Questões de Espanhol para Concurso
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Matriz Curricular para Educação das Relações Étnico-Raciais na Educação Básica – Prefeitura Municipal de Florianópolis Secretaria Municipal de Educação. Florianópolis, SC. 2016. p. 17. http://www.pmf.sc.gov.br/arquivos/arquivos/pdf/30_11_2016_16.54.20.0658b2ad6df77747ce93a98c47a0b345.pdf
De acuerdo con el documento, señale la alternativa correcta:
Bensaada Guenaoui, Amaría (2017): «La corrección de la expresión escrita: aspectos cognitivos y afectivos». En Actas del 3 Congreso Internacional SICELE. Investigación e innovación en ELE. Evaluación y variedad lingüística del español. <http://cvc.cervantes.es/ensenanza/ biblioteca_ele/sicele/018_bensaada.htm>
En lo que se refiere a la corrección de errores, señale la alternativa correcta:
Odetti, V.; Casablancas, S.; Berlin, B. Nuevas tendencias de participación y comunicación en las Escuelas 2.0. Apuntes teóricos y metodológicos del inicio de la investigación. Cuadernos de Educación.Año XV – Nº 15 – diciembre 2017. p. 236. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/Cuadernos/article/view/19077/18988
De acuerdo con el texto, señale la alternativa correcta:
Me responde que sí, que acaba de acordarse del gallo. Reímos. Así comienza la entrevista en su habitación del hotel Riviera, en La Habana, en 1982, un par de meses después de que obtuviera el Premio Nóbel de Literatura.riores.
¿Este último libro responde más a la realidad que a la fantasía?
Los porcentajes son muy difíciles de establecer. De todas maneras en todos mis libros el fundamento básico es la realidad. A veces se ha dicho que son bromas mías, ganas de decir cosas, pero no hay una sola línea de ninguno de mis libros que no tenga su origen en la realidad. Lo que sucede con la Crónica de una muerte anunciada es que no reúne elementos tomados de distintos lugares o de distintos episodios, sino que es un episodio completo tomado de la realidad. Es decir, ocurrió algo exactamente igual que lo que se cuenta en la novela. Lo único que he agregado es el aspecto literario. Yo siempre he trabajado alternadamente en literatura y en periodismo. Siempre me he preocupado por las diferencias que hay entre periodismo y literatura, que existen, que son muy claras, aunque yo creo que son injustas porque no debían existir esas diferencias. Tanto el periodismo como la literatura — cuando hablo de literatura hablo de novela, por supuesto— se alimentan de las mismas fuentes. Los métodos de elaboración no son los mismos pero debían ser los mismos. Su destino es el mismo: transmitir, contar, convencer. Como siempre he trabajado al mismo tiempo en literatura y en periodismo, siempre he soñado con la convergencia de los oficios, porque ni siquiera hablo de los dos géneros. Y creo que esa convergencia se logra en la Crónica de una muerte anunciada. Yo diría que como periodismo es un reportaje literaturizado; o sea, un reportaje literario. No es que tenga un gran porcentaje de la realidad, es que es la realidad misma con su tratamiento literario.
Hay dos versiones sobre su novela El otoño del patriarca. Una, que fue escrita de un tirón; la otra, que ha sido la de más difícil elaboración. ¿Cuál es la verdadera?
El único libro mío escrito de un tirón es Cien años de soledad. Todo el libro estaba completamente resuelto cuando me senté a escribirlo. El otoño del patriarca es exactamente todo lo contrario, me obligó a un trabajo realmente muy duro. En los días que iba bien, escribía cuatro o cinco líneas, que seguramente las rompía al día siguiente. Había que mantener un tono, un ritmo; además, no había encontrado una solución lineal, que tampoco le convenía. Escrito con una estructura lineal hubiera sido un libro infinito y mucho más aburrido de lo que es. Entonces yo pensé que la estructura conveniente era en espiral, en espiral hacia abajo, no hacia arriba, es decir tratando de penetrar cada vez más con es realidad. Resultó un libro experimental, con el cual los críticos han confundido mucho a los lectores.
