público a la hora de leer una página de cultura.
Pero luego el libro se viene abajo. Se quiebra cuando Eco plantea un amor improbable, que ocupa mucho espacio y que no llega a ningún lado. Y termina de hacerse ilegible cuando el periodista Braggadocio comienza a esbozar una teoría increíble sobre la muerte de Benito Mussolini.
Esa historia que incluye a los partisanos, la CIA, el Vaticano, Argentina como probable refugio del Duce y un sinfín de especulaciones más, se alarga durante muchas más páginas de las necesarias. Puede entretener al lector que conozca al detalle la historia italiana, pero, para el que no, resulta una digresión interminable de escaso valor.
"Estoy de acuerdo con Hegel cuando dice que la lectura del periódico es la oración matinal del hombre moderno. Pero yo, cada vez más, leo solo los titulares", confesó el autor en una entrevista.
A los 83 años, Umberto Eco se ha ganado el derecho a presentar el libro que quiera. Pero no deja de ser doloroso leer Número Cero. Al hombre, al parecer, se le ha olvidado ya definitivamente el nombre de la rosa.
(Disponível em: http://www.elobservador.com.uy/palabras-eco-n654843)
Palabras sin eco
Por Andrés Ricciardulli
Número Cero, del italiano Umberto Eco, reflexiona con ironía sobre el nuevo rol de la prensa en su país, al tiempo que plantea un final alternativo para la muerte de Mussolini
Europa es hoy el lugar del mundo donde se observa con mayor claridad el desconcierto general ante los tiempos que corren, la incertidumbre global sobre el futuro inmediato. La corrupción generalizada a todos los niveles, el caos social, la inmigración, el terrorismo, los neonazis y la crisis financiera están haciendo mella en la cuna de occidente.
La intelectualidad del viejo continente no es ajena a este descalabro, a este fin de las ideologías y de lo razonable, a esta suerte de fatiga milenaria que tiene desahuciados a todos los países europeos, que no saben hoy ya para dónde tirar.
Ante los miles de problemas, gran parte de los escritores europeos se dedican a escribir libros absurdos y repetitivos sobre cuestiones ya perimidas.
Este comportamiento necio quizá se debe a que el descreimiento ha llegado a todas partes. Cuando un libro tan revelador como el del periodista Glenn Greenwald Snowden, sin un lugar donde esconderse no cambia nada y es solo una picadura de mosquito en el lomo curtido del elefante, cualquier aporte posterior parece irrelevante.
No obstante, los autores europeos perseveran en escribir sobre lo inocuo. Uno de sus temas
favoritos es la caída vertiginosa del nivel de la prensa, que los obsesiona y a la que achacan
todos los males. En su por momentos muy buen libro, Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, el
inglés Martin Amis se despachaba a gusto contra los medios de comunicación de la isla. Con
Número Cero, Umberto Eco, hace otro tanto con la prensa italiana, solo que al estar ambientada
la novela en 1992, en la era previa a internet, el contenido y el mensaje son más intrascendentes.
El diario que no sale
La recién editada novela cuenta, con una prosa directa y sin metáforas de ningún tipo, la puesta, ya que está pensado para funcionar como un arma en las manos extorsionadoras del Commendatore, un personaje que nunca sale a la luz, ya que simplemente pone el dinero y por ende tiene el poder.
Seis periodistas, incluyendo al protagonista, Colonna, que además debe escribir un libro sobre el proceso de creación del diario, se ponen a la tarea de darle vida a un medio que está pensado como un arma.
Y es allí, al comienzo, donde está lo mejor de libro. Eco, haciendo gala de buen humor, describe los pormenores rocambolescos de un proyecto que, además de crear una bomba política destinada a ser usada si es necesario, incluye el armado de las típicas secciones de cualquier diario. Por eso hay un capítulo para los horóscopos, otro para las necrológicas, uno sobre los trucos a la hora de hacer un desmentido y el más gracioso, que refiere al gusto del público a la hora de leer una página de cultura.
Pero luego el libro se viene abajo. Se quiebra cuando Eco plantea un amor improbable, que ocupa mucho espacio y que no llega a ningún lado. Y termina de hacerse ilegible cuando el periodista Braggadocio comienza a esbozar una teoría increíble sobre la muerte de Benito Mussolini.
