En el texto 4A1-II, en su primer relato sobre un taller de l...

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Q1689540 Espanhol
Texto 4A1-II


    Siempre me ha llamado la atención la tendencia que tenemos los seres humanos a etiquetar, clasificar, poner a andar nuestros prejuicios antes de comprender al otro, escucharlo en su condición de otro. En cierto modo podrí-a decir que la escritura es el camino que encontré para intentar desarticular en mí los prejuicios que me asaltan con respecto a personas o asuntos, porque escribir (lo mismo que leer) es mirar intensamente y seguir en su transformación a un personaje en un camino que no sabemos hacia dónde nos llevará.
     Hace ya muchos años coordiné talleres de lectura con chicos encarcelados, un grupo de menores de entre 9 y 17 años. Mi mayor preocupación era encontrar algún tipo de literatura que les interesara. Me decidí por cuentos fuertes, donde aparecieran la pobreza y la violencia, porque me parecí-a que si ellos habían vivido esas experiencias, sus intereses serian bien diferentes de los de otros niños y jóvenes de esa edad. Era sin dudas un prejuicio. No funcionó. Y así seguí de un material a otro, a los tumbos, durante meses, hasta que un día descubrimos ellos y yo, de modo completamente azaroso, un punto de encuentro: los cuentos maravillosos. Maravillosos cuentos de amor entre príncipes y princesas.
     En el mismo sentido, otra experiencia, más reciente, en una escuela a la que fui invitada como escritora. Una escuela primaria, pública, en la que una docente muy entusiasta realiza un proyecto de lectura que incluye un diario de lector que los alumnos de quinto y sexto llevan durante los dos años que transitan con ella. La escena que nos compete: más de 60 alumnos sentados en el suelo, y yo frente a ellos en una silla, dispuestos todos a comenzar el diálogo. Me sorprenden los chicos, muy inquietos, pero especialmente uno de ellos, que pregunta cuestiones muy precisas sobre los libros. Es menudo, morocho, gracioso y tiene una trencita roja muy fina colgándole del pelo, supe después que tenía 11 años y que en algún momento había repetido curso. Me pregunta especialmente sobre uno de mis libros, El caballo de Chuang Tzu; cuando indago dice que trabaja para un señor que alquila caballos a los turistas. Le regalé un libro, un poco aparte, en secreto, porque no tenía libros para todos. Después, cuando el encuentro terminó, me quedé hablando con la vicedirectora, quien se lamentó por el niño que vení-a de una familia con muchos problemas y que por esa razón no aprendía. ¿No aprende?, pregunté sorprendida, ella contestó que el problema era la escritura, leer sí, pero tiene muchos problemas para escribir, y todo terminó en la palabra: pobrecito. Me pareció que un chico que era capaz de leer con entusiasmo, de relacionar lo que había leído con cuestiones de su vida, de hablar con soltura con la escritora que llegaba a la escuela, un chico que tenía esa vivacidad en la mirada, no merecía el adjetivo de pobrecito. Seguramente así lo comprendió la maestra, que cuando nos despedíamos me dijo: tiene tanto entusiasmo que cuando no viene lo extraño. Faltaba mucho, pero cuando le dije que lo extrañaba empezó a venir, fue como mágico.

¿De quién y para quién es un libro? Revista Cuatro Gatos.
Internet: <https://www.cuatrogatos.org> (con adaptaciones).
En el texto 4A1-II, en su primer relato sobre un taller de lectura, la autora narra su experiencia con jóvenes
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