¿Usted opina también que el periodismo es útil al escritor, a condición de dejarlo a tiempo?
Yo creo que es cierto pero hablando de las condiciones de trabajo del periodismo. Hay una gran diferencia entre el periodismo como oficio y las condiciones de trabajo del periodista. Es decir, el trabajo del periodista desgasta; al escritor le quita lo mejor para dárselo al periódico, que es una vida efímera…Los sueldos no son buenos; en fin, las condiciones de trabajo son bastante malas y uno termina por no sentirse conforme con el oficio. Pero el oficio del periodismo ayuda al escritor, no sólo porque mantiene vivo su trabajo, porque lo mantiene en permanente contacto con las palabras, sino principalmente porque lo mantiene en permanente contacto con la realidad. El día que el escritor pierda el contacto con la realidad, ese día deja realmente de ser escritor. En el periodismo es imposible perder ese contacto, pero en cambio el trabajo literario lo va alejando a uno cada vez más de la realidad.
Y la fama definitivamente lo desvincula y si uno se descuida se queda en una nube, metido en una campana neumática y nunca más sabe dónde está parado. En ese caso, el periodismo es siempre una gran ayuda que lo obliga a uno a bajar de la torre de marfil y darse cuenta de la clase de mundo en que vive. Por eso, yo soy un gran defensor del periodismo. Probablemente, la fórmula tiene una solución, que es la que yo mismo me he dado. Es decir, abandoné el periodismo mientras me fue perjudicial, mientras me quitaba mi mejor tiempo para escribir, mientras me distraía de mis temas literarios fundamentales, pero una vez que resolví mi vida con la literatura volví al periodismo y hago lo que llamo el periodismo ideal: que es cuando me da la gana, con los temas que yo quiero y en la forma que yo quiero. Y si no lo publican, pues no me importa. Pero, además, sí lo publican.
La noción temporal se puede medir tomando como referencia el momento en que se encuentra el hablante.Así, ¿por qué se utiliza el pretérito perfecto en estos casos: “Siempre he trabajado al mismo tiempo en literatura y en periodismo,…” “A veces se ha dicho que son bromas mías..”
Casi ocho años después de estallar la crisis económica en Estados Unidos, ya se perfilan los nuevos candidatos que podrían generar la próxima recesión mundial. Pese a que Grecia ha acaparado la atención por todo el drama que hay en torno a su deuda y su tercer rescate económico, China, aunque de un modo menos escandaloso, está comenzando a surgir como el nuevo elegido para el desastre. Si resultara el próximo catalizador de una recesión mundial, las consecuencias podrían ser iguales o mayores que la crisis Subprime en 2008. Es la segunda economía del mundo por tamaño, con un PIB que supera los diez billones de dólares detrás de EEUU (con 17 billones). En uno de sus últimos informes que recoge el Financial Times, Credit Suisse explica que "China vive una triple burbuja, la tercera burbuja de crédito más grande, la segunda burbuja inmobiliaria más importante y la burbuja de inversión más grande vista en todos los tiempos. Ahora mismo este es el mayor riesgo que encara la economía global".
El informe sugiere "que el momento de preocuparse por el estallido de una burbuja de este tipo llega cuando el exceso de inversión conduce a la defl ación (China está cerca de alcanzar una deflación récord), cuando el precio de la vivienda cae (en China se está hundiendo el precio de la vivienda), el crecimiento de los depósitos se ralentiza (como está pasando en China), el mercado laboral da síntomas de haber alcanzado su máxima ocupación y se comienzan a ver ciertas fugas de capital. Por si esto fuera poco, el crecimiento nominal del PIB cayó al 5,8% en el primer trimestre". Sin embargo, por el momento no hay evidencia de un riesgo tangible. Según la Oficina Nacional de Estadísticas de China, el segundo trimestre de 2015 el PIB de este país creció 7%, el mismo ritmo registrado en los primeros tres meses del año y por encima de las estimaciones de los economistas (6,8 %), la producción industrial creció en junio 6,8 %, mientras que la inversión en renta fija aumentó 11,4 % en el primer semestre.