Esa historia que incluye a los partisanos, la CIA, el Vaticano, Argentina como probable refugio del Duce y un sinfín de especulaciones más, se alarga durante muchas más páginas de las necesarias. Puede entretener al lector que conozca al detalle la historia italiana, pero, para el que no, resulta una digresión interminable de escaso valor.
"Estoy de acuerdo con Hegel cuando dice que la lectura del periódico es la oración matinal del hombre moderno. Pero yo, cada vez más, leo solo los titulares", confesó el autor en una entrevista.
A los 83 años, Umberto Eco se ha ganado el derecho a presentar el libro que quiera. Pero no deja de ser doloroso leer Número Cero. Al hombre, al parecer, se le ha olvidado ya definitivamente el nombre de la rosa.
(Disponível em: http://www.elobservador.com.uy/palabras-eco-n654843)
Palabras sin eco
Por Andrés Ricciardulli
Número Cero, del italiano Umberto Eco, reflexiona con ironía sobre el nuevo rol de la prensa en su país, al tiempo que plantea un final alternativo para la muerte de Mussolini
Europa es hoy el lugar del mundo donde se observa con mayor claridad el desconcierto general ante los tiempos que corren, la incertidumbre global sobre el futuro inmediato. La corrupción generalizada a todos los niveles, el caos social, la inmigración, el terrorismo, los neonazis y la crisis financiera están haciendo mella en la cuna de occidente.
La intelectualidad del viejo continente no es ajena a este descalabro, a este fin de las ideologías y de lo razonable, a esta suerte de fatiga milenaria que tiene desahuciados a todos los países europeos, que no saben hoy ya para dónde tirar.
Ante los miles de problemas, gran parte de los escritores europeos se dedican a escribir libros absurdos y repetitivos sobre cuestiones ya perimidas.
Este comportamiento necio quizá se debe a que el descreimiento ha llegado a todas partes. Cuando un libro tan revelador como el del periodista Glenn Greenwald Snowden, sin un lugar donde esconderse no cambia nada y es solo una picadura de mosquito en el lomo curtido del elefante, cualquier aporte posterior parece irrelevante.
No obstante, los autores europeos perseveran en escribir sobre lo inocuo. Uno de sus temas
favoritos es la caída vertiginosa del nivel de la prensa, que los obsesiona y a la que achacan
todos los males. En su por momentos muy buen libro, Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, el
inglés Martin Amis se despachaba a gusto contra los medios de comunicación de la isla. Con
Número Cero, Umberto Eco, hace otro tanto con la prensa italiana, solo que al estar ambientada
la novela en 1992, en la era previa a internet, el contenido y el mensaje son más intrascendentes.
El diario que no sale
La recién editada novela cuenta, con una prosa directa y sin metáforas de ningún tipo, la puesta, ya que está pensado para funcionar como un arma en las manos extorsionadoras del Commendatore, un personaje que nunca sale a la luz, ya que simplemente pone el dinero y por ende tiene el poder.
Seis periodistas, incluyendo al protagonista, Colonna, que además debe escribir un libro sobre el proceso de creación del diario, se ponen a la tarea de darle vida a un medio que está pensado como un arma.
Y es allí, al comienzo, donde está lo mejor de libro. Eco, haciendo gala de buen humor, describe los pormenores rocambolescos de un proyecto que, además de crear una bomba política destinada a ser usada si es necesario, incluye el armado de las típicas secciones de cualquier diario. Por eso hay un capítulo para los horóscopos, otro para las necrológicas, uno sobre los trucos a la hora de hacer un desmentido y el más gracioso, que refiere al gusto del público a la hora de leer una página de cultura.
Pero luego el libro se viene abajo. Se quiebra cuando Eco plantea un amor improbable, que ocupa mucho espacio y que no llega a ningún lado. Y termina de hacerse ilegible cuando el periodista Braggadocio comienza a esbozar una teoría increíble sobre la muerte de Benito Mussolini.
Esa historia que incluye a los partisanos, la CIA, el Vaticano, Argentina como probable refugio del Duce y un sinfín de especulaciones más, se alarga durante muchas más páginas de las necesarias. Puede entretener al lector que conozca al detalle la historia italiana, pero, para el que no, resulta una digresión interminable de escaso valor.
"Estoy de acuerdo con Hegel cuando dice que la lectura del periódico es la oración matinal del hombre moderno. Pero yo, cada vez más, leo solo los titulares", confesó el autor en una entrevista.
