Questões de Concurso
Sobre interpretação de texto | comprensión de lectura em espanhol
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Juzgue los siguientes ítems, relativos a ideas y aspectos lingüísticos del texto CB1A6BBB.
La sensación de que los robots son aterradores proviene de los
rasgos psicológicos que ellos, al parecer más reales,
comenzaron a tener.
La lengua no es un conjunto cerrado de conocimientos que el alumno tenga que memorizar, sino una herramienta comunicativa útil para conseguir cosas: pedir un café en un bar, leer el periódico, expresar los sentimientos, pedir información, mostrar amabilidad, etc. La acción concreta con la que se consigue algún objetivo se llama acto de habla y consiste en la codificación o decodificación de un texto lingüístico. El conjunto completo de actos de habla es el conjunto de cosas que pueden conseguirse con la lengua y puede clasificarse con grandes grupos genéricos de funciones: saludar, pedir turno para hablar, excusarse, expresar la opinión, etc. Estas funciones se relacionan con los recursos lingüísticos correspondientes (las nociones): léxico, estructuras, conceptos abstractos, etc. y constituyen los contenidos y los objetivos de un curso comunicativo de lengua.
Internet: ‹www.upf.edu› (con adaptaciones).
Según el texto de arriba,
Eso causa una interferencia que ocasiona rasgos gramaticales distintos. Sobre las variedades gramaticales del español de España, analice y marque la correcta:
Texto para la cuestione.
Koolhaas: la lucha del mejor arquitecto del mundo
Lo ves y sabes que se trata de un tipo duro. Alto. Flaco de huesos por fuera. Los hombros a ratos muy juntos, como generando un check point para proteger la cabeza. Y ésta pelada, bruñida por muchos insomnios y una existencia en aviones, con algunas puntas de pelo cano que le asoman por la rampa de los parietales. A ratos parece un molde de Gargamel, con nariz de pico de quetzal y los ojos azules y listísimos que todo lo cuestionan con ansiedad analítica, apoyados en un sillar de ojeras. Camina impulsado por un cierto vaivén de gigantón que carga la espalda hacia delante. Podría parecer que está totalmente loco. O que es inmensamente cuerdo. O nada de todo esto y sencillamente alguien que piensa de otro modo armando ideas con materiales que nadie sospecha que sirven también para lo que él hace. Representa al arquitecto global de las dos últimas décadas, el teórico más influyente de la arquitectura contemporánea. Camadas de estudiantes lo adoran como a un buda sin grasa y atienden sus desafíos como quien aguarda el Juicio Final. Tiene modales de filósofo que se escapa por las costuras de las teorías y a veces habla de hormigones prensados y otras del espliego, del campo.
No empezó pensando en cómo levantar edificios emblemáticos, sino que casi aún de arrapiezo las mejores descargas le llegaron ejerciendo el periodismo cultural. Entrevistó a Fellini para el Haagse Post de Ámsterdam, semanario en el que trabajaba. Tenía veintiún años. Poco después publicó otra conversación con Le Corbusier. Considera estas páginas dos de sus ochomiles. Entendía el periódico como una arquitectura. Y lo amaba casi tanto como al cine, que era entonces la otra mitad de su pasión. Formó parte del colectivo 1,2,3 Group, donde Rem Koolhaas especulaba con revoluciones y saltos al vacío junto a cinco amigos. Llegaron a rodar una película, The White Slave, y como guionista casi abre mercado con un trabajo que le contrató el director Russ Meyer, aunque no se llegó a rodar. Algo parecido a un guion de porno blando. Y cuando todo apuntaba con claridad hacia el cine, pegó un volantazo, marchó a Londres y se matriculó en la Architectural Association, donde estudió cinco años. La culpa de abandonar los rodajes por la arquitectura fue de un viaje a Moscú en 1967. Allí descubrió el diseño futurista y la utopía constructiva soviética de la década de los 20. Se le disparó la sangre a la cabeza
«Sigo siendo un periodista. Es una condición que no he querido ni he podido perder». Lo del periodismo lo repite en la conversación varias veces. Le debe mucho al oficio. Sabe manejar sus propios titulares. Sabe editorializar su talento. Sabe resumir. Sabe encantar. Sabe partirse y negociar la otra mitad. Es un tipo al que la arquitectura le permite enredarse en discusiones complejísimas que trascienden la arquitectura. Ahora la política centra buena parte de sus preocupaciones, las consecuencias del Brexit para Europa y Gran Bretaña, la alarma de que su país, Holanda, asuma el mismo atajo... Y en décimas de segundo habla de la belleza de los tractores computarizados, de las bondades del paisaje, del sistema de ventilación de un rascacielos en el Golfo Pérsico y de la hermosa armonía que da sentido al caos de las megaurbes de Asia.