(El espectador, 26/7/15, en línea http://www.elespectador.com/noticias/economia/china-provocara-siguiente-gran-crisis-mundial-articulo-574988)
En el texto se dice que el PIB chino:
1 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan azules, los astros, a lo lejos.» 4 El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 7 En las noches como esta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. 10 Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 13 Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 16 La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. 19 Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 22 Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 25 De otro, será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 28 Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. 31 Aunque este sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo.
Pablo Neruda. Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
El vocablo «tiritan» (v.3) se puede sustituir, sin que signifique un cambio semántico, por
opositan.
Alcobaça Llegué desde Lisboa a la estación de Valado, ya de noche, y de Valado a Alcobaça me llevó un desvencijado cochecillo. Distraje el frío y la soledad imaginándome lo que sería aquel camino envuelto entonces en tinieblas: ¿por dónde vamos? Y fue en un hermoso amanecer de fines de noviembre, en verdadero veranillo de San Martín, cuando salí a ver el histórico monasterio de Alcobaça, cenobio de bernardos en un tiempo. Doraba el arrebol del alba las colinas, yendo yo derecho al monasterio, la fachada de cuya iglesia atraía mi anhelo. Esta fachada, severa, pero poco significativa, se abre a una gran plaza tendida a toda luz y todo aire. Al entrar en el templo, me envolvió una impresión de solemne soledad y desnudez. La nave, muy noble, flanqueada por sus dos filas de columnas desnudas y blancas; todo ello algo escueto y algo robusto. Allá, en el fondo, un retablo deplorable, con una gran bola azul estrellada y de la que irradian rayos dorados. Las naves laterales semejan desfiladeros. Y me encontraba solo, y rodeado de majestad, como bajo el manto de la Historia. Vagando fui a dar a la sala de los Reyes. Los de Portugal figuran en estatuas, a lo largo de sus paredes. En el centro, un papa y un obispo coronan a Alfonso Henriques, el fundador de la Monarquía, arrodillado entre ellos. Hay en la sala un gran calderón, que el inevitable guardián-cicerone, que acudió al oír resonar en la soledad pasos, me dijo haber sido tomado a los castellanos en Aljubarrota. Me asomé a su brocal; estaba vacío. De esta sala pasé al claustro de Don Dionís, hoy en restauración. Hermoso recinto, nobilísimo y melancólico. El agua de la fuente canta la soledad de la Historia entre las piedras mudas de recuerdos, y un pájaro cruza el pedazo de cielo limpio, de caída de otoño, cantando ¿quién sabe a qué? Las piedras se miran en la triste verdura del recinto. Y luego pasé a ver el otro claustro, más vivido, más casero, el llamado del Cardenal, donde hoy hay un cuartel de artillería. Todo el antiguo convento de monjes bernardos me lo enseñó un sencillo campesino con uniforme de soldado de artillería. El pobre mozo sólo veía allí el cuartel, sin saber nada de monjes. «Aquí hacemos el ejercicio, aquí es el picadero, aquí…», etc. En la puerta de lo que fue antaño biblioteca, decía aquello de los proverbios: viam sapientiae mostrabo, «te enseñaré el camino de la sabiduría». Y me la enseñó un recluta portugués, pero estaba vacía, y no era camino, sino sala. Quería luego enseñarme, ¡claro es!, las piezas, los cañones. Me volví a la iglesia, ahora con el guardián. Mostrome el altar en que se representa la muerte de San Bernardo, escena algo teatral, que parece de un gran nacimiento de cartón, de esos de Navidad, pero no sin su efecto. Un fraile pétreo llora eternamente, llevándose el blanco manto a los ojos, no sé si la muerte de su santo padre San Bernardo o la trágica historia de Inés de Castro. Porque enfrente de este altar cierra una pobrísima verja de madera la capilla en que descansan por fin los restos de la infortunada amante de Don Pedro I. Me llevó el guardián ante los túmulos de Don Pedro, de Inés y de sus hijos, y le pedí que se fuera dejándome solo. En mi vida olvidaré esta visita. En aquella severísima sala, entre la grave nobleza de la blanca piedra desnuda, a la luz apagada y difusa de una mañana de otoño, las brumas de la leyenda embozáronme el corazón. Una paz henchida de soledades parece acostarse en aquel eterno descansadero. Allí reposan para siempre los dos amantes, juguetes que fueron del hado trágico. Como aves agoreras veníanme a la memoria los alados versos de Camões al contemplar el túmulo de la
mísera e mesquinha que depois de ser morta foi rainha.