A los 83 años, Umberto Eco se ha ganado el derecho a presentar el libro que quiera. Pero no deja de ser doloroso leer Número Cero. Al hombre, al parecer, se le ha olvidado ya definitivamente el nombre de la rosa.
(Disponível em: http://www.elobservador.com.uy/palabras-eco-n654843)
Palabras sin eco
Por Andrés Ricciardulli
Número Cero, del italiano Umberto Eco, reflexiona con ironía sobre el nuevo rol de la prensa en su país, al tiempo que plantea un final alternativo para la muerte de Mussolini
Europa es hoy el lugar del mundo donde se observa con mayor claridad el desconcierto general ante los tiempos que corren, la incertidumbre global sobre el futuro inmediato. La corrupción generalizada a todos los niveles, el caos social, la inmigración, el terrorismo, los neonazis y la crisis financiera están haciendo mella en la cuna de occidente.
La intelectualidad del viejo continente no es ajena a este descalabro, a este fin de las ideologías y de lo razonable, a esta suerte de fatiga milenaria que tiene desahuciados a todos los países europeos, que no saben hoy ya para dónde tirar.
Ante los miles de problemas, gran parte de los escritores europeos se dedican a escribir libros absurdos y repetitivos sobre cuestiones ya perimidas.
Este comportamiento necio quizá se debe a que el descreimiento ha llegado a todas partes. Cuando un libro tan revelador como el del periodista Glenn Greenwald Snowden, sin un lugar donde esconderse no cambia nada y es solo una picadura de mosquito en el lomo curtido del elefante, cualquier aporte posterior parece irrelevante.
No obstante, los autores europeos perseveran en escribir sobre lo inocuo. Uno de sus temas
favoritos es la caída vertiginosa del nivel de la prensa, que los obsesiona y a la que achacan
todos los males. En su por momentos muy buen libro, Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, el
inglés Martin Amis se despachaba a gusto contra los medios de comunicación de la isla. Con
Número Cero, Umberto Eco, hace otro tanto con la prensa italiana, solo que al estar ambientada
la novela en 1992, en la era previa a internet, el contenido y el mensaje son más intrascendentes.
El diario que no sale
La recién editada novela cuenta, con una prosa directa y sin metáforas de ningún tipo, la puesta, ya que está pensado para funcionar como un arma en las manos extorsionadoras del Commendatore, un personaje que nunca sale a la luz, ya que simplemente pone el dinero y por ende tiene el poder.
Seis periodistas, incluyendo al protagonista, Colonna, que además debe escribir un libro sobre el proceso de creación del diario, se ponen a la tarea de darle vida a un medio que está pensado como un arma.
Y es allí, al comienzo, donde está lo mejor de libro. Eco, haciendo gala de buen humor, describe los pormenores rocambolescos de un proyecto que, además de crear una bomba política destinada a ser usada si es necesario, incluye el armado de las típicas secciones de cualquier diario. Por eso hay un capítulo para los horóscopos, otro para las necrológicas, uno sobre los trucos a la hora de hacer un desmentido y el más gracioso, que refiere al gusto del público a la hora de leer una página de cultura.
Pero luego el libro se viene abajo. Se quiebra cuando Eco plantea un amor improbable, que ocupa mucho espacio y que no llega a ningún lado. Y termina de hacerse ilegible cuando el periodista Braggadocio comienza a esbozar una teoría increíble sobre la muerte de Benito Mussolini.
Esa historia que incluye a los partisanos, la CIA, el Vaticano, Argentina como probable refugio del Duce y un sinfín de especulaciones más, se alarga durante muchas más páginas de las necesarias. Puede entretener al lector que conozca al detalle la historia italiana, pero, para el que no, resulta una digresión interminable de escaso valor.
"Estoy de acuerdo con Hegel cuando dice que la lectura del periódico es la oración matinal del hombre moderno. Pero yo, cada vez más, leo solo los titulares", confesó el autor en una entrevista.
A los 83 años, Umberto Eco se ha ganado el derecho a presentar el libro que quiera. Pero no deja de ser doloroso leer Número Cero. Al hombre, al parecer, se le ha olvidado ya definitivamente el nombre de la rosa.