«La política es una de mis máximas preocupaciones. Nunca me ha interesado tanto dar forma a algo como saber que ese algo es una manera de intervención en la sociedad. Estamos tan convencidos de que nuestro sistema de valores es el correcto que ya no sabemos acercarnos a otros ámbitos que exigen códigos distintos a los nuestros para entablar una negociación. Hasta ahora no hemos sabido más que pactar con nosotros mismos». En la entrevista no hay cortesías. Todo va rápido y sin rodeos. No es un hombre que entre en la categoría de los inofensivos.
«A Rem le gusta la incertidumbre. Rem ha cambiado tres veces el horario de su vuelo en esta misma mañana. Rem es impredecible». Son algunas de las frases más repetidas en los quince días previos al encuentro que mantuvo con PAPEL durante su fugaz estancia en España como estrella mundial del IV Congreso Internacional de Arquitectura que organiza la Fundación Arquitectura y Sociedad en Pamplona. «Rem es difícil. Rem no sonríe nunca. Rem, si accede, sólo podrá atenderte diez minutos. Rem. Rem. Rem». Para llegar a Koolhaas hay que aceptar que la línea recta no es la distancia más corta entre dos puntos. Para algo es un exvoto de la ultramodernidad y sabe desplegar la penumbra de los talentos contradictorios. Tiene desde el año 2000 el Premio Pritzker.
El Mundo (con adaptaciones).
De acuerdo con el texto, la tonalidad mate de la parte superior del cuerpo del entrevistado se debe
al poco cabello que le resta.
Texto para la cuestione.
Koolhaas: la lucha del mejor arquitecto del mundo
Lo ves y sabes que se trata de un tipo duro. Alto. Flaco de huesos por fuera. Los hombros a ratos muy juntos, como generando un check point para proteger la cabeza. Y ésta pelada, bruñida por muchos insomnios y una existencia en aviones, con algunas puntas de pelo cano que le asoman por la rampa de los parietales. A ratos parece un molde de Gargamel, con nariz de pico de quetzal y los ojos azules y listísimos que todo lo cuestionan con ansiedad analítica, apoyados en un sillar de ojeras. Camina impulsado por un cierto vaivén de gigantón que carga la espalda hacia delante. Podría parecer que está totalmente loco. O que es inmensamente cuerdo. O nada de todo esto y sencillamente alguien que piensa de otro modo armando ideas con materiales que nadie sospecha que sirven también para lo que él hace. Representa al arquitecto global de las dos últimas décadas, el teórico más influyente de la arquitectura contemporánea. Camadas de estudiantes lo adoran como a un buda sin grasa y atienden sus desafíos como quien aguarda el Juicio Final. Tiene modales de filósofo que se escapa por las costuras de las teorías y a veces habla de hormigones prensados y otras del espliego, del campo.
