Questões de Concurso
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Patrícia Hill Collins (2000) tem questionado critérios usuais de validação científica. Rejeita a visão que absolutiza a distância entre um sujeito pesquisador e seu “objeto”, se afastando da perspectiva de uma ciência axiologicamente neutra, na qual a ética e os valores são vistos como inapropriados ao processo de conhecer. Sua análise enfatiza que os sistemas de raça e etnia, classe social, gênero e sexualidade, entre outros, formam características mutuamente construtivas da organização social. A qual paradigma se vincula o quadro interpretativo da autora?
“A obra de Guerreiro Ramos é marcada pela crítica ao pensamento imitativo que caracterizaria a sociologia brasileira, segundo ele propensa à importação acrítica de ideias e teorias europeias e norte-americanas. Guerreiro Ramos utilizou-se do conceito de _______________ para descrever o processo pelo qual os cientistas sociais do Terceiro Mundo podem apropriar-se de forma criativa dessas teorias ao evidenciarem os seus contextos históricos de produção. Essa foi sua grande contribuição para o pensamento social brasileiro” (MAIA, 2021, p. 20).
Assinale a alternativa que preenche corretamente a lacuna do trecho acima.
No ano de 2003, a Sociedade Brasileira de Sociologia (SBS) criou o Prêmio Florestan Fernandes, fazendo referência permanente à memória do eminente sociólogo por meio da homenagem bienal rendida a destacados pesquisadores brasileiros na área. Em relação à vasta contribuição sociológica de Florestan Fernandes para a interpretação da sociedade, é INCORRETO afirmar que:
De acordo com a abordagem de Pierre Bourdieu e outros (2015), na obra “Ofício de sociólogo”, analise as seguintes asserções e a relação proposta entre elas:
I. A vigilância epistemológica impõe-se, particularmente, no caso das ciências do homem nas quais a separação entre a opinião comum e o discurso científico é mais imprecisa que alhures.
PORQUE
II. A familiaridade com o universo social constitui, para o sociólogo, o obstáculo epistemológico por excelência.
A respeito dessas asserções, assinale a alternativa correta.
Relacione a Coluna 1 à Coluna 2, associando os agentes físicos e as situações de exposição que oferecem riscos à saúde dos trabalhadores expostos.
Coluna 1
1. Ruído.
2. Vibrações.
3. Radiações ionizantes.
4. Radiações não ionizantes.
Coluna 2
( ) Serviços de saúde, utilização de raio-X industrial.
( ) Utilização de marteletes pneumáticos; tratores.
( ) Caldeiras, prensas, serras, rebitagem, utilização de martelos pneumáticos, fiação e tecelagem, aeroportos.
( ) Solda elétrica, trabalhos ao sol, radares.
A ordem correta de preenchimento dos parênteses, de cima para baixo, é:
Sobre a ação do fogo sobre os componentes do concreto, analise as assertivas abaixo:
I. Quando o concreto é aquecido lentamente, não são desenvolvidos grandes gradientes térmicos e, portanto, não há degradação imediata do material como fissuração e descamação. Mas a ausência de fissuras pode impedir a liberação da água do interior da massa de concreto, havendo possibilidade de ocorrer lascamento explosivo.
II. A elevação gradual de temperatura provoca efeitos distintos no concreto e nas argamassas, verificando-se alteração na coloração, perda de resistência mecânica, esfarelamento superficial, fissuração até a própria desintegração da estrutura.
III. O aumento do teor de umidade do concreto pode aumentar a sua condutividade, sendo que, a temperaturas elevadas, ocorre uma redução da mesma.
IV. A probabilidade de lascamentos durante um incêndio aumenta com a esbeltez de elementos estruturais e a ocorrência de altas tensões de compressão na seção ao longo de um incêndio.
Quais estão corretas?
Sobre Sistemas de Gestão da Segurança e Saúde no Trabalho (SST), analise as perguntas abaixo:
Assinale a alternativa que contém, correta e respectivamente, as respostas para as perguntas acima.
De acordo com a teoria sobre os fatores humanos, analise a seguinte assertiva: São atitudes de exposição ao risco de acidente de trabalho adotadas pelos trabalhadores de forma consciente ou não. Essa é a definição de qual termo?
Os triângulos de acidentes são representações gráficas confeccionadas por meio de dados, comumente utilizadas no intuito de estabelecer a relação numérica entre os acidentes de trabalho, de acordo com a sua consequência, em diversos níveis. Observe as representações a seguir:
Figura 1 – Modelo de triângulo de Acidentes (Health and Safety Executive, 1993)
Figura 2 – Modelos de triângulo de Heirich e de Bird (Estudos citados pela FUNDACENTRO em 1981)
Figura 3 – Modelos de triângulo de Andreoni e da Health And Safety Comission (1992).
Assinale a alternativa correta quanto à conclusão da análise dos gráficos.