(Disponível em: http://www.elobservador.com.uy/palabras-eco-n654843)
1. El presidente afirmó que todas las personas tenían derecho a una vivienda digna.
2. En fin, ¿cómo puede mantenerse cuerdo con tanto calor? —dijo Hemlatha a nadie en particular.
3. Dijo que habrías aprobado el examen.
Por Estilo Directo y Estilo Indirecto vamos a percibir en las frases que:
Por las siguientes frases podemos concluir que:
1. El bueno de tu tío nos ha llevado al cine con él.
2. María escribe una carta a su primo Luis.
3. A mí me gustan los helados de tía Tina.
DESNUDA
Desnuda eres tan simple como una de tus manos:
lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente.
Tienes líneas de luna, caminos de manzana.
Desnuda eres delgada como el trigo desnudo.
(Fragmento del soneto XXVII de Cien Sonetos de Amor)
En el fragmento del poema Desnuda de Pablo Neruda, tenemos la utilización de los dos puntos y
la coma en los dos primeros versos ¿Para qué sirven?
Cervantes y Shakespeare: ni se conocieron, ni se copiaron, ni murieron en el mismo día.
El Día Internacional del Libro se conmemora hoy porque ese día, de 1616, fallecieron los dos más grandes escritores de la literatura universal: Cervantes y Shakespeare. Pero tan errónea es esa coincidencia como la mayoría de las teorías sobre los paralelismos en su vida y obra. Muchos expertos a lo largo de la historia han comparado y encontrado similitudes entre Don Quijote y Hamlet o el rey Lear, entre Sancho y Falstaff, en la novedosa mezcla de géneros que utilizaron los dos genios o, simplemente en su contemporaneidad de vida y de muerte. Pero, en realidad, las semejanzas entre ambos genios son escasas.
La fecha de muerte
El error más difundido es el de la fecha de su muerte. Siempre se ha sostenido que ambos
murieron el 23 de abril de 1616, pero ninguno lo hizo en tal fecha. Cervantes falleció el 22 y fue
enterrado el 23, mientras que la diferencia de fechas es aún mayor con Shakespeare, ya que en
aquella época Inglaterra se regía por el calendario juliano, por lo que en realidad su muerte se
produjo un 3 de mayo.
Nunca se encontraron
"Influencias culturales parecidas"
Cervantes y Shakespeare: ni se conocieron, ni se copiaron, ni murieron en el mismo día.
El Día Internacional del Libro se conmemora hoy porque ese día, de 1616, fallecieron los dos más grandes escritores de la literatura universal: Cervantes y Shakespeare. Pero tan errónea es esa coincidencia como la mayoría de las teorías sobre los paralelismos en su vida y obra. Muchos expertos a lo largo de la historia han comparado y encontrado similitudes entre Don Quijote y Hamlet o el rey Lear, entre Sancho y Falstaff, en la novedosa mezcla de géneros que utilizaron los dos genios o, simplemente en su contemporaneidad de vida y de muerte. Pero, en realidad, las semejanzas entre ambos genios son escasas.
La fecha de muerte
El error más difundido es el de la fecha de su muerte. Siempre se ha sostenido que ambos
murieron el 23 de abril de 1616, pero ninguno lo hizo en tal fecha. Cervantes falleció el 22 y fue
enterrado el 23, mientras que la diferencia de fechas es aún mayor con Shakespeare, ya que en
aquella época Inglaterra se regía por el calendario juliano, por lo que en realidad su muerte se
produjo un 3 de mayo.
Nunca se encontraron
"Influencias culturales parecidas"
Cervantes y Shakespeare: ni se conocieron, ni se copiaron, ni murieron en el mismo día.
El Día Internacional del Libro se conmemora hoy porque ese día, de 1616, fallecieron los dos más grandes escritores de la literatura universal: Cervantes y Shakespeare. Pero tan errónea es esa coincidencia como la mayoría de las teorías sobre los paralelismos en su vida y obra. Muchos expertos a lo largo de la historia han comparado y encontrado similitudes entre Don Quijote y Hamlet o el rey Lear, entre Sancho y Falstaff, en la novedosa mezcla de géneros que utilizaron los dos genios o, simplemente en su contemporaneidad de vida y de muerte. Pero, en realidad, las semejanzas entre ambos genios son escasas.
La fecha de muerte
El error más difundido es el de la fecha de su muerte. Siempre se ha sostenido que ambos
murieron el 23 de abril de 1616, pero ninguno lo hizo en tal fecha. Cervantes falleció el 22 y fue
enterrado el 23, mientras que la diferencia de fechas es aún mayor con Shakespeare, ya que en
aquella época Inglaterra se regía por el calendario juliano, por lo que en realidad su muerte se
produjo un 3 de mayo.
Nunca se encontraron
"Influencias culturales parecidas"
Cervantes y Shakespeare: ni se conocieron, ni se copiaron, ni murieron en el mismo día.
El Día Internacional del Libro se conmemora hoy porque ese día, de 1616, fallecieron los dos más grandes escritores de la literatura universal: Cervantes y Shakespeare. Pero tan errónea es esa coincidencia como la mayoría de las teorías sobre los paralelismos en su vida y obra. Muchos expertos a lo largo de la historia han comparado y encontrado similitudes entre Don Quijote y Hamlet o el rey Lear, entre Sancho y Falstaff, en la novedosa mezcla de géneros que utilizaron los dos genios o, simplemente en su contemporaneidad de vida y de muerte. Pero, en realidad, las semejanzas entre ambos genios son escasas.
La fecha de muerte
El error más difundido es el de la fecha de su muerte. Siempre se ha sostenido que ambos
murieron el 23 de abril de 1616, pero ninguno lo hizo en tal fecha. Cervantes falleció el 22 y fue
enterrado el 23, mientras que la diferencia de fechas es aún mayor con Shakespeare, ya que en
aquella época Inglaterra se regía por el calendario juliano, por lo que en realidad su muerte se
produjo un 3 de mayo.
Nunca se encontraron
"Influencias culturales parecidas"
Las Fallas. Una fiesta española.
Por Victoria Monera Martínez - marzo 12, 2015
Es una fiesta española que se celebra en la Comunidad Valenciana los días anteriores al 19 de marzo, día de San José. San José es el patrón de los carpinteros y, como sabéis, un personaje importante de la Biblia. También es el patrón de Valencia. Esta ciudad es la tercera ciudad española en población tras Madrid y Barcelona. Es también la cuna de la paella, plato que actualmente se considera el más representativo de la gastronomía española.
¿Qué son las Fallas?
Pues, como todas las fiestas españolas, una mezcla de música, trajes típicos y fuego. Pero aquí destaca el fuego.
Durante varios días, los falleros levantan altos y coloridos monumentos de papel y cartón (su tamaño varía mucho). Son representaciones satíricas que reflejan y critican diferentes aspectos de la vida cotidiana española o internacional: famosos políticos, actores de moda, empresas destacadas… Las figuras (“ninots”) van acompañadas de “carteles informativos”, normalmente muy irónicos; por ello, también, las representaciones normalmente son caricaturas con rasgos muy exagerados.
Esos días de duro trabajo son compensados con música continua, comidas con los amigos, pasacalles y verbenas por la noche.
Y con las “mascletás“: durante unos minutos se queman kilos de pólvora en un espectáculo único en el mundo.
Así, llega el día 19 y lo primero es la misa en honor a San José (el santo de los Josés, Pepes, Marijosés, Pepitas y Finas). Es una fiesta donde se mezcla lo religioso y lo pagano. El jurado ya ha concedido los diferentes premios y se establece el orden de “la quema”. Al anochecer se empezarán a quemar las “fallas”, en orden inverso a los premios. O sea, la “falla” ganadora del primer premio, se quemará la última (y podrá “vivir” unas horas más). Es importante también saber que cada año hay un “ninot indultat”, una figura que se salvará del fuego y se guardará en el museo fallero.
Así, llega el día 19 y lo primero es la misa en honor a San José (el santo de los Josés, Pepes,
Marijosés, Pepitas y Finas). Es una fiesta donde se mezcla lo religioso y lo pagano.
El jurado ya ha concedido los diferentes premios y se establece el orden de “la quema”. Al anochecer se empezarán a quemar las “fallas”, en orden inverso a los premios. O sea, la “falla” ganadora del primer premio, se quemará la última (y podrá “vivir” unas horas más).
Es importante también saber que cada año hay un “ninot indultat”, una figura que se salvará del fuego y se guardará en el museo fallero.
¿Qué simboliza esta fiesta? En su origen se construían las fallas con muebles viejos o rotos, así se limpiaban las casas, se purificaban mediante el fuego. Y también significa que se acaba el invierno y que empieza la primavera, o sea, el cambio de estación. Una fiesta parecida se celebra en Alicante el 24 de junio (la noche más corta del año): las “Hogueras”.