No empezó pensando en cómo levantar edificios emblemáticos, sino que casi aún de arrapiezo las mejores descargas le llegaron ejerciendo el periodismo cultural. Entrevistó a Fellini para el Haagse Post de Ámsterdam, semanario en el que trabajaba. Tenía veintiún años. Poco después publicó otra conversación con Le Corbusier. Considera estas páginas dos de sus ochomiles. Entendía el periódico como una arquitectura. Y lo amaba casi tanto como al cine, que era entonces la otra mitad de su pasión. Formó parte del colectivo 1,2,3 Group, donde Rem Koolhaas especulaba con revoluciones y saltos al vacío junto a cinco amigos. Llegaron a rodar una película, The White Slave, y como guionista casi abre mercado con un trabajo que le contrató el director Russ Meyer, aunque no se llegó a rodar. Algo parecido a un guion de porno blando. Y cuando todo apuntaba con claridad hacia el cine, pegó un volantazo, marchó a Londres y se matriculó en la Architectural Association, donde estudió cinco años. La culpa de abandonar los rodajes por la arquitectura fue de un viaje a Moscú en 1967. Allí descubrió el diseño futurista y la utopía constructiva soviética de la década de los 20. Se le disparó la sangre a la cabeza
«Sigo siendo un periodista. Es una condición que no he querido ni he podido perder». Lo del periodismo lo repite en la conversación varias veces. Le debe mucho al oficio. Sabe manejar sus propios titulares. Sabe editorializar su talento. Sabe resumir. Sabe encantar. Sabe partirse y negociar la otra mitad. Es un tipo al que la arquitectura le permite enredarse en discusiones complejísimas que trascienden la arquitectura. Ahora la política centra buena parte de sus preocupaciones, las consecuencias del Brexit para Europa y Gran Bretaña, la alarma de que su país, Holanda, asuma el mismo atajo... Y en décimas de segundo habla de la belleza de los tractores computarizados, de las bondades del paisaje, del sistema de ventilación de un rascacielos en el Golfo Pérsico y de la hermosa armonía que da sentido al caos de las megaurbes de Asia.
«La política es una de mis máximas preocupaciones. Nunca me ha interesado tanto dar forma a algo como saber que ese algo es una manera de intervención en la sociedad. Estamos tan convencidos de que nuestro sistema de valores es el correcto que ya no sabemos acercarnos a otros ámbitos que exigen códigos distintos a los nuestros para entablar una negociación. Hasta ahora no hemos sabido más que pactar con nosotros mismos». En la entrevista no hay cortesías. Todo va rápido y sin rodeos. No es un hombre que entre en la categoría de los inofensivos.
«A Rem le gusta la incertidumbre. Rem ha cambiado tres veces el horario de su vuelo en esta misma mañana. Rem es impredecible». Son algunas de las frases más repetidas en los quince días previos al encuentro que mantuvo con PAPEL durante su fugaz estancia en España como estrella mundial del IV Congreso Internacional de Arquitectura que organiza la Fundación Arquitectura y Sociedad en Pamplona. «Rem es difícil. Rem no sonríe nunca. Rem, si accede, sólo podrá atenderte diez minutos. Rem. Rem. Rem». Para llegar a Koolhaas hay que aceptar que la línea recta no es la distancia más corta entre dos puntos. Para algo es un exvoto de la ultramodernidad y sabe desplegar la penumbra de los talentos contradictorios. Tiene desde el año 2000 el Premio Pritzker.
El Mundo (con adaptaciones).
De acuerdo con el texto, la tonalidad mate de la parte superior del cuerpo del entrevistado se debe
a las muchas horas que él pasa volando.
Texto para la cuestione.
Koolhaas: la lucha del mejor arquitecto del mundo
Lo ves y sabes que se trata de un tipo duro. Alto. Flaco de huesos por fuera. Los hombros a ratos muy juntos, como generando un check point para proteger la cabeza. Y ésta pelada, bruñida por muchos insomnios y una existencia en aviones, con algunas puntas de pelo cano que le asoman por la rampa de los parietales. A ratos parece un molde de Gargamel, con nariz de pico de quetzal y los ojos azules y listísimos que todo lo cuestionan con ansiedad analítica, apoyados en un sillar de ojeras. Camina impulsado por un cierto vaivén de gigantón que carga la espalda hacia delante. Podría parecer que está totalmente loco. O que es inmensamente cuerdo. O nada de todo esto y sencillamente alguien que piensa de otro modo armando ideas con materiales que nadie sospecha que sirven también para lo que él hace. Representa al arquitecto global de las dos últimas décadas, el teórico más influyente de la arquitectura contemporánea. Camadas de estudiantes lo adoran como a un buda sin grasa y atienden sus desafíos como quien aguarda el Juicio Final. Tiene modales de filósofo que se escapa por las costuras de las teorías y a veces habla de hormigones prensados y otras del espliego, del campo.
No empezó pensando en cómo levantar edificios emblemáticos, sino que casi aún de arrapiezo las mejores descargas le llegaron ejerciendo el periodismo cultural. Entrevistó a Fellini para el Haagse Post de Ámsterdam, semanario en el que trabajaba. Tenía veintiún años. Poco después publicó otra conversación con Le Corbusier. Considera estas páginas dos de sus ochomiles. Entendía el periódico como una arquitectura. Y lo amaba casi tanto como al cine, que era entonces la otra mitad de su pasión. Formó parte del colectivo 1,2,3 Group, donde Rem Koolhaas especulaba con revoluciones y saltos al vacío junto a cinco amigos. Llegaron a rodar una película, The White Slave, y como guionista casi abre mercado con un trabajo que le contrató el director Russ Meyer, aunque no se llegó a rodar. Algo parecido a un guion de porno blando. Y cuando todo apuntaba con claridad hacia el cine, pegó un volantazo, marchó a Londres y se matriculó en la Architectural Association, donde estudió cinco años. La culpa de abandonar los rodajes por la arquitectura fue de un viaje a Moscú en 1967. Allí descubrió el diseño futurista y la utopía constructiva soviética de la década de los 20. Se le disparó la sangre a la cabeza
«Sigo siendo un periodista. Es una condición que no he querido ni he podido perder». Lo del periodismo lo repite en la conversación varias veces. Le debe mucho al oficio. Sabe manejar sus propios titulares. Sabe editorializar su talento. Sabe resumir. Sabe encantar. Sabe partirse y negociar la otra mitad. Es un tipo al que la arquitectura le permite enredarse en discusiones complejísimas que trascienden la arquitectura. Ahora la política centra buena parte de sus preocupaciones, las consecuencias del Brexit para Europa y Gran Bretaña, la alarma de que su país, Holanda, asuma el mismo atajo... Y en décimas de segundo habla de la belleza de los tractores computarizados, de las bondades del paisaje, del sistema de ventilación de un rascacielos en el Golfo Pérsico y de la hermosa armonía que da sentido al caos de las megaurbes de Asia.
«La política es una de mis máximas preocupaciones. Nunca me ha interesado tanto dar forma a algo como saber que ese algo es una manera de intervención en la sociedad. Estamos tan convencidos de que nuestro sistema de valores es el correcto que ya no sabemos acercarnos a otros ámbitos que exigen códigos distintos a los nuestros para entablar una negociación. Hasta ahora no hemos sabido más que pactar con nosotros mismos». En la entrevista no hay cortesías. Todo va rápido y sin rodeos. No es un hombre que entre en la categoría de los inofensivos.
«A Rem le gusta la incertidumbre. Rem ha cambiado tres veces el horario de su vuelo en esta misma mañana. Rem es impredecible». Son algunas de las frases más repetidas en los quince días previos al encuentro que mantuvo con PAPEL durante su fugaz estancia en España como estrella mundial del IV Congreso Internacional de Arquitectura que organiza la Fundación Arquitectura y Sociedad en Pamplona. «Rem es difícil. Rem no sonríe nunca. Rem, si accede, sólo podrá atenderte diez minutos. Rem. Rem. Rem». Para llegar a Koolhaas hay que aceptar que la línea recta no es la distancia más corta entre dos puntos. Para algo es un exvoto de la ultramodernidad y sabe desplegar la penumbra de los talentos contradictorios. Tiene desde el año 2000 el Premio Pritzker.
El Mundo (con adaptaciones).
De acuerdo con el texto, la tonalidad mate de la parte superior del cuerpo del entrevistado se debe
a sus pocas horas de sueño.
Texto para la cuestione.
Koolhaas: la lucha del mejor arquitecto del mundo
Lo ves y sabes que se trata de un tipo duro. Alto. Flaco de huesos por fuera. Los hombros a ratos muy juntos, como generando un check point para proteger la cabeza. Y ésta pelada, bruñida por muchos insomnios y una existencia en aviones, con algunas puntas de pelo cano que le asoman por la rampa de los parietales. A ratos parece un molde de Gargamel, con nariz de pico de quetzal y los ojos azules y listísimos que todo lo cuestionan con ansiedad analítica, apoyados en un sillar de ojeras. Camina impulsado por un cierto vaivén de gigantón que carga la espalda hacia delante. Podría parecer que está totalmente loco. O que es inmensamente cuerdo. O nada de todo esto y sencillamente alguien que piensa de otro modo armando ideas con materiales que nadie sospecha que sirven también para lo que él hace. Representa al arquitecto global de las dos últimas décadas, el teórico más influyente de la arquitectura contemporánea. Camadas de estudiantes lo adoran como a un buda sin grasa y atienden sus desafíos como quien aguarda el Juicio Final. Tiene modales de filósofo que se escapa por las costuras de las teorías y a veces habla de hormigones prensados y otras del espliego, del campo.
No empezó pensando en cómo levantar edificios emblemáticos, sino que casi aún de arrapiezo las mejores descargas le llegaron ejerciendo el periodismo cultural. Entrevistó a Fellini para el Haagse Post de Ámsterdam, semanario en el que trabajaba. Tenía veintiún años. Poco después publicó otra conversación con Le Corbusier. Considera estas páginas dos de sus ochomiles. Entendía el periódico como una arquitectura. Y lo amaba casi tanto como al cine, que era entonces la otra mitad de su pasión. Formó parte del colectivo 1,2,3 Group, donde Rem Koolhaas especulaba con revoluciones y saltos al vacío junto a cinco amigos. Llegaron a rodar una película, The White Slave, y como guionista casi abre mercado con un trabajo que le contrató el director Russ Meyer, aunque no se llegó a rodar. Algo parecido a un guion de porno blando. Y cuando todo apuntaba con claridad hacia el cine, pegó un volantazo, marchó a Londres y se matriculó en la Architectural Association, donde estudió cinco años. La culpa de abandonar los rodajes por la arquitectura fue de un viaje a Moscú en 1967. Allí descubrió el diseño futurista y la utopía constructiva soviética de la década de los 20. Se le disparó la sangre a la cabeza
«Sigo siendo un periodista. Es una condición que no he querido ni he podido perder». Lo del periodismo lo repite en la conversación varias veces. Le debe mucho al oficio. Sabe manejar sus propios titulares. Sabe editorializar su talento. Sabe resumir. Sabe encantar. Sabe partirse y negociar la otra mitad. Es un tipo al que la arquitectura le permite enredarse en discusiones complejísimas que trascienden la arquitectura. Ahora la política centra buena parte de sus preocupaciones, las consecuencias del Brexit para Europa y Gran Bretaña, la alarma de que su país, Holanda, asuma el mismo atajo... Y en décimas de segundo habla de la belleza de los tractores computarizados, de las bondades del paisaje, del sistema de ventilación de un rascacielos en el Golfo Pérsico y de la hermosa armonía que da sentido al caos de las megaurbes de Asia.
«La política es una de mis máximas preocupaciones. Nunca me ha interesado tanto dar forma a algo como saber que ese algo es una manera de intervención en la sociedad. Estamos tan convencidos de que nuestro sistema de valores es el correcto que ya no sabemos acercarnos a otros ámbitos que exigen códigos distintos a los nuestros para entablar una negociación. Hasta ahora no hemos sabido más que pactar con nosotros mismos». En la entrevista no hay cortesías. Todo va rápido y sin rodeos. No es un hombre que entre en la categoría de los inofensivos.
«A Rem le gusta la incertidumbre. Rem ha cambiado tres veces el horario de su vuelo en esta misma mañana. Rem es impredecible». Son algunas de las frases más repetidas en los quince días previos al encuentro que mantuvo con PAPEL durante su fugaz estancia en España como estrella mundial del IV Congreso Internacional de Arquitectura que organiza la Fundación Arquitectura y Sociedad en Pamplona. «Rem es difícil. Rem no sonríe nunca. Rem, si accede, sólo podrá atenderte diez minutos. Rem. Rem. Rem». Para llegar a Koolhaas hay que aceptar que la línea recta no es la distancia más corta entre dos puntos. Para algo es un exvoto de la ultramodernidad y sabe desplegar la penumbra de los talentos contradictorios. Tiene desde el año 2000 el Premio Pritzker.
El Mundo (con adaptaciones).
De acuerdo con el texto, la tonalidad mate de la parte superior del cuerpo del entrevistado se debe
a que él echa, de vez en cuando, una cana al aire.
En «recogió la suficiente para hartarse» (l. 53 y 54), el vocablo «la»,
sustituye la angustia que Rosendo llevava consigo.
Rubén Darío. Mis primeros versos. Internet: http://mypage.direct.ca (con adaptaciones).
Al escribir, el narrador siente mucha satisfacción personal.
Rubén Darío. Mis primeros versos. Internet: http://mypage.direct.ca (con adaptaciones).
El género de escritura que el narrador escribe es poesía.
Rubén Darío. Mis primeros versos. Internet: http://mypage.direct.ca (con adaptaciones).
Cuando el narrador comenzó a escribir por primera vez, quería publicar rápidamente sus versos.
Con respecto a las ideas del texto, juzgue el ítem siguiente.
Con respecto a las ideas del texto, juzgue el ítem siguiente.
Con respecto a las ideas del texto, juzgue el ítem siguiente.
El Mercurio / Chile
Lunes, 22 de Febrero de 2010
En los próximos años, el calentamiento global y su efecto sobre el clima tendrán un duro impacto sobre los precios de los
alimentos y el hambre en el mundo, afirmó un estudio presentado este fin de semana en la reunión anual de la Asociación
Estadounidense para el Avance de las Ciencias (AAAS, su sigla en inglés), en San Diego, California. Pero así como sus
consecuencias serán especialmente duras para muchos sectores, habrá otros que resultarán beneficiados por la situación, indicó
el estudio realizado por científicos del Programa de Seguridad Alimentaria y Ambiente de la Universidad de Stanford (California).
Según los investigadores, las temperaturas más altas podrían reducir de manera considerable la producción de trigo, arroz
y maíz, ingredientes básicos en la dieta de millones de personas que subsisten con un ingreso de menos de un dólar diario. La
escasez resultante de esas cosechas probablemente empuje al alza los precios de los alimentos y aumente la pobreza de amplios
sectores. Sin embargo, otros grupos, especialmente de agricultores, saldrán de la pobreza como consecuencia del alza de precios
de los alimentos básicos que producen, según David Lobell, experto en asuntos agrícolas de Stanford. "El impacto sobre la
pobreza no depende sólo de los precios de los alimentos, sino también de los ingresos que tiene la gente pobre". Según el
científico, la mayoría de las proyecciones dan por sentado que con el alza de los alimentos se incrementará paralelamente la
pobreza, porque las personas de escasos recursos gastan la mayor parte de sus ingresos en esos alimentos. Sin embargo, señaló,
"hay algunos que cultivan su propia tierra y en realidad resultarán beneficiados de los mayores precios de los alimentos". Un efecto
que alza de 1,5 grado en la temperatura en los próximos 20 años provocaría una baja en la productividad agrícola de 10 a 20%, y
un aumento de 10 a 60% en los precios del arroz, el trigo y el maíz.
(http://blogs.elmercurio.com/cienciaytecnologia/2010/02/22/el-cambio-climatico-tendra-efe.asp)