Porque el puro Amor que os corações humanos tanto abriga.
quiere, áspero y tirano, bañar sus aras en sangre humana.
Descansan en dos pétreos túmulos Pedro el duro, el cruel, el justiciero, el loco tal vez, y la linda Inés, y descansan de tal modo que si se incorporaran daríanse las caras y podrían otra vez más beberse uno al otro el amor en los ojos. Seis alados angelillos guardan y sostienen la yacente estatua de Inés, y otros seis, la de Don Pedro; a los pies de ella duerme uno de los tres perrillos que hubo allí en otro tiempo, y a los pies de él, un gran lebrel, símbolo de la fidelidad. La tumba de él sostiénenla leones; la de ella, leones también, pero con cabezas de monjes. En las tablas del sepulcro de Inés, la pasionaria, esclava del amor, escenas de la Pasión de Cristo, del que perdonaba a la que mucho pecó por haber amado mucho; en la tabla cabecera, la Crucifixión, y en la de los pies el Juicio Final, en cuyo cielo hay una mujer. Las tablas del sepulcro de Don Pedro nos enseñan el martirio de San Bartolomé. Él, Don Pedro, con cara plácida con cabello y barbas a la asiria, sostiene su dura espada sobre su pecho.
Y pesa allí el aire de tragedia.
Allí está lo que queda de aquel Don Pedro I de Portugal, un loco con intervalos lúcidos de justicia y economía, como de él dijo Herculano; aquel hombre, para quien fue una manía apasionada la justicia, y que hacía de verdugo por su mano. Él, el adúltero, odiaba con odio singular a los adúlteros. ¿Sería el remordimiento? Allí descansa de sus justicias, de sus nemródicas cacerías; allí descansa, sobre todo, de sus amores. Allí descansa el tirano plebeyo, a quien adoró su pueblo.
Cuando volvía en barcos de Almada a Lisboa, la plebe lisbonense salía a recibirle con danzas y trebejos. Desembarcaba e iba al frente de la turba, danzando al son de trompetas, como un rey David. Tales locuras apasionábanle tanto como su cargo de juez. Ciertas noches, en el palacio, perseguíale el insomnio; levantábase, llamaba a los trompeteros, mandaba encender antorchas, y helo por las calles, danzando y atronando todo con los berridos de las trompetas. Las gentes, que dormían, salían con espanto a las ventanas a ver lo que era. Era el rey. ¡Muy bien, muy bien! ¡Qué placer verle tan alegre!
Oliveira Martins. História de Portugal. libro II, capítulo III.
¿No recordáis la historia trágica de sus amores con Inés, que Camões, más que otro poeta, ha eternizado? Allá hacia 1340 fue la linda Inés de Castro, la gallega, a Portugal como dama de la infanta Constanza, la mujer de Pedro, el hijo de Alfonso VI. Y fue la «mujer fatal», que diría Camilo. El hado trágico les hizo enamorarse; aquel amor ch’a null amato amar perdona, como dijo el poeta de La Divina Comedia. Tuvieron frutos de los trágicos amores; intrigas de Corte y de plebe hicieron que el rey Alfonso mandara matar a su nuera, pues viudo de Constanza, Pedro casó luego en secreto con Inés, que fue apuñalada en Coimbra
As filhas do Mondego a morte escura longo tempo chorando memoraram, e, por memória eterna, em fonte pura as lágrimas choradas transformaram, o nome lhe puseram, que inda dura dos amores de Inês, que ali passaram. Vede que fresca fonte rega as flores, que lágrimas são a água e o nome Amores.
Os Lusíadas, canto III, 135.
Y cuando luego fue rey Pedro, cuenta la leyenda que mandó desenterrar a Inés y coronarla reina, y habiéndose apoderado de sus matadores, los torturó bárbaramente, viendo desde su palacio, mientras comía, en Santarém, cómo los quemaban. Y esto podéis leerlo en el viejo y encantador cronista Fernán Lopes, que nos lo cuenta todo homéricamente, con una tan animada sencillez, que es un encanto. Nos lo cuenta todo menos lo de la exhumación y coronamiento, que parece ser leyenda tardía, pero muy bella. Y en el fondo, de una altísima verdad trascendente.
Esa pobre Inés, que reinó después de morir… Y ¡de morir por haber amado con amor de fruto, con amor de vida! ¡Qué reino y qué reina!... Reina, sí, reina en el mundo de las trágicas leyendas, consuelo de la tragedia de la vida; reina con Iseo, la de Tristán; reina con Francesca, la de Paolo; reina con Isabel, la de Diego.
Miguel de Unamuno. Por tierras de Portugal y de España.
Según el texto,
el rey Alfonso VI presionado manda matar a la amante de su hijo.
Alcobaça Llegué desde Lisboa a la estación de Valado, ya de noche, y de Valado a Alcobaça me llevó un desvencijado cochecillo. Distraje el frío y la soledad imaginándome lo que sería aquel camino envuelto entonces en tinieblas: ¿por dónde vamos? Y fue en un hermoso amanecer de fines de noviembre, en verdadero veranillo de San Martín, cuando salí a ver el histórico monasterio de Alcobaça, cenobio de bernardos en un tiempo. Doraba el arrebol del alba las colinas, yendo yo derecho al monasterio, la fachada de cuya iglesia atraía mi anhelo. Esta fachada, severa, pero poco significativa, se abre a una gran plaza tendida a toda luz y todo aire. Al entrar en el templo, me envolvió una impresión de solemne soledad y desnudez. La nave, muy noble, flanqueada por sus dos filas de columnas desnudas y blancas; todo ello algo escueto y algo robusto. Allá, en el fondo, un retablo deplorable, con una gran bola azul estrellada y de la que irradian rayos dorados. Las naves laterales semejan desfiladeros. Y me encontraba solo, y rodeado de majestad, como bajo el manto de la Historia. Vagando fui a dar a la sala de los Reyes. Los de Portugal figuran en estatuas, a lo largo de sus paredes. En el centro, un papa y un obispo coronan a Alfonso Henriques, el fundador de la Monarquía, arrodillado entre ellos. Hay en la sala un gran calderón, que el inevitable guardián-cicerone, que acudió al oír resonar en la soledad pasos, me dijo haber sido tomado a los castellanos en Aljubarrota. Me asomé a su brocal; estaba vacío. De esta sala pasé al claustro de Don Dionís, hoy en restauración. Hermoso recinto, nobilísimo y melancólico. El agua de la fuente canta la soledad de la Historia entre las piedras mudas de recuerdos, y un pájaro cruza el pedazo de cielo limpio, de caída de otoño, cantando ¿quién sabe a qué? Las piedras se miran en la triste verdura del recinto. Y luego pasé a ver el otro claustro, más vivido, más casero, el llamado del Cardenal, donde hoy hay un cuartel de artillería. Todo el antiguo convento de monjes bernardos me lo enseñó un sencillo campesino con uniforme de soldado de artillería. El pobre mozo sólo veía allí el cuartel, sin saber nada de monjes. «Aquí hacemos el ejercicio, aquí es el picadero, aquí…», etc. En la puerta de lo que fue antaño biblioteca, decía aquello de los proverbios: viam sapientiae mostrabo, «te enseñaré el camino de la sabiduría». Y me la enseñó un recluta portugués, pero estaba vacía, y no era camino, sino sala. Quería luego enseñarme, ¡claro es!, las piezas, los cañones. Me volví a la iglesia, ahora con el guardián. Mostrome el altar en que se representa la muerte de San Bernardo, escena algo teatral, que parece de un gran nacimiento de cartón, de esos de Navidad, pero no sin su efecto. Un fraile pétreo llora eternamente, llevándose el blanco manto a los ojos, no sé si la muerte de su santo padre San Bernardo o la trágica historia de Inés de Castro. Porque enfrente de este altar cierra una pobrísima verja de madera la capilla en que descansan por fin los restos de la infortunada amante de Don Pedro I. Me llevó el guardián ante los túmulos de Don Pedro, de Inés y de sus hijos, y le pedí que se fuera dejándome solo. En mi vida olvidaré esta visita. En aquella severísima sala, entre la grave nobleza de la blanca piedra desnuda, a la luz apagada y difusa de una mañana de otoño, las brumas de la leyenda embozáronme el corazón. Una paz henchida de soledades parece acostarse en aquel eterno descansadero. Allí reposan para siempre los dos amantes, juguetes que fueron del hado trágico. Como aves agoreras veníanme a la memoria los alados versos de Camões al contemplar el túmulo de la
mísera e mesquinha que depois de ser morta foi rainha.
Porque el puro Amor que os corações humanos tanto abriga.
quiere, áspero y tirano, bañar sus aras en sangre humana.
Descansan en dos pétreos túmulos Pedro el duro, el cruel, el justiciero, el loco tal vez, y la linda Inés, y descansan de tal modo que si se incorporaran daríanse las caras y podrían otra vez más beberse uno al otro el amor en los ojos. Seis alados angelillos guardan y sostienen la yacente estatua de Inés, y otros seis, la de Don Pedro; a los pies de ella duerme uno de los tres perrillos que hubo allí en otro tiempo, y a los pies de él, un gran lebrel, símbolo de la fidelidad. La tumba de él sostiénenla leones; la de ella, leones también, pero con cabezas de monjes. En las tablas del sepulcro de Inés, la pasionaria, esclava del amor, escenas de la Pasión de Cristo, del que perdonaba a la que mucho pecó por haber amado mucho; en la tabla cabecera, la Crucifixión, y en la de los pies el Juicio Final, en cuyo cielo hay una mujer. Las tablas del sepulcro de Don Pedro nos enseñan el martirio de San Bartolomé. Él, Don Pedro, con cara plácida con cabello y barbas a la asiria, sostiene su dura espada sobre su pecho.
Y pesa allí el aire de tragedia.
Allí está lo que queda de aquel Don Pedro I de Portugal, un loco con intervalos lúcidos de justicia y economía, como de él dijo Herculano; aquel hombre, para quien fue una manía apasionada la justicia, y que hacía de verdugo por su mano. Él, el adúltero, odiaba con odio singular a los adúlteros. ¿Sería el remordimiento? Allí descansa de sus justicias, de sus nemródicas cacerías; allí descansa, sobre todo, de sus amores. Allí descansa el tirano plebeyo, a quien adoró su pueblo.
Cuando volvía en barcos de Almada a Lisboa, la plebe lisbonense salía a recibirle con danzas y trebejos. Desembarcaba e iba al frente de la turba, danzando al son de trompetas, como un rey David. Tales locuras apasionábanle tanto como su cargo de juez. Ciertas noches, en el palacio, perseguíale el insomnio; levantábase, llamaba a los trompeteros, mandaba encender antorchas, y helo por las calles, danzando y atronando todo con los berridos de las trompetas. Las gentes, que dormían, salían con espanto a las ventanas a ver lo que era. Era el rey. ¡Muy bien, muy bien! ¡Qué placer verle tan alegre!
Oliveira Martins. História de Portugal. libro II, capítulo III.
¿No recordáis la historia trágica de sus amores con Inés, que Camões, más que otro poeta, ha eternizado? Allá hacia 1340 fue la linda Inés de Castro, la gallega, a Portugal como dama de la infanta Constanza, la mujer de Pedro, el hijo de Alfonso VI. Y fue la «mujer fatal», que diría Camilo. El hado trágico les hizo enamorarse; aquel amor ch’a null amato amar perdona, como dijo el poeta de La Divina Comedia. Tuvieron frutos de los trágicos amores; intrigas de Corte y de plebe hicieron que el rey Alfonso mandara matar a su nuera, pues viudo de Constanza, Pedro casó luego en secreto con Inés, que fue apuñalada en Coimbra
As filhas do Mondego a morte escura longo tempo chorando memoraram, e, por memória eterna, em fonte pura as lágrimas choradas transformaram, o nome lhe puseram, que inda dura dos amores de Inês, que ali passaram. Vede que fresca fonte rega as flores, que lágrimas são a água e o nome Amores.
Os Lusíadas, canto III, 135.
Y cuando luego fue rey Pedro, cuenta la leyenda que mandó desenterrar a Inés y coronarla reina, y habiéndose apoderado de sus matadores, los torturó bárbaramente, viendo desde su palacio, mientras comía, en Santarém, cómo los quemaban. Y esto podéis leerlo en el viejo y encantador cronista Fernán Lopes, que nos lo cuenta todo homéricamente, con una tan animada sencillez, que es un encanto. Nos lo cuenta todo menos lo de la exhumación y coronamiento, que parece ser leyenda tardía, pero muy bella. Y en el fondo, de una altísima verdad trascendente.
Esa pobre Inés, que reinó después de morir… Y ¡de morir por haber amado con amor de fruto, con amor de vida! ¡Qué reino y qué reina!... Reina, sí, reina en el mundo de las trágicas leyendas, consuelo de la tragedia de la vida; reina con Iseo, la de Tristán; reina con Francesca, la de Paolo; reina con Isabel, la de Diego.
Miguel de Unamuno. Por tierras de Portugal y de España.
Según el texto,
la apolínea gallega Inés de Castro llegó a trabajar en la Corte de Portugal en 1340.
ALCONCHEL, José L. G. Introducción a la explicación lingüística de textos. Metodología y práctica de comentarios lingüísticos. 3ª ed. Madrid: Edinumen, 1993. p. 124.
En lo que se refiere a la connotación, señale la alternativa correcta:
1. Las variedades geográficas son. ( ) También llamadas “niveles de lengua o sociolectos”.
2. Los registros lingüísticos son. ( ) Diferencias diatópicas.
3. Las variantes sociales son. ( ) Las variedades funcionales o diafásicas
I. Se basan en la interactividad y la participación.
II. El alumnado se convierte en el protagonista del aprendizaje.
III. Publica de forma cronológica.
IV. Fomentan la lectura y la escritura.
( ) En toda Argentina la /n/ final de palabra es alveolar.
( ) En Buenos Aires/Litoral del Sur no existe la diferencia fonética entre /λ/ y /ǰ/.
( ) En Buenos Aires los hablantes rurales, la aspiración de /s/ final ocasiona un alargamiento de la vocal precedente.
( ) En Argentina las líquidas finales siempre están sometidas a neutralización u otra modificación.
El autor
se deleita con el canto de las aves al despertar.
1 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan azules, los astros, a lo lejos.» 4 El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 7 En las noches como esta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. 10 Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 13 Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 16 La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. 19 Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 22 Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 25 De otro, será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 28 Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. 31 Aunque este sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo.
Pablo Neruda. Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
El vocablo «la», en «guardarla» (v.15),
sustituye a la amada.
1 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan azules, los astros, a lo lejos.» 4 El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 7 En las noches como esta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. 10 Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 13 Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 16 La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. 19 Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 22 Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 25 De otro, será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 28 Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. 31 Aunque este sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo.
Pablo Neruda. Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
De acuerdo con el verso veinticinco, para el vate
ella está con otra persona.