(Disponível em: http://www.habla.pl/2015/03/12/las-fallas-una-fiesta-espanola/)
Las Fallas. Una fiesta española.
Por Victoria Monera Martínez - marzo 12, 2015
Es una fiesta española que se celebra en la Comunidad Valenciana los días anteriores al 19 de marzo, día de San José. San José es el patrón de los carpinteros y, como sabéis, un personaje importante de la Biblia. También es el patrón de Valencia. Esta ciudad es la tercera ciudad española en población tras Madrid y Barcelona. Es también la cuna de la paella, plato que actualmente se considera el más representativo de la gastronomía española.
¿Qué son las Fallas?
Pues, como todas las fiestas españolas, una mezcla de música, trajes típicos y fuego. Pero aquí destaca el fuego.
Durante varios días, los falleros levantan altos y coloridos monumentos de papel y cartón (su tamaño varía mucho). Son representaciones satíricas que reflejan y critican diferentes aspectos de la vida cotidiana española o internacional: famosos políticos, actores de moda, empresas destacadas… Las figuras (“ninots”) van acompañadas de “carteles informativos”, normalmente muy irónicos; por ello, también, las representaciones normalmente son caricaturas con rasgos muy exagerados.
Esos días de duro trabajo son compensados con música continua, comidas con los amigos, pasacalles y verbenas por la noche.
Y con las “mascletás“: durante unos minutos se queman kilos de pólvora en un espectáculo único en el mundo.
Así, llega el día 19 y lo primero es la misa en honor a San José (el santo de los Josés, Pepes, Marijosés, Pepitas y Finas). Es una fiesta donde se mezcla lo religioso y lo pagano. El jurado ya ha concedido los diferentes premios y se establece el orden de “la quema”. Al anochecer se empezarán a quemar las “fallas”, en orden inverso a los premios. O sea, la “falla” ganadora del primer premio, se quemará la última (y podrá “vivir” unas horas más). Es importante también saber que cada año hay un “ninot indultat”, una figura que se salvará del fuego y se guardará en el museo fallero.
Así, llega el día 19 y lo primero es la misa en honor a San José (el santo de los Josés, Pepes,
Marijosés, Pepitas y Finas). Es una fiesta donde se mezcla lo religioso y lo pagano.
El jurado ya ha concedido los diferentes premios y se establece el orden de “la quema”. Al anochecer se empezarán a quemar las “fallas”, en orden inverso a los premios. O sea, la “falla” ganadora del primer premio, se quemará la última (y podrá “vivir” unas horas más).
Es importante también saber que cada año hay un “ninot indultat”, una figura que se salvará del fuego y se guardará en el museo fallero.
¿Qué simboliza esta fiesta? En su origen se construían las fallas con muebles viejos o rotos, así se limpiaban las casas, se purificaban mediante el fuego. Y también significa que se acaba el invierno y que empieza la primavera, o sea, el cambio de estación. Una fiesta parecida se celebra en Alicante el 24 de junio (la noche más corta del año): las “Hogueras”.
(Disponível em: http://www.habla.pl/2015/03/12/las-fallas-una-fiesta-espanola/)
Las Fallas. Una fiesta española.
Por Victoria Monera Martínez - marzo 12, 2015
Es una fiesta española que se celebra en la Comunidad Valenciana los días anteriores al 19 de marzo, día de San José. San José es el patrón de los carpinteros y, como sabéis, un personaje importante de la Biblia. También es el patrón de Valencia. Esta ciudad es la tercera ciudad española en población tras Madrid y Barcelona. Es también la cuna de la paella, plato que actualmente se considera el más representativo de la gastronomía española.
¿Qué son las Fallas?
Pues, como todas las fiestas españolas, una mezcla de música, trajes típicos y fuego. Pero aquí destaca el fuego.
Durante varios días, los falleros levantan altos y coloridos monumentos de papel y cartón (su tamaño varía mucho). Son representaciones satíricas que reflejan y critican diferentes aspectos de la vida cotidiana española o internacional: famosos políticos, actores de moda, empresas destacadas… Las figuras (“ninots”) van acompañadas de “carteles informativos”, normalmente muy irónicos; por ello, también, las representaciones normalmente son caricaturas con rasgos muy exagerados.
Esos días de duro trabajo son compensados con música continua, comidas con los amigos, pasacalles y verbenas por la noche.
Y con las “mascletás“: durante unos minutos se queman kilos de pólvora en un espectáculo único en el mundo.
Así, llega el día 19 y lo primero es la misa en honor a San José (el santo de los Josés, Pepes, Marijosés, Pepitas y Finas). Es una fiesta donde se mezcla lo religioso y lo pagano. El jurado ya ha concedido los diferentes premios y se establece el orden de “la quema”. Al anochecer se empezarán a quemar las “fallas”, en orden inverso a los premios. O sea, la “falla” ganadora del primer premio, se quemará la última (y podrá “vivir” unas horas más). Es importante también saber que cada año hay un “ninot indultat”, una figura que se salvará del fuego y se guardará en el museo fallero.
Así, llega el día 19 y lo primero es la misa en honor a San José (el santo de los Josés, Pepes,
Marijosés, Pepitas y Finas). Es una fiesta donde se mezcla lo religioso y lo pagano.
El jurado ya ha concedido los diferentes premios y se establece el orden de “la quema”. Al anochecer se empezarán a quemar las “fallas”, en orden inverso a los premios. O sea, la “falla” ganadora del primer premio, se quemará la última (y podrá “vivir” unas horas más).
Es importante también saber que cada año hay un “ninot indultat”, una figura que se salvará del fuego y se guardará en el museo fallero.
¿Qué simboliza esta fiesta? En su origen se construían las fallas con muebles viejos o rotos, así se limpiaban las casas, se purificaban mediante el fuego. Y también significa que se acaba el invierno y que empieza la primavera, o sea, el cambio de estación. Una fiesta parecida se celebra en Alicante el 24 de junio (la noche más corta del año): las “Hogueras”.
(Disponível em: http://www.habla.pl/2015/03/12/las-fallas-una-fiesta-espanola/)
Las Fallas. Una fiesta española.
Por Victoria Monera Martínez - marzo 12, 2015
Es una fiesta española que se celebra en la Comunidad Valenciana los días anteriores al 19 de marzo, día de San José. San José es el patrón de los carpinteros y, como sabéis, un personaje importante de la Biblia. También es el patrón de Valencia. Esta ciudad es la tercera ciudad española en población tras Madrid y Barcelona. Es también la cuna de la paella, plato que actualmente se considera el más representativo de la gastronomía española.
¿Qué son las Fallas?
Pues, como todas las fiestas españolas, una mezcla de música, trajes típicos y fuego. Pero aquí destaca el fuego.
Durante varios días, los falleros levantan altos y coloridos monumentos de papel y cartón (su tamaño varía mucho). Son representaciones satíricas que reflejan y critican diferentes aspectos de la vida cotidiana española o internacional: famosos políticos, actores de moda, empresas destacadas… Las figuras (“ninots”) van acompañadas de “carteles informativos”, normalmente muy irónicos; por ello, también, las representaciones normalmente son caricaturas con rasgos muy exagerados.
Esos días de duro trabajo son compensados con música continua, comidas con los amigos, pasacalles y verbenas por la noche.
Y con las “mascletás“: durante unos minutos se queman kilos de pólvora en un espectáculo único en el mundo.
Así, llega el día 19 y lo primero es la misa en honor a San José (el santo de los Josés, Pepes, Marijosés, Pepitas y Finas). Es una fiesta donde se mezcla lo religioso y lo pagano. El jurado ya ha concedido los diferentes premios y se establece el orden de “la quema”. Al anochecer se empezarán a quemar las “fallas”, en orden inverso a los premios. O sea, la “falla” ganadora del primer premio, se quemará la última (y podrá “vivir” unas horas más). Es importante también saber que cada año hay un “ninot indultat”, una figura que se salvará del fuego y se guardará en el museo fallero.
Así, llega el día 19 y lo primero es la misa en honor a San José (el santo de los Josés, Pepes,
Marijosés, Pepitas y Finas). Es una fiesta donde se mezcla lo religioso y lo pagano.
El jurado ya ha concedido los diferentes premios y se establece el orden de “la quema”. Al anochecer se empezarán a quemar las “fallas”, en orden inverso a los premios. O sea, la “falla” ganadora del primer premio, se quemará la última (y podrá “vivir” unas horas más).
Es importante también saber que cada año hay un “ninot indultat”, una figura que se salvará del fuego y se guardará en el museo fallero.
