Questões de Espanhol - Significação Contextual de Palavras e Expressões | Significacción Contextual de Palabras y Expresiones para Concurso
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El español Mario Costeja encarnó la paradoja de esta época al conquistar el “derecho al olvido” y, por ello, ser más recordado que nunca. El abogado se quejaba de que, al teclear su nombre en Google, encontraba destacado un texto que manchaba su reputación. Era una página del periódico La Vanguardia, publicada en 1998, que relacionaba su nombre con la subasta de una propiedad por deudas con el Gobierno. Pidió que los enlaces a la noticia fueran eliminados, pero tanto el periódico como Google rechazaron la solicitud. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea determinó que buscadores como Google deberán permitir que las personas sean “olvidadas” cuando las informaciones ya superadas de su pasado sean consideradas lesivas o sin relevancia. Pero abre un precedente, tal vez peligroso, y una discusión fascinante. ¿Tenemos derecho a ser olvidados?
Las identidades se construyen en el relacionamiento del “yo” con el “otro”, del “nosotros” con los “otros”. De la misma manera que no tendría sentido un idioma exclusivo para sí, comprensible solamente por uno mismo, tampoco tendría validez una identidad aislada de los otros, una identidad exclusiva para sí mismo, si es que se pudiera realizar tal cosa. La identidad personal y la identidad social se construyen para estar presentes en el mundo con personalidad propia y gracias a estar en el mundo, gracias o a pesar de los otros, recibiendo-dandoparticipando de otras identidades. Resultado: diversidad de identidades y pluriidentidad personal y social. Entonces, aportar su singularidad al mundo es un acto vital para participar de él creando, para defender su espacio de libertad de las tendencias dominadoras y para posibilitar el diálogo y la cooperación con otras identidades compartiendo lo nuestro y recibiendo lo ajeno, lo que hace factible no solamente el enriquecimiento mutuo, sino también la pluriidentidad, fenómeno mucho más común de lo que estamos a admitir.
La Real Academia Española (RAE) considera que una lengua es “un sistema de comunicación verbal propio de una comunidad humana y que cuenta generalmente con escritura”. Y de un dialecto dice que es una “variedad de un idioma que no alcanza la categoría social de lengua”. Esa definición ha dado pie a que los dialectos sean considerados por muchos como un estilo de habla inferior y sin reconocimiento oficial. Pero los lingüistas no le atribuyen al término dialecto ninguna carga negativa. Para los especialistas, un dialecto es simplemente una variedad de lengua compartida por una comunidad, la forma que tenemos de hablar una lengua.
Veintidós años después volví a ver a Margarito Duarte. Apareció de pronto en una de las callecitas secretas del Trastévere, y me costó trabajo reconocerlo a primera vista por su castellano difícil y su buen talante de romano antiguo. Tenía el cabello blanco y escaso, y no le quedaban rastros de la conducta lúgubre y las ropas funerarias de letrado andino con que había venido a Roma por primera vez, pero en el curso de la conversación fui rescatándolo poco a poco de las perfidias de sus años y volvía a verlo como era: sigiloso, imprevisible, y de una tenacidad de picapedrero. Antes de la segunda taza de café en uno de nuestros bares de otros tiempos, me atreví a hacerle la pregunta que me carcomía por dentro.
Lea al microrrelato "Celebración de la fantasia" para contestar la cuestione.
Celebración de la fantasia
Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca de Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un nino del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, porque la estaba usando en no sé qué aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.
Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quien una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaban los que pedían un fantasma o un dragón.
Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muneca:
-Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo.
-Y ¿anda bien? -le pregunté.
-Atrasa un poco -reconoció.
(Eduardo Galeano. El libro de los abrazos, Barcelona, RBA, 1995, pág. 22. Disponível em: https://narrativabreve.com/2013Z11/cuento-breve-eduardo-galeano-celebracion-fantasia.html).
No podía darle la lapicera que tenía, porque la estaba usando en no sé qué aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.
Las palabras subrayadas podrían ser sustituidas, sin perjudicar la semántica del texto, por: