La S con la Ch: ¡Schwarzenegger!
Un área clave del cerebro aprende a
identificar palabras de un vistazo - Un estudio
con ex guerrilleros revela cómo el
aprendizaje de la lectura cambia nuestra
mente.
Aprender a hablar es espontáneo en
nuestra especie, pero aprender a leer no: la
escritura se inventó hace sólo 5.000 años, y
no ha dado tiempo para que evolucione
un órgano mental de la lectura. Aprender a
leer es un modelo óptimo para estudiar los
mecanismos cerebrales del aprendizaje. Es
muy difícil estudiarlo en los niños, porque en
ellos todo el cerebro está cambiando por todo
tipo de razones. Un grupo de investigadores
españoles, británicos y colombianos dirigido
por Manuel Carreiras, director del Basque
Center on Cognition, Brain and Language
(BCBL) de San Sebastián, han salvado esa
dificultad de un modo ingenioso: usando ex
guerrilleros colombianos analfabetos que
estaban aprendiendo a leer. Han podido así
demostrar claros cambios estructurales y de
conectividad en las áreas lingüísticas del
cerebro.
"Tras décadas de lucha", dicen los
científicos, "algunos miembros de las fuerzas
guerrilleras han empezado a reintegrarse en
la sociedad colombiana, generando una
población considerable de adultos
analfabetos. Tras dejar las armas y volver a
la sociedad, algunos han tenido la
oportunidad de aprender a leer a los
veintitantos años, una situación ideal para
investigar los cambios cerebrales asociados
a aprender a leer".
Carreiras y sus colegas han examinado
por resonancia magnética (MRI) los cerebros
de 20 guerrilleros que justo habían
completado su programa de alfabetización en
español. Y los han comparado con los de
otros 22 guerrilleros que aún no habían
empezado el curso. Cinco áreas del córtex
cerebral muestran más materia gris en los
primeros. Dos de las áreas están implicadas
en el procesamiento de la información visual
y fonológica "de alto nivel". Las áreas
visuales del córtex forman una serie
jerárquica. La primera área recibe de la retina
un vulgar informe de luces y sombras, pero
entrega un mapa de fronteras entre luz y
sombra, clasificadas por su orientación
precisa. La siguiente recibe esas líneas y
entrega polígonos, que la otra convierte en
formas tridimensionales.
Un área recibe formas concretas (un
cubo visto en cierta orientación) y entrega
formas abstractas (un cubo visto
en cualquier orientación). Más arriba en esa
jerarquía hay pequeños grupos de neuronas
que significan "Bill Clinton" o "Halle Berry",
por citar dos ejemplos reales descubiertos
por Christof Koch, un neurocientífico de
Caltech (el instituto tecnológico de California).
El reconocimiento de las letras y las palabras
es otra de estas funciones de alto nivel. El
lenguaje, sin embargo, no evolucionó
asociado a la visión, sino al oído. Hasta hace
5.000 años, todo el lenguaje era hablado. El
aprendizaje de la lectura debe conectar de
algún modo la información visual -la forma de
las letras y las palabras- con un dispositivo
cerebral hecho para analizar sonidos, no
imágenes. De ahí el aumento de materia gris
en las áreas fonológicas del córtex cerebral.
Con todo, el efecto más notable ocurre
en otra zona relacionada con la semántica: el
giro angular, algo por detrás de la oreja.
También hay cambios en el cuerpo calloso, el
haz nervioso que conecta las dos mitades (hemisferios) del cerebro. En este caso no
crece la materia gris (los cuerpos de las
neuronas), sino la blanca (el conjunto de sus
axones). La interpretación más simple es que
estos axones extra provienen de los cuerpos
neuronales extra de las áreas occipitales. Es
decir, que aprender a leer no sólo agranda
esas áreas en ambos hemisferios, sino
también sus nexos entre un hemisferio y otro.
De hecho, Carreiras ha confirmado en
otros voluntarios - 10 ingleses adultos que
aprendieron a leer de niños- que el giro
angular (y el giro dorsal occipital) izquierdo
está fuertemente conectado con el derecho a
través del cuerpo calloso. Más aún: a través
de la misma zona precisa del cuerpo calloso
que antes. Los resultados son muy
específicos de la lectura. En un tercer
experimento, también con ingleses adultos
que aprendieron a leer de niños, los
científicos han comparado las zonas
cerebrales que se activan al leer y al
reconocer objetos. Los dos giros angulares,
izquierdo y derecho, aumentaron su
conectividad al leer, pero no al reconocer
objetos.
Los nuevos datos también descartan la
hipótesis predominante sobre la función del
giro angular. "La visión tradicional ha sido
que el giro angular actúa como un diccionario
que convierte las letras de una palabra en
sonidos y en significados", explica Carreiras.
"Pero nosotros mostramos ahora que su
función es más de carácter predictivo,
anticipando letras a partir del significado; es
similar a la función predictiva para los
mensajes del teléfono móvil".
Adaptado de
https://elpais.com/diario/2009/10/15/sociedad/1255557601_8
50215.html