¿Qué simboliza esta fiesta? En su origen se construían las fallas con muebles viejos o rotos, así se limpiaban las casas, se purificaban mediante el fuego. Y también significa que se acaba el invierno y que empieza la primavera, o sea, el cambio de estación. Una fiesta parecida se celebra en Alicante el 24 de junio (la noche más corta del año): las “Hogueras”.
(Disponível em: http://www.habla.pl/2015/03/12/las-fallas-una-fiesta-espanola/)
Las Fallas. Una fiesta española.
Por Victoria Monera Martínez - marzo 12, 2015
Es una fiesta española que se celebra en la Comunidad Valenciana los días anteriores al 19 de marzo, día de San José. San José es el patrón de los carpinteros y, como sabéis, un personaje importante de la Biblia. También es el patrón de Valencia. Esta ciudad es la tercera ciudad española en población tras Madrid y Barcelona. Es también la cuna de la paella, plato que actualmente se considera el más representativo de la gastronomía española.
¿Qué son las Fallas?
Pues, como todas las fiestas españolas, una mezcla de música, trajes típicos y fuego. Pero aquí destaca el fuego.
Durante varios días, los falleros levantan altos y coloridos monumentos de papel y cartón (su tamaño varía mucho). Son representaciones satíricas que reflejan y critican diferentes aspectos de la vida cotidiana española o internacional: famosos políticos, actores de moda, empresas destacadas… Las figuras (“ninots”) van acompañadas de “carteles informativos”, normalmente muy irónicos; por ello, también, las representaciones normalmente son caricaturas con rasgos muy exagerados.
Esos días de duro trabajo son compensados con música continua, comidas con los amigos, pasacalles y verbenas por la noche.
Y con las “mascletás“: durante unos minutos se queman kilos de pólvora en un espectáculo único en el mundo.
Así, llega el día 19 y lo primero es la misa en honor a San José (el santo de los Josés, Pepes, Marijosés, Pepitas y Finas). Es una fiesta donde se mezcla lo religioso y lo pagano. El jurado ya ha concedido los diferentes premios y se establece el orden de “la quema”. Al anochecer se empezarán a quemar las “fallas”, en orden inverso a los premios. O sea, la “falla” ganadora del primer premio, se quemará la última (y podrá “vivir” unas horas más). Es importante también saber que cada año hay un “ninot indultat”, una figura que se salvará del fuego y se guardará en el museo fallero.
Así, llega el día 19 y lo primero es la misa en honor a San José (el santo de los Josés, Pepes,
Marijosés, Pepitas y Finas). Es una fiesta donde se mezcla lo religioso y lo pagano.
El jurado ya ha concedido los diferentes premios y se establece el orden de “la quema”. Al anochecer se empezarán a quemar las “fallas”, en orden inverso a los premios. O sea, la “falla” ganadora del primer premio, se quemará la última (y podrá “vivir” unas horas más).
Es importante también saber que cada año hay un “ninot indultat”, una figura que se salvará del fuego y se guardará en el museo fallero.
¿Qué simboliza esta fiesta? En su origen se construían las fallas con muebles viejos o rotos, así se limpiaban las casas, se purificaban mediante el fuego. Y también significa que se acaba el invierno y que empieza la primavera, o sea, el cambio de estación. Una fiesta parecida se celebra en Alicante el 24 de junio (la noche más corta del año): las “Hogueras”.
(Disponível em: http://www.habla.pl/2015/03/12/las-fallas-una-fiesta-espanola/)
Acuerdos de Promoción y Protección Recíproca de Inversiones (APPRI)
NATURALEZA Y OBJETIVO
Esos acuerdos son tratados bilaterales de naturaleza recíproca que contienen medidas y cláusulas destinadas a proteger, en el plano del derecho internacional, las inversiones realizadas por los inversores de cada Estado Parte en el territorio del otro Estado Parte.
Su objetivo es proporcionar un ambiente estable y favorable a la inversión que permita reducir los factores de incertidumbre política y jurídica que a veces afectan al desarrollo de los proyectos de inversión a los que se suele enfrentar la empresa en el exterior.
(http://www.comercio.es/es-es/inversiones-exteriores/acuerdos-internacionales/acuerdos-promocion-proteccion-reciproca-inversiones-appris/ paginas/contenidos-y-objetivos.aspx)