Instrucciones: Las cuestiones de números 31 a 60 se refieren al texto abajo.
Las cartas de amor
Por Eduardo Galeano
- Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores,
- casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. A ellos lo
- que les pasó fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio
- a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:
- —“ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión”.
- Se acercó a la mesa y dijo:
- —“¿Me permite?”
- —“Por supuesto”.
- Esto solo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general
- cuando dices:
- —“Me permites”, dicen
- —“De qué”
- A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá
- que inventar otra historia en la que ella le dice “De qué”, en este caso ella lo invitó a él para que
- se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de qué hablar,
- —“¿y qué lees?”
- Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, mal empezamos,
- mal, muy mal, por ahí no.
- —“Pues bonito día”
- Pero enseguida empezaron a profundizar, porque ella dijo
- —“Sí, la verdad es que hace un bonito día”.
- Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y
- fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó una que otra mentira, que
- era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde,
- cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola. Por entonces ya
- estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían
- gustos cinematográficos, y por eso él le dijo
- —“Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella?” y ella
- —“No”,
- —“Oye quedamos el fin de semana”,
- —“Vale”.
- Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que
- él rompía a llorar en cada escena en la que aparecía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció,
- yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en lo
- musical, y le dijo:
- —“Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano”,
- —“Ismael qué?”,
- —“Pero a ti te gustan los cantautores?”,
- —“Los de verdad me gustan”.
- Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando él empezó a cantar aquella de Vértigo, pues se
- atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por
- esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
- Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado
- de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos
- importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que
- acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:
- —“Sabes, creo que me tengo que ir durante algún tiempo”,
- —“Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida”, y ella dijo
- —“No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este
- camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la
- que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos,
- y todo lo poco que nos falta para vernos”,
- Él dijo que bueno, que vale.
- —“Pero que si no te vas casi mejor”.
- Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba
- perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era
- cierto aquella de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera
- vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
- A los quince días puntualmente llegó la carta de ella toda llena de besos y de caricias, de te
- echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima
- de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se
- iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón
- y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le
- diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa,
- se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque
- vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron
- creo que diez años, quince, no me acuerdo.
- Y un día ella, sin saber cómo ni por qué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el
- buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que
- ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de
- casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte
- no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debían esconder algún gran tesoro, grandes
- riquezas, realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte.
- Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta de que
- le han robado lo que él más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo
- cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién
- sabe si falsas.
- Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara
- de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor,
- declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y
- llevarla a la guarida no era moco de pavo.
- Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de
- encontrar alguna carta, a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido
- sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer
- era quemarlas o tirarlas al río, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más
- joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.
- Un día nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el
- buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta. Los ladrones habían decidido mandarle las
- cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
- Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos en los que quizá un día leería
- la carta en la que ella diría:
- —“Pronto estaré allí”.
(Disponible en: www.poeticous.com/eduardo-galeano/las-cartas-de-amor-1?locale=es – texto adaptado especialmente para ese examen).
Sobre el uso del texto del inicio del examen en clases de Educación Básica, NO es correcto decir que:
Instrucciones: Las cuestiones de números 31 a 60 se refieren al texto abajo.
Las cartas de amor
Por Eduardo Galeano
- Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores,
- casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. A ellos lo
- que les pasó fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio
- a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:
- —“ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión”.
- Se acercó a la mesa y dijo:
- —“¿Me permite?”
- —“Por supuesto”.
- Esto solo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general
- cuando dices:
- —“Me permites”, dicen
- —“De qué”
- A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá
- que inventar otra historia en la que ella le dice “De qué”, en este caso ella lo invitó a él para que
- se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de qué hablar,
- —“¿y qué lees?”
- Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, mal empezamos,
- mal, muy mal, por ahí no.
- —“Pues bonito día”
- Pero enseguida empezaron a profundizar, porque ella dijo
- —“Sí, la verdad es que hace un bonito día”.
- Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y
- fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó una que otra mentira, que
- era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde,
- cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola. Por entonces ya
- estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían
- gustos cinematográficos, y por eso él le dijo
- —“Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella?” y ella
- —“No”,
- —“Oye quedamos el fin de semana”,
- —“Vale”.
- Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que
- él rompía a llorar en cada escena en la que aparecía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció,
- yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en lo
- musical, y le dijo:
- —“Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano”,
- —“Ismael qué?”,
- —“Pero a ti te gustan los cantautores?”,
- —“Los de verdad me gustan”.
- Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando él empezó a cantar aquella de Vértigo, pues se
- atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por
- esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
- Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado
- de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos
- importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que
- acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:
- —“Sabes, creo que me tengo que ir durante algún tiempo”,
- —“Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida”, y ella dijo
- —“No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este
- camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la
- que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos,
- y todo lo poco que nos falta para vernos”,
- Él dijo que bueno, que vale.
- —“Pero que si no te vas casi mejor”.
- Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba
- perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era
- cierto aquella de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera
- vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
- A los quince días puntualmente llegó la carta de ella toda llena de besos y de caricias, de te
- echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima
- de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se
- iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón
- y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le
- diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa,
- se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque
- vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron
- creo que diez años, quince, no me acuerdo.
- Y un día ella, sin saber cómo ni por qué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el
- buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que
- ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de
- casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte
- no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debían esconder algún gran tesoro, grandes
- riquezas, realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte.
- Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta de que
- le han robado lo que él más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo
- cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién
- sabe si falsas.
- Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara
- de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor,
- declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y
- llevarla a la guarida no era moco de pavo.
- Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de
- encontrar alguna carta, a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido
- sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer
- era quemarlas o tirarlas al río, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más
- joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.
- Un día nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el
- buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta. Los ladrones habían decidido mandarle las
- cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
- Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos en los que quizá un día leería
- la carta en la que ella diría:
- —“Pronto estaré allí”.
(Disponible en: www.poeticous.com/eduardo-galeano/las-cartas-de-amor-1?locale=es – texto adaptado especialmente para ese examen).
De las palabras abajo, retiradas del texto, solo una es un monosílabo. ¿Cuál?
Instrucciones: Las cuestiones de números 31 a 60 se refieren al texto abajo.
Las cartas de amor
Por Eduardo Galeano
- Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores,
- casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. A ellos lo
- que les pasó fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio
- a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:
- —“ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión”.
- Se acercó a la mesa y dijo:
- —“¿Me permite?”
- —“Por supuesto”.
- Esto solo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general
- cuando dices:
- —“Me permites”, dicen
- —“De qué”
- A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá
- que inventar otra historia en la que ella le dice “De qué”, en este caso ella lo invitó a él para que
- se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de qué hablar,
- —“¿y qué lees?”
- Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, mal empezamos,
- mal, muy mal, por ahí no.
- —“Pues bonito día”
- Pero enseguida empezaron a profundizar, porque ella dijo
- —“Sí, la verdad es que hace un bonito día”.
- Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y
- fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó una que otra mentira, que
- era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde,
- cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola. Por entonces ya
- estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían
- gustos cinematográficos, y por eso él le dijo
- —“Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella?” y ella
- —“No”,
- —“Oye quedamos el fin de semana”,
- —“Vale”.
- Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que
- él rompía a llorar en cada escena en la que aparecía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció,
- yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en lo
- musical, y le dijo:
- —“Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano”,
- —“Ismael qué?”,
- —“Pero a ti te gustan los cantautores?”,
- —“Los de verdad me gustan”.
- Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando él empezó a cantar aquella de Vértigo, pues se
- atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por
- esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
- Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado
- de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos
- importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que
- acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:
- —“Sabes, creo que me tengo que ir durante algún tiempo”,
- —“Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida”, y ella dijo
- —“No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este
- camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la
- que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos,
- y todo lo poco que nos falta para vernos”,
- Él dijo que bueno, que vale.
- —“Pero que si no te vas casi mejor”.
- Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba
- perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era
- cierto aquella de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera
- vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
- A los quince días puntualmente llegó la carta de ella toda llena de besos y de caricias, de te
- echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima
- de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se
- iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón
- y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le
- diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa,
- se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque
- vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron
- creo que diez años, quince, no me acuerdo.
- Y un día ella, sin saber cómo ni por qué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el
- buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que
- ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de
- casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte
- no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debían esconder algún gran tesoro, grandes
- riquezas, realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte.
- Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta de que
- le han robado lo que él más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo
- cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién
- sabe si falsas.
- Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara
- de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor,
- declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y
- llevarla a la guarida no era moco de pavo.
- Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de
- encontrar alguna carta, a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido
- sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer
- era quemarlas o tirarlas al río, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más
- joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.
- Un día nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el
- buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta. Los ladrones habían decidido mandarle las
- cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
- Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos en los que quizá un día leería
- la carta en la que ella diría:
- —“Pronto estaré allí”.
(Disponible en: www.poeticous.com/eduardo-galeano/las-cartas-de-amor-1?locale=es – texto adaptado especialmente para ese examen).
Un trabajo pedagógico con el texto del examen:
I. No necesita de una introducción respecto a la comunicación por cartas, pues los estudiantes ya están acostumbrados con mensajes de internet.
II. Debe incluir informaciones sobre el autor del texto y su país de origen.
III. Permite una discusión sobre cómo las personas se conocen hoy en día y establecen relaciones.
¿Cuáles están correctas?
Instrucciones: Las cuestiones de números 31 a 60 se refieren al texto abajo.
Las cartas de amor
Por Eduardo Galeano
- Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores,
- casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. A ellos lo
- que les pasó fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio
- a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:
- —“ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión”.
- Se acercó a la mesa y dijo:
- —“¿Me permite?”
