Aborto: las luces verdes se apagaron entre lágrimas, bronca y desazón
"¡Que sea ley!", fue el grito que se escuchó durante toda la vigilia. La victoria del "No" finalizó con una triste
procesión.
"¡Que sea ley! ¡Que sea ley!". A las dos y media de esta madrugada, cuando faltaban tan solo unos minutos para
la votación histórica que podría convertir la Interrupción Voluntaria del Embarazo en un derecho más, del lado
verde quedaban los jóvenes. Helaba, había viento, el día había sido largo. Pero los miles de chicos y chicas que
seguían allí, pegados al Congreso, seguían pidiendo"¡Que sea ley! ¡Que sea ley!".
Del otro lado de las vallas, del lado celeste que se oponía a la legalización, llegaba música de fiesta, muy fuerte,
muy alta. Del lado verde respondían con los pañuelos en alto, con sus canciones de batalla: “¡Aborto legal en el
hospital!”. Pero las voces no podían con los altoparlantes alquilados.
Junto a las vallas también había fuego. Las fogatas fueron muchas, improvisadas con cajones de madera de las
verdulerías, y fueron lo único que aplacó la temperatura que parecía polar junto a la Plaza del Congreso.
Un camión hidrante de la Policía estaba apostado ahí cerquita, y en un momento abrió sus chorros, que
empaparon a muchos de los chicos que esperaban el resultado. “¡Son la dictadura!”, empezaron a gritar. Algunos
tiraron botellas que había por el piso.
Dos y cuarenta, Gabriela Michetti, al frente de la sesión especial, anunció que se iba a votar. Del lado verde no había
pantalla con imágenes del recinto, pero su voz llegaba desde el lado celeste, donde sí había trasmisión en vivo.
La expectativa era grande, aunque las cartas ya estaban todas jugadas sobre la mesa y la votación por el “no” era
claramente un hecho. Igual, los chicos se abrazaron, se tomaron de las manos, cerraron sus círculos alrededor de
sus fogatas y escucharon: “38 por el no, 31 por el sí, dos abstenciones”.
Los láser verdes que iluminaban la cúpula se apagaron. Las lágrimas comenzaron a brotar destiñendo mejillas
pintadas de verde. Las purpurinas se licuaron con los sollozos y la bronca.
Mientras, del lado celeste, todo parecía una fiesta: los fuegos artificiales comenzaron a hacer sus estruendos de
colores en el cielo cubierto, duraron muchos minutos, lo suficiente para tomarlos como una provocación. “¡Anti
derechos! ¡Anti derechos!”, gritaron muchos.
Y comenzaron los cánticos: “¡Poder popular! ¡Poder popular!”, "¡Se va a caer, se va a caer, arriba el feminismo
que va a vencer, que va a vencer!". Se escucharon algunos gritos, hubo corridas. La calle estaba resbalosa, llena
de paraguas rotos. Los problemas fueron con un grupo menor. La mayoría comenzó la retirada por Callao hacia
Corrientes como en una triste procesión. Un grupo de chicas había escrito con pintura negra una sábana enorme:
“Háganse cargo de sus muertas”.
Pero muchos, también, iban con sus cabezas bien en alto, los brazos arriba. “¡Iglesia, basura, vos son la
dictadura! ¡Iglesia, basura, vos sos la dictadura!”. Esa consigna quedó clara en esta jornada histórica: los
pañuelos más vendidos fueron los naranjas, que piden la separación de la Iglesia y el Estado.
INGLESIAS, Mariana. Disponible en . Accesado en 12 de ago. 2018. Adaptado.