- —“Por supuesto”.
- Esto solo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general
- cuando dices:
- —“Me permites”, dicen
- —“De qué”
- A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá
- que inventar otra historia en la que ella le dice “De qué”, en este caso ella lo invitó a él para que
- se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de qué hablar,
- —“¿y qué lees?”
- Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, mal empezamos,
- mal, muy mal, por ahí no.
- —“Pues bonito día”
- Pero enseguida empezaron a profundizar, porque ella dijo
- —“Sí, la verdad es que hace un bonito día”.
- Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y
- fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó una que otra mentira, que
- era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde,
- cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola. Por entonces ya
- estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían
- gustos cinematográficos, y por eso él le dijo
- —“Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella?” y ella
- —“No”,
- —“Oye quedamos el fin de semana”,
- —“Vale”.
- Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que
- él rompía a llorar en cada escena en la que aparecía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció,
- yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en lo
- musical, y le dijo:
- —“Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano”,
- —“Ismael qué?”,
- —“Pero a ti te gustan los cantautores?”,
- —“Los de verdad me gustan”.
- Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando él empezó a cantar aquella de Vértigo, pues se
- atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por
- esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
- Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado
- de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos
- importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que
- acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:
- —“Sabes, creo que me tengo que ir durante algún tiempo”,
- —“Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida”, y ella dijo
- —“No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este
- camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la
- que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos,
- y todo lo poco que nos falta para vernos”,
- Él dijo que bueno, que vale.
- —“Pero que si no te vas casi mejor”.
- Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba
- perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era
- cierto aquella de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera
- vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
- A los quince días puntualmente llegó la carta de ella toda llena de besos y de caricias, de te
- echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima
- de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se
- iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón
- y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le
- diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa,
- se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque
- vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron
- creo que diez años, quince, no me acuerdo.
- Y un día ella, sin saber cómo ni por qué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el
- buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que
- ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de
- casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte
- no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debían esconder algún gran tesoro, grandes
- riquezas, realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte.
- Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta de que
- le han robado lo que él más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo
- cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién
- sabe si falsas.
- Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara
- de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor,
- declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y
- llevarla a la guarida no era moco de pavo.
- Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de
- encontrar alguna carta, a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido
- sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer
- era quemarlas o tirarlas al río, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más
- joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.
- Un día nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el
- buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta. Los ladrones habían decidido mandarle las
- cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
- Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos en los que quizá un día leería
- la carta en la que ella diría:
- —“Pronto estaré allí”.
(Disponible en: www.poeticous.com/eduardo-galeano/las-cartas-de-amor-1?locale=es – texto adaptado especialmente para ese examen).
El tiempo verbal de la oración “Oye quedamos el fin de semana” (l. 30) es el:
Instrucciones: Las cuestiones de números 31 a 60 se refieren al texto abajo.
Las cartas de amor
Por Eduardo Galeano
- Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores,
- casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. A ellos lo
- que les pasó fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio
- a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:
- —“ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión”.
- Se acercó a la mesa y dijo:
- —“¿Me permite?”
- —“Por supuesto”.
- Esto solo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general
- cuando dices:
- —“Me permites”, dicen
- —“De qué”
- A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá
- que inventar otra historia en la que ella le dice “De qué”, en este caso ella lo invitó a él para que
- se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de qué hablar,
- —“¿y qué lees?”
- Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, mal empezamos,
- mal, muy mal, por ahí no.
- —“Pues bonito día”
- Pero enseguida empezaron a profundizar, porque ella dijo
- —“Sí, la verdad es que hace un bonito día”.
- Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y
- fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó una que otra mentira, que
- era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde,
- cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola. Por entonces ya
- estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían
- gustos cinematográficos, y por eso él le dijo
- —“Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella?” y ella
- —“No”,
- —“Oye quedamos el fin de semana”,
- —“Vale”.
- Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que
- él rompía a llorar en cada escena en la que aparecía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció,
- yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en lo
- musical, y le dijo:
- —“Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano”,
- —“Ismael qué?”,
- —“Pero a ti te gustan los cantautores?”,
- —“Los de verdad me gustan”.
- Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando él empezó a cantar aquella de Vértigo, pues se
- atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por
- esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
- Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado
- de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos
- importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que
- acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:
- —“Sabes, creo que me tengo que ir durante algún tiempo”,
- —“Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida”, y ella dijo
- —“No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este
- camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la
- que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos,
- y todo lo poco que nos falta para vernos”,
- Él dijo que bueno, que vale.
- —“Pero que si no te vas casi mejor”.
- Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba
- perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era
- cierto aquella de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera
- vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
- A los quince días puntualmente llegó la carta de ella toda llena de besos y de caricias, de te
- echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima
- de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se
- iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón
- y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le
- diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa,
- se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque
- vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron
- creo que diez años, quince, no me acuerdo.
- Y un día ella, sin saber cómo ni por qué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el
- buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que
- ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de
- casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte
- no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debían esconder algún gran tesoro, grandes
- riquezas, realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte.
- Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta de que
- le han robado lo que él más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo
- cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién
- sabe si falsas.
- Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara
- de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor,
- declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y
- llevarla a la guarida no era moco de pavo.
- Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de
- encontrar alguna carta, a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido
- sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer
- era quemarlas o tirarlas al río, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más
- joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.
- Un día nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el
- buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta. Los ladrones habían decidido mandarle las
- cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
- Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos en los que quizá un día leería
- la carta en la que ella diría:
- —“Pronto estaré allí”.
(Disponible en: www.poeticous.com/eduardo-galeano/las-cartas-de-amor-1?locale=es – texto adaptado especialmente para ese examen).
Analice las siguientes afirmaciones relativas al texto, señalando V, si verdaderas, o F, si falsas.
( ) El narrador manifiesta su opinión.
( ) Predomina la tercera persona de singular.
( ) Predominan los tiempos pasados.
El orden correto de relleno de los paréntesis, de arriba a abajo, es:
Instrucciones: Las cuestiones de números 31 a 60 se refieren al texto abajo.
Las cartas de amor
Por Eduardo Galeano
- Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores,
- casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. A ellos lo
- que les pasó fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio
- a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:
- —“ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión”.
- Se acercó a la mesa y dijo:
- —“¿Me permite?”
- —“Por supuesto”.
- Esto solo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general
- cuando dices:
- —“Me permites”, dicen
- —“De qué”
- A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá
- que inventar otra historia en la que ella le dice “De qué”, en este caso ella lo invitó a él para que
- se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de qué hablar,
- —“¿y qué lees?”
- Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, mal empezamos,
- mal, muy mal, por ahí no.
- —“Pues bonito día”
- Pero enseguida empezaron a profundizar, porque ella dijo
- —“Sí, la verdad es que hace un bonito día”.
- Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y
- fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó una que otra mentira, que
- era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde,
- cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola. Por entonces ya
- estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían
- gustos cinematográficos, y por eso él le dijo
- —“Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella?” y ella
- —“No”,
- —“Oye quedamos el fin de semana”,
- —“Vale”.
- Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que
- él rompía a llorar en cada escena en la que aparecía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció,
- yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en lo
- musical, y le dijo:
- —“Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano”,
- —“Ismael qué?”,
- —“Pero a ti te gustan los cantautores?”,
- —“Los de verdad me gustan”.
- Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando él empezó a cantar aquella de Vértigo, pues se
- atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por
- esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
- Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado
- de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos
- importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que
- acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:
- —“Sabes, creo que me tengo que ir durante algún tiempo”,
- —“Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida”, y ella dijo
- —“No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este
- camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la
- que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos,
- y todo lo poco que nos falta para vernos”,
- Él dijo que bueno, que vale.
- —“Pero que si no te vas casi mejor”.
- Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba
- perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era
- cierto aquella de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera
- vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
- A los quince días puntualmente llegó la carta de ella toda llena de besos y de caricias, de te
- echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima
- de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se
- iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón
- y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le
- diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa,
- se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque
- vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron
- creo que diez años, quince, no me acuerdo.
- Y un día ella, sin saber cómo ni por qué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el
- buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que
- ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de
- casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte
- no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debían esconder algún gran tesoro, grandes
- riquezas, realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte.
- Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta de que
- le han robado lo que él más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo
- cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién
- sabe si falsas.
- Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara
- de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor,
- declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y
- llevarla a la guarida no era moco de pavo.
- Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de
- encontrar alguna carta, a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido
- sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer
- era quemarlas o tirarlas al río, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más
- joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.
- Un día nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el
- buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta. Los ladrones habían decidido mandarle las
- cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
- Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos en los que quizá un día leería
- la carta en la que ella diría:
- —“Pronto estaré allí”.
(Disponible en: www.poeticous.com/eduardo-galeano/las-cartas-de-amor-1?locale=es – texto adaptado especialmente para ese examen).
El texto del inicio del examen puede ser utilizado en clase para el desarrollo del tema:
Instrucciones: Las cuestiones de números 31 a 60 se refieren al texto abajo.
Las cartas de amor
Por Eduardo Galeano
- Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores,
- casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. A ellos lo
- que les pasó fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio
- a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:
- —“ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión”.
- Se acercó a la mesa y dijo:
- —“¿Me permite?”
- —“Por supuesto”.
- Esto solo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general
- cuando dices:
- —“Me permites”, dicen
- —“De qué”
- A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá
- que inventar otra historia en la que ella le dice “De qué”, en este caso ella lo invitó a él para que
- se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de qué hablar,
- —“¿y qué lees?”
- Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, mal empezamos,
- mal, muy mal, por ahí no.
- —“Pues bonito día”
- Pero enseguida empezaron a profundizar, porque ella dijo
- —“Sí, la verdad es que hace un bonito día”.
- Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y
- fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó una que otra mentira, que
- era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde,
- cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola. Por entonces ya
- estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían
- gustos cinematográficos, y por eso él le dijo
- —“Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella?” y ella
- —“No”,
- —“Oye quedamos el fin de semana”,
- —“Vale”.
- Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que
- él rompía a llorar en cada escena en la que aparecía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció,
- yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en lo
- musical, y le dijo:
- —“Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano”,
- —“Ismael qué?”,
- —“Pero a ti te gustan los cantautores?”,
- —“Los de verdad me gustan”.
- Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando él empezó a cantar aquella de Vértigo, pues se
- atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por
- esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
- Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado
- de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos
- importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que
- acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:
- —“Sabes, creo que me tengo que ir durante algún tiempo”,
- —“Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida”, y ella dijo
- —“No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este
- camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la
- que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos,
- y todo lo poco que nos falta para vernos”,
- Él dijo que bueno, que vale.
- —“Pero que si no te vas casi mejor”.
- Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba
- perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era
- cierto aquella de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera
- vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
- A los quince días puntualmente llegó la carta de ella toda llena de besos y de caricias, de te
- echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima
- de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se
- iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón
- y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le
- diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa,
- se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque
- vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron
- creo que diez años, quince, no me acuerdo.
- Y un día ella, sin saber cómo ni por qué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el
- buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que
- ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de
- casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte
- no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debían esconder algún gran tesoro, grandes
- riquezas, realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte.
- Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta de que
- le han robado lo que él más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo
- cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién
- sabe si falsas.
- Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara
- de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor,
- declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y
- llevarla a la guarida no era moco de pavo.
- Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de
- encontrar alguna carta, a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido
- sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer
- era quemarlas o tirarlas al río, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más
- joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.
- Un día nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el
- buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta. Los ladrones habían decidido mandarle las
- cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
- Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos en los que quizá un día leería
- la carta en la que ella diría:
- —“Pronto estaré allí”.
(Disponible en: www.poeticous.com/eduardo-galeano/las-cartas-de-amor-1?locale=es – texto adaptado especialmente para ese examen).
Sobre el trabajo con textos en la Educación Básica, es correcto decir que:
Instrucciones: Las cuestiones de números 31 a 60 se refieren al texto abajo.
Las cartas de amor
Por Eduardo Galeano
- Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores,
- casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. A ellos lo
- que les pasó fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio
- a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:
- —“ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión”.
- Se acercó a la mesa y dijo:
- —“¿Me permite?”
- —“Por supuesto”.
- Esto solo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general
- cuando dices:
- —“Me permites”, dicen
- —“De qué”
- A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá
- que inventar otra historia en la que ella le dice “De qué”, en este caso ella lo invitó a él para que
- se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de qué hablar,
- —“¿y qué lees?”
- Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, mal empezamos,
- mal, muy mal, por ahí no.
- —“Pues bonito día”
- Pero enseguida empezaron a profundizar, porque ella dijo
- —“Sí, la verdad es que hace un bonito día”.
- Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y
- fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó una que otra mentira, que
- era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde,
- cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola. Por entonces ya
- estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían
- gustos cinematográficos, y por eso él le dijo
- —“Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella?” y ella
- —“No”,
- —“Oye quedamos el fin de semana”,
- —“Vale”.
- Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que
- él rompía a llorar en cada escena en la que aparecía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció,
- yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en lo
- musical, y le dijo:
- —“Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano”,
- —“Ismael qué?”,
- —“Pero a ti te gustan los cantautores?”,
- —“Los de verdad me gustan”.
- Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando él empezó a cantar aquella de Vértigo, pues se
- atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por
- esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
- Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado
- de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos
- importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que
- acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:
- —“Sabes, creo que me tengo que ir durante algún tiempo”,
- —“Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida”, y ella dijo
- —“No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este
- camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la
- que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos,
- y todo lo poco que nos falta para vernos”,
- Él dijo que bueno, que vale.
- —“Pero que si no te vas casi mejor”.
- Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba
- perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era
- cierto aquella de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera
- vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
- A los quince días puntualmente llegó la carta de ella toda llena de besos y de caricias, de te
- echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima
- de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se
- iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón
- y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le
- diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa,
- se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque
- vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron
- creo que diez años, quince, no me acuerdo.
- Y un día ella, sin saber cómo ni por qué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el
- buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que
- ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de
- casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte
- no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debían esconder algún gran tesoro, grandes
- riquezas, realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte.
- Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta de que
- le han robado lo que él más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo
- cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién
- sabe si falsas.
- Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara
- de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor,
- declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y
- llevarla a la guarida no era moco de pavo.
- Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de
- encontrar alguna carta, a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido
- sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer
- era quemarlas o tirarlas al río, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más
- joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.
- Un día nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el
- buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta. Los ladrones habían decidido mandarle las
- cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
- Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos en los que quizá un día leería
- la carta en la que ella diría:
- —“Pronto estaré allí”.
(Disponible en: www.poeticous.com/eduardo-galeano/las-cartas-de-amor-1?locale=es – texto adaptado especialmente para ese examen).
En la locución “Lo malo” (l. 17) se emplea el artículo de la misma forma que en la frase:
Instrucciones: Las cuestiones de números 31 a 60 se refieren al texto abajo.
Las cartas de amor
Por Eduardo Galeano
- Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores,
- casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. A ellos lo
- que les pasó fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio
- a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:
- —“ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión”.
- Se acercó a la mesa y dijo:
- —“¿Me permite?”
- —“Por supuesto”.
- Esto solo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general
- cuando dices:
- —“Me permites”, dicen
- —“De qué”
- A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá
- que inventar otra historia en la que ella le dice “De qué”, en este caso ella lo invitó a él para que
- se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de qué hablar,
- —“¿y qué lees?”
- Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, mal empezamos,
- mal, muy mal, por ahí no.
- —“Pues bonito día”
- Pero enseguida empezaron a profundizar, porque ella dijo
- —“Sí, la verdad es que hace un bonito día”.
- Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y
- fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó una que otra mentira, que
- era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde,
- cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola. Por entonces ya
- estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían
- gustos cinematográficos, y por eso él le dijo
- —“Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella?” y ella
- —“No”,
- —“Oye quedamos el fin de semana”,
- —“Vale”.
- Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que
- él rompía a llorar en cada escena en la que aparecía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció,
- yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en lo
- musical, y le dijo:
- —“Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano”,
- —“Ismael qué?”,
- —“Pero a ti te gustan los cantautores?”,
- —“Los de verdad me gustan”.
- Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando él empezó a cantar aquella de Vértigo, pues se
- atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por
- esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
- Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado
- de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos
- importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que
- acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:
- —“Sabes, creo que me tengo que ir durante algún tiempo”,
- —“Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida”, y ella dijo
- —“No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este
- camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la
- que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos,
- y todo lo poco que nos falta para vernos”,
- Él dijo que bueno, que vale.
- —“Pero que si no te vas casi mejor”.
- Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba
- perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era
- cierto aquella de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera
- vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
- A los quince días puntualmente llegó la carta de ella toda llena de besos y de caricias, de te
- echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima
- de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se
- iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón
- y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le
- diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa,
- se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque
- vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron
- creo que diez años, quince, no me acuerdo.
- Y un día ella, sin saber cómo ni por qué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el
- buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que
- ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de
- casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte
- no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debían esconder algún gran tesoro, grandes
- riquezas, realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte.
- Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta de que
- le han robado lo que él más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo
- cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién
- sabe si falsas.
- Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara
- de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor,
- declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y
- llevarla a la guarida no era moco de pavo.
- Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de
- encontrar alguna carta, a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido
- sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer
- era quemarlas o tirarlas al río, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más
- joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.
- Un día nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el
- buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta. Los ladrones habían decidido mandarle las
- cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
- Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos en los que quizá un día leería
- la carta en la que ella diría:
- —“Pronto estaré allí”.
(Disponible en: www.poeticous.com/eduardo-galeano/las-cartas-de-amor-1?locale=es – texto adaptado especialmente para ese examen).
Respecto al uso del cuento del inicio del examen en una clase de Educación Básica, se puede decir que:
Instrucciones: Las cuestiones de números 31 a 60 se refieren al texto abajo.
Las cartas de amor
Por Eduardo Galeano
- Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores,
- casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. A ellos lo
- que les pasó fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio
- a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:
- —“ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión”.
- Se acercó a la mesa y dijo:
- —“¿Me permite?”
- —“Por supuesto”.
- Esto solo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general
- cuando dices:
- —“Me permites”, dicen
- —“De qué”
- A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá
- que inventar otra historia en la que ella le dice “De qué”, en este caso ella lo invitó a él para que
- se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de qué hablar,
- —“¿y qué lees?”
- Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, mal empezamos,
- mal, muy mal, por ahí no.
- —“Pues bonito día”
- Pero enseguida empezaron a profundizar, porque ella dijo
- —“Sí, la verdad es que hace un bonito día”.
- Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y
- fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó una que otra mentira, que
- era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde,
- cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola. Por entonces ya
- estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían
- gustos cinematográficos, y por eso él le dijo
- —“Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella?” y ella
- —“No”,
- —“Oye quedamos el fin de semana”,
- —“Vale”.
- Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que
- él rompía a llorar en cada escena en la que aparecía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció,
- yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en lo
- musical, y le dijo:
- —“Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano”,
- —“Ismael qué?”,
- —“Pero a ti te gustan los cantautores?”,
- —“Los de verdad me gustan”.
- Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando él empezó a cantar aquella de Vértigo, pues se
- atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por
- esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
- Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado
- de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos
- importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que
- acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:
- —“Sabes, creo que me tengo que ir durante algún tiempo”,
- —“Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida”, y ella dijo
- —“No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este
- camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la
- que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos,
- y todo lo poco que nos falta para vernos”,
- Él dijo que bueno, que vale.
- —“Pero que si no te vas casi mejor”.
- Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba
- perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era
- cierto aquella de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera
- vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
- A los quince días puntualmente llegó la carta de ella toda llena de besos y de caricias, de te
- echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima
- de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se
- iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón
- y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le
- diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa,
- se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque
- vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron
- creo que diez años, quince, no me acuerdo.
- Y un día ella, sin saber cómo ni por qué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el
- buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que
- ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de
- casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte
- no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debían esconder algún gran tesoro, grandes
- riquezas, realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte.
- Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta de que
- le han robado lo que él más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo
- cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién
- sabe si falsas.
- Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara
- de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor,
- declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y
- llevarla a la guarida no era moco de pavo.
- Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de
- encontrar alguna carta, a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido
- sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer
- era quemarlas o tirarlas al río, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más
- joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.
- Un día nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el
- buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta. Los ladrones habían decidido mandarle las
- cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
- Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos en los que quizá un día leería
- la carta en la que ella diría:
- —“Pronto estaré allí”.
(Disponible en: www.poeticous.com/eduardo-galeano/las-cartas-de-amor-1?locale=es – texto adaptado especialmente para ese examen).
Tomando como base la enseñanza de español en la Educación Básica, sobre la utilización del texto del inicio del examen es correcto decir que:
Instrucciones: Las cuestiones de números 31 a 60 se refieren al texto abajo.
Las cartas de amor
Por Eduardo Galeano
- Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores,
- casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. A ellos lo
- que les pasó fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio
- a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:
- —“ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión”.
- Se acercó a la mesa y dijo:
- —“¿Me permite?”
- —“Por supuesto”.
- Esto solo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general
- cuando dices:
- —“Me permites”, dicen
- —“De qué”
- A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá
- que inventar otra historia en la que ella le dice “De qué”, en este caso ella lo invitó a él para que
- se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de qué hablar,
- —“¿y qué lees?”
- Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, mal empezamos,
- mal, muy mal, por ahí no.
- —“Pues bonito día”
- Pero enseguida empezaron a profundizar, porque ella dijo
- —“Sí, la verdad es que hace un bonito día”.
- Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y
- fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó una que otra mentira, que
- era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde,
- cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola. Por entonces ya
- estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían
- gustos cinematográficos, y por eso él le dijo
- —“Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella?” y ella
- —“No”,
- —“Oye quedamos el fin de semana”,
- —“Vale”.
- Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que
- él rompía a llorar en cada escena en la que aparecía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció,
- yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en lo
- musical, y le dijo:
- —“Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano”,
- —“Ismael qué?”,
- —“Pero a ti te gustan los cantautores?”,
- —“Los de verdad me gustan”.
- Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando él empezó a cantar aquella de Vértigo, pues se
- atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por
- esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
- Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado
- de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos
- importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que
- acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:
- —“Sabes, creo que me tengo que ir durante algún tiempo”,
- —“Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida”, y ella dijo
- —“No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este
- camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la
- que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos,
- y todo lo poco que nos falta para vernos”,
- Él dijo que bueno, que vale.
- —“Pero que si no te vas casi mejor”.
- Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba
- perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era
- cierto aquella de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera
- vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
- A los quince días puntualmente llegó la carta de ella toda llena de besos y de caricias, de te
- echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima
- de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se
- iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón
- y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le
- diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa,
- se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque
- vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron
- creo que diez años, quince, no me acuerdo.
- Y un día ella, sin saber cómo ni por qué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el
- buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que
- ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de
- casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte
- no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debían esconder algún gran tesoro, grandes
- riquezas, realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte.
- Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta de que
- le han robado lo que él más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo
- cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién
- sabe si falsas.
- Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara
- de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor,
- declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y
- llevarla a la guarida no era moco de pavo.
- Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de
- encontrar alguna carta, a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido
- sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer
- era quemarlas o tirarlas al río, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más
- joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.
- Un día nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el
- buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta. Los ladrones habían decidido mandarle las
- cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
- Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos en los que quizá un día leería
- la carta en la que ella diría:
- —“Pronto estaré allí”.
(Disponible en: www.poeticous.com/eduardo-galeano/las-cartas-de-amor-1?locale=es – texto adaptado especialmente para ese examen).
La partícula se en la expresión “cuando ya se conocían más” (l. 25) se clasifica como pronombre: