Questões de Concurso Comentadas para instituto rio branco

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Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1209853 Espanhol
Texto III 
1. Rosendo Maqui y la comunidad 1 ¡Desgracia! Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta leve de 4 su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada por la fatalidad, sin dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete. Cuando la hoja de acero 7 fulguró en el aire, ya el largo y bruñido cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. ¡Desgracia! 10 Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un delgado cincho que negreaba sobre la coloreada faja de lana y se quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso 13 al fin proseguir su camino, pero los pies le pesaban. Se había asustado, pues. Entonces se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien podía estar la culebra. Era necesario 16 terminar con la alimaña y su siniestra agorería. Es la forma de conjurar el presunto daño en los casos de la sierpe y el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más 19 desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer bulla, dio un táctico rodeo y penetró blandamente, machete en mano, entre los arbustos. Si alguno de los comuneros lo 22 hubiera visto en esa hora, en mangas de camisa y husmeando con un aire de can inquieto, quizá habría dicho: «¿Qué hace ahí el anciano alcalde? No será que le falta el buen sentido». Los 25 arbustos eran úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, rodeando las cuales se arracimaban —había llegado el tiempo— unas moras lilas. A Rosendo Maqui le placían, pero 28 esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y deseo, recorrían todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la hormiga 31 cercena y transporta su brizna, el moscardón ronronea su amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o del vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su 34 perfecto túnel. Nada había fuera de esa existencia escondida. De súbito, un gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, acomodado de un horcón, donde dos polluelos mostraban sus 37 picos triangulares y su desnudez friolenta. El reptil debía estar por allí, rondando en torno a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y ambos piaban saltando de rama 40 en rama, lo más cerca del nido que les permitía su miedo al hombre. Éste hurgó con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la aviesa serpiente. Salió del matorral y 43 después de guardarse de nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente abandonadas —los vivos colores del poncho solían, otras veces, ponerlo contento— y continuó 46 la marcha. ¡Desgracia!  Tenía la boca seca, las sienes ardientes y se sentía 49 cansado. Esa búsqueda no era tarea de fatigar y considerándolo tuvo miedo. Su corazón era el pesado, acaso. Él presentía, sabía y estaba agobiado de angustia. Encontró a poco un 52 muriente arroyo que arrastraba una diáfana agüita silenciosa y, ahuecando la falda de su sombrero de junco, recogió la suficiente para hartarse a largos tragos. El frescor lo reanimó 55 y reanudó su viaje con alivianado paso. Bien mirado —se decía—, la culebra oteó desde un punto elevado de la ladera el nido de gorriones y entonces bajó con la intención de 58 comérselos. Dio la casualidad de que él pasara por el camino en el momento en que ella lo cruzaba. Nada más. O quizá, previendo el encuentro, la muy ladina dijo: «Aprovecharé para 61 asustar a ese cristiano». Pero es verdad también que la condición del hombre es esperanzarse. Acaso únicamente la culebra sentenció: «Ahí va un cristiano desprevenido que no 64 quiere ver la desgracia próxima y voy a anunciársela». Seguramente era esto lo cierto, ya que no la pudo encontrar. La fatalidad es incontrastable.  67 ¡Desgracia! ¡Desgracia! Rosendo Maqui volvía de las alturas, a donde fue con el objeto de buscar algunas yerbas que la curandera había 70 recetado a su vieja mujer. En realidad, subió también porque le gustaba probar la gozosa fuerza de sus músculos en la lucha con las escarpadas cumbres y luego, al dominarlas, llenarse los 73 ojos de horizontes. Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes. Gozaba viendo el nevado Urpillau, canoso y sabio como un antiguo amauta; el arisco y violento 76 Huarca, guerrero en perenne lucha con la niebla y el viento; el aristado Huilloc, en el cual un indio dormía eternamente de cara al cielo; el agazapado Puma, justamente dispuesto como 79 un león americano en trance de dar el salto; el rechoncho Suni, de hábitos pacíficos y un poco a disgusto entre sus vecinos; el eglógico Mamay, que prefería prodigarse en faldas coloreadas 82 de múltiples sembríos y apenas hacía asomar una arista de piedra para atisbar las lejanías; éste y ése y aquél y esotro… El indio Rosendo los animaba de todas las formas e intenciones 85 imaginables y se dejaba estar mucho tiempo mirándolos. En el fondo de sí mismo, creía que los Andes conocían el emocionante secreto de la vida.
Ciro Alegría. El mundo es ancho y ajeno.
A partir del fragmento expuesto, la cumbre
Puma se muestra al acecho.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1209778 Espanhol
Texto III 
1. Rosendo Maqui y la comunidad 1 ¡Desgracia! Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta leve de 4 su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada por la fatalidad, sin dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete. Cuando la hoja de acero 7 fulguró en el aire, ya el largo y bruñido cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. ¡Desgracia! 10 Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un delgado cincho que negreaba sobre la coloreada faja de lana y se quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso 13 al fin proseguir su camino, pero los pies le pesaban. Se había asustado, pues. Entonces se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien podía estar la culebra. Era necesario 16 terminar con la alimaña y su siniestra agorería. Es la forma de conjurar el presunto daño en los casos de la sierpe y el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más 19 desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer bulla, dio un táctico rodeo y penetró blandamente, machete en mano, entre los arbustos. Si alguno de los comuneros lo 22 hubiera visto en esa hora, en mangas de camisa y husmeando con un aire de can inquieto, quizá habría dicho: «¿Qué hace ahí el anciano alcalde? No será que le falta el buen sentido». Los 25 arbustos eran úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, rodeando las cuales se arracimaban —había llegado el tiempo— unas moras lilas. A Rosendo Maqui le placían, pero 28 esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y deseo, recorrían todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la hormiga 31 cercena y transporta su brizna, el moscardón ronronea su amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o del vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su 34 perfecto túnel. Nada había fuera de esa existencia escondida. De súbito, un gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, acomodado de un horcón, donde dos polluelos mostraban sus 37 picos triangulares y su desnudez friolenta. El reptil debía estar por allí, rondando en torno a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y ambos piaban saltando de rama 40 en rama, lo más cerca del nido que les permitía su miedo al hombre. Éste hurgó con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la aviesa serpiente. Salió del matorral y 43 después de guardarse de nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente abandonadas —los vivos colores del poncho solían, otras veces, ponerlo contento— y continuó 46 la marcha. ¡Desgracia!  Tenía la boca seca, las sienes ardientes y se sentía 49 cansado. Esa búsqueda no era tarea de fatigar y considerándolo tuvo miedo. Su corazón era el pesado, acaso. Él presentía, sabía y estaba agobiado de angustia. Encontró a poco un 52 muriente arroyo que arrastraba una diáfana agüita silenciosa y, ahuecando la falda de su sombrero de junco, recogió la suficiente para hartarse a largos tragos. El frescor lo reanimó 55 y reanudó su viaje con alivianado paso. Bien mirado —se decía—, la culebra oteó desde un punto elevado de la ladera el nido de gorriones y entonces bajó con la intención de 58 comérselos. Dio la casualidad de que él pasara por el camino en el momento en que ella lo cruzaba. Nada más. O quizá, previendo el encuentro, la muy ladina dijo: «Aprovecharé para 61 asustar a ese cristiano». Pero es verdad también que la condición del hombre es esperanzarse. Acaso únicamente la culebra sentenció: «Ahí va un cristiano desprevenido que no 64 quiere ver la desgracia próxima y voy a anunciársela». Seguramente era esto lo cierto, ya que no la pudo encontrar. La fatalidad es incontrastable.  67 ¡Desgracia! ¡Desgracia! Rosendo Maqui volvía de las alturas, a donde fue con el objeto de buscar algunas yerbas que la curandera había 70 recetado a su vieja mujer. En realidad, subió también porque le gustaba probar la gozosa fuerza de sus músculos en la lucha con las escarpadas cumbres y luego, al dominarlas, llenarse los 73 ojos de horizontes. Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes. Gozaba viendo el nevado Urpillau, canoso y sabio como un antiguo amauta; el arisco y violento 76 Huarca, guerrero en perenne lucha con la niebla y el viento; el aristado Huilloc, en el cual un indio dormía eternamente de cara al cielo; el agazapado Puma, justamente dispuesto como 79 un león americano en trance de dar el salto; el rechoncho Suni, de hábitos pacíficos y un poco a disgusto entre sus vecinos; el eglógico Mamay, que prefería prodigarse en faldas coloreadas 82 de múltiples sembríos y apenas hacía asomar una arista de piedra para atisbar las lejanías; éste y ése y aquél y esotro… El indio Rosendo los animaba de todas las formas e intenciones 85 imaginables y se dejaba estar mucho tiempo mirándolos. En el fondo de sí mismo, creía que los Andes conocían el emocionante secreto de la vida.
Ciro Alegría. El mundo es ancho y ajeno.
A partir del fragmento expuesto, la cumbre
Suni vivía en armonía con sus homólogas.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1209729 Espanhol
Texto III 
1. Rosendo Maqui y la comunidad 1 ¡Desgracia! Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta leve de 4 su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada por la fatalidad, sin dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete. Cuando la hoja de acero 7 fulguró en el aire, ya el largo y bruñido cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. ¡Desgracia! 10 Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un delgado cincho que negreaba sobre la coloreada faja de lana y se quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso 13 al fin proseguir su camino, pero los pies le pesaban. Se había asustado, pues. Entonces se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien podía estar la culebra. Era necesario 16 terminar con la alimaña y su siniestra agorería. Es la forma de conjurar el presunto daño en los casos de la sierpe y el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más 19 desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer bulla, dio un táctico rodeo y penetró blandamente, machete en mano, entre los arbustos. Si alguno de los comuneros lo 22 hubiera visto en esa hora, en mangas de camisa y husmeando con un aire de can inquieto, quizá habría dicho: «¿Qué hace ahí el anciano alcalde? No será que le falta el buen sentido». Los 25 arbustos eran úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, rodeando las cuales se arracimaban —había llegado el tiempo— unas moras lilas. A Rosendo Maqui le placían, pero 28 esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y deseo, recorrían todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la hormiga 31 cercena y transporta su brizna, el moscardón ronronea su amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o del vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su 34 perfecto túnel. Nada había fuera de esa existencia escondida. De súbito, un gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, acomodado de un horcón, donde dos polluelos mostraban sus 37 picos triangulares y su desnudez friolenta. El reptil debía estar por allí, rondando en torno a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y ambos piaban saltando de rama 40 en rama, lo más cerca del nido que les permitía su miedo al hombre. Éste hurgó con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la aviesa serpiente. Salió del matorral y 43 después de guardarse de nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente abandonadas —los vivos colores del poncho solían, otras veces, ponerlo contento— y continuó 46 la marcha. ¡Desgracia!  Tenía la boca seca, las sienes ardientes y se sentía 49 cansado. Esa búsqueda no era tarea de fatigar y considerándolo tuvo miedo. Su corazón era el pesado, acaso. Él presentía, sabía y estaba agobiado de angustia. Encontró a poco un 52 muriente arroyo que arrastraba una diáfana agüita silenciosa y, ahuecando la falda de su sombrero de junco, recogió la suficiente para hartarse a largos tragos. El frescor lo reanimó 55 y reanudó su viaje con alivianado paso. Bien mirado —se decía—, la culebra oteó desde un punto elevado de la ladera el nido de gorriones y entonces bajó con la intención de 58 comérselos. Dio la casualidad de que él pasara por el camino en el momento en que ella lo cruzaba. Nada más. O quizá, previendo el encuentro, la muy ladina dijo: «Aprovecharé para 61 asustar a ese cristiano». Pero es verdad también que la condición del hombre es esperanzarse. Acaso únicamente la culebra sentenció: «Ahí va un cristiano desprevenido que no 64 quiere ver la desgracia próxima y voy a anunciársela». Seguramente era esto lo cierto, ya que no la pudo encontrar. La fatalidad es incontrastable.  67 ¡Desgracia! ¡Desgracia! Rosendo Maqui volvía de las alturas, a donde fue con el objeto de buscar algunas yerbas que la curandera había 70 recetado a su vieja mujer. En realidad, subió también porque le gustaba probar la gozosa fuerza de sus músculos en la lucha con las escarpadas cumbres y luego, al dominarlas, llenarse los 73 ojos de horizontes. Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes. Gozaba viendo el nevado Urpillau, canoso y sabio como un antiguo amauta; el arisco y violento 76 Huarca, guerrero en perenne lucha con la niebla y el viento; el aristado Huilloc, en el cual un indio dormía eternamente de cara al cielo; el agazapado Puma, justamente dispuesto como 79 un león americano en trance de dar el salto; el rechoncho Suni, de hábitos pacíficos y un poco a disgusto entre sus vecinos; el eglógico Mamay, que prefería prodigarse en faldas coloreadas 82 de múltiples sembríos y apenas hacía asomar una arista de piedra para atisbar las lejanías; éste y ése y aquél y esotro… El indio Rosendo los animaba de todas las formas e intenciones 85 imaginables y se dejaba estar mucho tiempo mirándolos. En el fondo de sí mismo, creía que los Andes conocían el emocionante secreto de la vida.
Ciro Alegría. El mundo es ancho y ajeno.
A partir del fragmento expuesto, la cumbre
Urpillau nos trae a la memoria a un erudito canoso.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1209694 Espanhol
Texto III 
1. Rosendo Maqui y la comunidad 1 ¡Desgracia! Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta leve de 4 su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada por la fatalidad, sin dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete. Cuando la hoja de acero 7 fulguró en el aire, ya el largo y bruñido cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. ¡Desgracia! 10 Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un delgado cincho que negreaba sobre la coloreada faja de lana y se quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso 13 al fin proseguir su camino, pero los pies le pesaban. Se había asustado, pues. Entonces se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien podía estar la culebra. Era necesario 16 terminar con la alimaña y su siniestra agorería. Es la forma de conjurar el presunto daño en los casos de la sierpe y el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más 19 desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer bulla, dio un táctico rodeo y penetró blandamente, machete en mano, entre los arbustos. Si alguno de los comuneros lo 22 hubiera visto en esa hora, en mangas de camisa y husmeando con un aire de can inquieto, quizá habría dicho: «¿Qué hace ahí el anciano alcalde? No será que le falta el buen sentido». Los 25 arbustos eran úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, rodeando las cuales se arracimaban —había llegado el tiempo— unas moras lilas. A Rosendo Maqui le placían, pero 28 esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y deseo, recorrían todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la hormiga 31 cercena y transporta su brizna, el moscardón ronronea su amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o del vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su 34 perfecto túnel. Nada había fuera de esa existencia escondida. De súbito, un gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, acomodado de un horcón, donde dos polluelos mostraban sus 37 picos triangulares y su desnudez friolenta. El reptil debía estar por allí, rondando en torno a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y ambos piaban saltando de rama 40 en rama, lo más cerca del nido que les permitía su miedo al hombre. Éste hurgó con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la aviesa serpiente. Salió del matorral y 43 después de guardarse de nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente abandonadas —los vivos colores del poncho solían, otras veces, ponerlo contento— y continuó 46 la marcha. ¡Desgracia!  Tenía la boca seca, las sienes ardientes y se sentía 49 cansado. Esa búsqueda no era tarea de fatigar y considerándolo tuvo miedo. Su corazón era el pesado, acaso. Él presentía, sabía y estaba agobiado de angustia. Encontró a poco un 52 muriente arroyo que arrastraba una diáfana agüita silenciosa y, ahuecando la falda de su sombrero de junco, recogió la suficiente para hartarse a largos tragos. El frescor lo reanimó 55 y reanudó su viaje con alivianado paso. Bien mirado —se decía—, la culebra oteó desde un punto elevado de la ladera el nido de gorriones y entonces bajó con la intención de 58 comérselos. Dio la casualidad de que él pasara por el camino en el momento en que ella lo cruzaba. Nada más. O quizá, previendo el encuentro, la muy ladina dijo: «Aprovecharé para 61 asustar a ese cristiano». Pero es verdad también que la condición del hombre es esperanzarse. Acaso únicamente la culebra sentenció: «Ahí va un cristiano desprevenido que no 64 quiere ver la desgracia próxima y voy a anunciársela». Seguramente era esto lo cierto, ya que no la pudo encontrar. La fatalidad es incontrastable.  67 ¡Desgracia! ¡Desgracia! Rosendo Maqui volvía de las alturas, a donde fue con el objeto de buscar algunas yerbas que la curandera había 70 recetado a su vieja mujer. En realidad, subió también porque le gustaba probar la gozosa fuerza de sus músculos en la lucha con las escarpadas cumbres y luego, al dominarlas, llenarse los 73 ojos de horizontes. Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes. Gozaba viendo el nevado Urpillau, canoso y sabio como un antiguo amauta; el arisco y violento 76 Huarca, guerrero en perenne lucha con la niebla y el viento; el aristado Huilloc, en el cual un indio dormía eternamente de cara al cielo; el agazapado Puma, justamente dispuesto como 79 un león americano en trance de dar el salto; el rechoncho Suni, de hábitos pacíficos y un poco a disgusto entre sus vecinos; el eglógico Mamay, que prefería prodigarse en faldas coloreadas 82 de múltiples sembríos y apenas hacía asomar una arista de piedra para atisbar las lejanías; éste y ése y aquél y esotro… El indio Rosendo los animaba de todas las formas e intenciones 85 imaginables y se dejaba estar mucho tiempo mirándolos. En el fondo de sí mismo, creía que los Andes conocían el emocionante secreto de la vida.
Ciro Alegría. El mundo es ancho y ajeno.
A partir del fragmento expuesto, la cumbre
Mamay era la que más prodigaba la vida en la urbe.
Alternativas
Ano: 2014 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1206978 Geografia
Se necessário for definir um paradigma para a geopolítica desde que se constituiu como disciplina, certamente este seria o do realismo, no campo das relações internacionais. A obra de Friedrich Ratzel, teorizando geograficamente o Estado (1897), constitui uma fonte crucial para a análise das relações entre o Estado e o poder.
B. Becker. A geopolítica na virada do milênio. In: Geografia: conceitos e temas, Castro et al. (Orgs.). Rio de Janeiro: Bertrand Brasil, 1995, p. 273 e 277 (com adaptações).
Acerca do paradigma mencionado no fragmento de texto acima e de suas relações com a obra político-geográfica de Friedrich Ratzel, julgue (C ou E) o item a seguir.
As leis do crescimento espacial dos Estados enunciadas por Ratzel retificam os princípios básicos do realismo político.
Alternativas
Ano: 2005 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1206355 Geografia
Quanto à dinâmica da industrialização brasileira, julgue (C ou E) o item subseqüente.
Transporte e estrutura agrária têm sido obstáculos à circulação de mercadorias e, portanto, empecilhos ao desenvolvimento industrial de certas áreas do país.
Alternativas
Ano: 2005 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1206294 Geografia
Quanto à dinâmica da industrialização brasileira, julgue (C ou E) o item subseqüente.
A expansão da indústria brasileira, em diferentes estados do país, dá-se em estreita relação com a concentração demográfica.
Alternativas
Ano: 2012 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1202168 História
A ideia de uma União Europeia, de uma forma ou de outra, não era nova. O século XIX havia experimentado na Europa Central uma variedade de uniões alfandegárias, com diferentes graus de sucesso, e, mesmo antes da Primeira Guerra Mundial, ocasionalmente, falava-se com idealismo a respeito da noção de que o futuro da Europa estava na convergência das diversas partes. A própria Primeira Guerra Mundial, longe de dissipar essas visões otimistas, parece ter-lhes conferido mais vigor: conforme Aristide Briand insistia, chegara o momento de superar rivalidades passadas e pensar e falar como europeu, sentir-se europeu. 
Tony Judt. Pós-guerra: uma história da Europa desde 1945.  Rio de Janeiro: Objetiva, 2008, p. 166 (com adaptações). 
Tendo o texto acima como referência inicial e considerando a temática por ele abordada, julgue (C ou E) o item que se segue.
A assinatura de tratados como o de Roma e o de Maastricht resultou de um longo processo de integração europeia, iniciado no pós-Segunda Guerra, tendo o fim da Guerra Fria possibilitado, dada a remoção dos obstáculos geopolíticos que impunham limites à expansão do espaço comunitário, um novo ciclo de ampliação do número de países integrantes da União Europeia.
Alternativas
Ano: 2009 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1201930 História
Com relação ao período da Primeira República brasileira, que vigorou até 1930, julgue C ou E. 
Sob inspiração norte-americana, o regime republicano brasileiro adotou o presidencialismo e substituiu o unitarismo do Império pelo federalismo.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1201871 Inglês
1 Most of the recent scholarly works on the evolution of diplomacy highlight the added complexity in which “states and other international actors communicate, negotiate and 4 otherwise interact” in the 21st century. Diplomacy has to take into account “the crazy-quilt nature of modern interdependence”. Decision-making on the international stage 7 involves what has been depicted as “two level games” or “double-edged diplomacy”. With accentuated forms of globalization the scope of diplomacy as the “engine room” of 10 International Relations has moved beyond the traditional core concerns to encompass a myriad set of issue areas. And the boundaries of participation in diplomacy — and the very 13 definition of diplomats — have broadened as well, albeit in a still contested fashion. In a variety of ways, therefore, not only its methods but also its objectives are far more expansive than 16 ever before. Yet, while the theme of complexity radiates through the pages of this book, changed circumstances and the 19 stretching of form, scope, and intensity do not only produce fragmentation but centralization in terms of purposive acts. Amid the larger debates about the diversity of principals, 22 agents, and intermediaries, the space in modern diplomacy for leadership by personalities at the apex of power has expanded. At odds with the counter-image of horizontal breadth with an 25 open-ended nature, the dynamic of 21st-century diplomacy remains highly vertically oriented and individual-centric. To showcase this phenomenon, however, is no to 28 suggest ossification. In terms of causation, the dependence on leaders is largely a reaction to complexity. With the shift to multi-party, multi-channel, multi-issue negotiations, with 31 domestic as well as international interests and values in play, leaders are often the only actors who can cut through the complexity and make the necessary trade-offs to allow 34 deadlocks to be broken. In terms of communication and other modes of representation, bringing in leaders differentiates and elevates issues from the bureaucratic arena. 37 In terms of effect, the primacy of leaders reinforces elements of both club and network diplomacy. In its most visible manifestation via summit diplomacy, the image of club 40 diplomacy explicitly differentiates the status and role of insiders and outsiders and thus the hierarchical nature of diplomacy. Although “large teams of representatives” are 43 involved in this central form of international practice, it is the “organized performances” of leaders that possess the most salience. At the same time, though, the galvanizing or catalytic 46 dimension of leader-driven diplomacy provides new avenues and legitimation for network diplomacy, with many decisions of summits being outsourced to actors who did not participate 49 at the summit but possess the technical knowledge, institutional credibility, and resources to enhance results. 
Andrew F. Cooper. The changing nature of diplomacy. In: Andrew F. Cooper and Jorge Heine. The Oxford Handbook of Modern Diplomacy. Oxford: Oxford University Press, 2013. p. 36 (adapted).
In relation to the content and the vocabulary of the text, decide whether the following statements are right (C) or wrong (E).
As far as textual unity is concerned, “Yet” provides a transition from the first to the second paragraphs, and establishes a contrast between the ideas in each of them.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1201773 Inglês
   1 Most of the recent scholarly works on the evolution of diplomacy highlight the added complexity in which “states and other international actors communicate, negotiate and 4 otherwise interact” in the 21st century. Diplomacy has to take into account “the crazy-quilt nature of modern interdependence”. Decision-making on the international stage 7 involves what has been depicted as “two level games” or “double-edged diplomacy”. With accentuated forms of globalization the scope of diplomacy as the “engine room” of 10 International Relations has moved beyond the traditional core concerns to encompass a myriad set of issue areas. And the boundaries of participation in diplomacy — and the very 13 definition of diplomats — have broadened as well, albeit in a still contested fashion. In a variety of ways, therefore, not only its methods but also its objectives are far more expansive than 16 ever before.
     Yet, while the theme of complexity radiates through the pages of this book, changed circumstances and the 19 stretching of form, scope, and intensity do not only produce fragmentation but centralization in terms of purposive acts. Amid the larger debates about the diversity of principals, 22 agents, and intermediaries, the space in modern diplomacy for leadership by personalities at the apex of power has expanded. At odds with the counter-image of horizontal breadth with an 25 open-ended nature, the dynamic of 21st-century diplomacy remains highly vertically oriented and individual-centric.
    To showcase this phenomenon, however, is no to 28 suggest ossification. In terms of causation, the dependence on leaders is largely a reaction to complexity. With the shift to multi-party, multi-channel, multi-issue negotiations, with 31 domestic as well as international interests and values in play, leaders are often the only actors who can cut through the complexity and make the necessary trade-offs to allow 34 deadlocks to be broken. In terms of communication and other modes of representation, bringing in leaders differentiates and elevates issues from the bureaucratic arena.
   37   In terms of effect, the primacy of leaders reinforces elements of both club and network diplomacy. In its most visible manifestation via summit diplomacy, the image of club 40 diplomacy explicitly differentiates the status and role of insiders and outsiders and thus the hierarchical nature of diplomacy. Although “large teams of representatives” are 43 involved in this central form of international practice, it is the “organized performances” of leaders that possess the most salience. At the same time, though, the galvanizing or catalytic 46 dimension of leader-driven diplomacy provides new avenues and legitimation for network diplomacy, with many decisions of summits being outsourced to actors who did not participate 49 at the summit but possess the technical knowledge, institutional credibility, and resources to enhance results. 

Andrew F. Cooper. The changing nature of diplomacy. In: Andrew F. Cooper and Jorge Heine. The Oxford Handbook of Modern Diplomacy. Oxford: Oxford University Press, 2013. p. 36 (adapted).
In relation to the content and the vocabulary of the text, decide whether the following statements are right (C) or wrong (E).
From the third paragraph, it is correct to infer that the more complex the diplomatic scenario, the more necessary the presence of leaders is.
Alternativas
Ano: 2005 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1201569 Geografia
Segundo Bertha Becker, “o rompimento da divisão do espaço e do poder mundiais em dois blocos e a distensão daí decorrente trouxeram à luz as diferenciações espaciais, significando a recuperação do político e da cultura expressos em conflitos pela definição de territórios”. Considerando essa análise e demais aspectos significativos do atual processo de globalização, julgue (C ou E) o item que se segue.
Entre as causas de instabilidades no mundo atual, estão a revolução científico-tecnológica e a crise ambiental.
Alternativas
Ano: 2005 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1201235 História
Segundo Bertha Becker, “o rompimento da divisão do espaço e do poder mundiais em dois blocos e a distensão daí decorrente trouxeram à luz as diferenciações espaciais, significando a recuperação do político e da cultura expressos em conflitos pela definição de territórios”. Considerando essa análise e demais aspectos significativos do atual processo de globalização, julgue (C ou E) o item que se segue.
A globalização econômica ajuda a manter a unidade dos territórios nacionais rompida durante a Guerra Fria e marcada pelo esgotamento do padrão de acumulação e de relações de poder calcado tanto na centralização quanto na produção em larga escala.
Alternativas
Ano: 2005 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1201013 Geografia
Segundo Bertha Becker, “o rompimento da divisão do espaço e do poder mundiais em dois blocos e a distensão daí decorrente trouxeram à luz as diferenciações espaciais, significando a recuperação do político e da cultura expressos em conflitos pela definição de territórios”. Considerando essa análise e demais aspectos significativos do atual processo de globalização, julgue (C ou E) o item que se segue.
O Estado deixou de ser a principal representação política, e o território nacional tampouco é a única escala de referência de poder, lacunas que foram preenchidas pelo poder técnico-econômico.
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Ano: 2018 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1200118 História
A Segunda Guerra Mundial, na verdade, trouxe soluções, pelo menos por décadas. Os impressionantes problemas sociais e econômicos do capitalismo na Era da Catástrofe aparentemente sumiram. A economia do mundo ocidental entrou em sua Era de Ouro; a democracia política ocidental, apoiada por uma extraordinária melhora na vida material, ficou estável; baniu-se a guerra para o terceiro mundo. Por outro lado, até mesmo a revolução pareceu ter encontrado seu caminho para a frente. Os velhos impérios coloniais desapareceram ou logo estariam destinados a desaparecer.
Eric Hobsbawn. Era dos extremos: o breve século XX. Cia das Letras: São Paulo, 2005, p. 59. 
Tendo como referência inicial o texto precedente, julgue (C ou E) os seguintes itens, relativos às causas e aos desdobramentos da  Segunda Guerra Mundial (1939-1945). 
Nas décadas seguintes ao grande conflito, multiplicaram-se as guerras de guerrilha nos países coloniais do chamado terceiro mundo, que enfrentaram pequena resistência de suas antigas potências colonizadoras, que, por sua vez, estavam mais preocupadas com a recuperação interna de seus recursos.
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Ano: 2018 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1199960 História
A Segunda Guerra Mundial, na verdade, trouxe soluções, pelo menos por décadas. Os impressionantes problemas sociais e econômicos do capitalismo na Era da Catástrofe aparentemente sumiram. A economia do mundo ocidental entrou em sua Era de Ouro; a democracia política ocidental, apoiada por uma extraordinária melhora na vida material, ficou estável; baniu-se a guerra para o terceiro mundo. Por outro lado, até mesmo a revolução pareceu ter encontrado seu caminho para a frente. Os velhos impérios coloniais desapareceram ou logo estariam destinados a desaparecer.
Eric Hobsbawn. Era dos extremos: o breve século XX. Cia das Letras: São Paulo, 2005, p. 59. 
Tendo como referência inicial o texto precedente, julgue (C ou E) os seguintes itens, relativos às causas e aos desdobramentos da  Segunda Guerra Mundial (1939-1945). 
O sistema Bretton-Woods, que estabilizou o sistema financeiro internacional, contemplou a criação do FMI e do Banco Mundial e a reestruturação do padrão-ouro, que, em 1929, havia entrado em colapso devido à grande depressão econômica ocorrida naquele ano.
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Ano: 2005 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1199597 Geografia
Segundo Bertha Becker e Cláudio Egler, as premissas do projeto geopolítico do regime militar instaurado em 1964 não foram determinadas pela geografia do país nem se restringiram à apropriação física do território. O marco desse novo projeto foi a intencionalidade do domínio do vetor científico-tecnológico moderno para o controle do tempo e do espaço, entendido pelas Forças Armadas como condição para a constituição do Estado-nação na nova era mundial. Considerando as observações apresentadas no texto acima, julgue (C ou E) o item a seguir, tendo em vista a modernização conservadora e a reestruturação do território brasileiro.
A integração territorial brasileira, na perspectiva da modernização conservadora, foi um recurso ideológico utilizado para ampliar o controle do território nacional e encobrir as políticas seletivas espaciais e sociais.
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Ano: 2005 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1199520 Conhecimentos Gerais
Segundo Bertha Becker e Cláudio Egler, as premissas do projeto geopolítico do regime militar instaurado em 1964 não foram determinadas pela geografia do país nem se restringiram à apropriação física do território. O marco desse novo projeto foi a intencionalidade do domínio do vetor científico-tecnológico moderno para o controle do tempo e do espaço, entendido pelas Forças Armadas como condição para a constituição do Estado-nação na nova era mundial. Considerando as observações apresentadas no texto acima, julgue (C ou E) o item a seguir, tendo em vista a modernização conservadora e a reestruturação do território brasileiro.
A modernização brasileira gerenciou a pobreza por meio de políticas sociais massificadas e qualidade nos serviços oferecidos.
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Ano: 2005 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1199461 Geografia
Quanto à dinâmica da industrialização brasileira, julgue (C ou E) o item subseqüente.
Os estados que mais se destacaram na acumulação industrial na década de 60 do século XX foram Rio de Janeiro e São Paulo; os produtos eram daí exportados para a região Sul e para o eixo Norte-Nordeste.
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Ano: 2014 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1194932 Espanhol
      ¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!      Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira, fabricado del sabio moro, en jaspes sustentado.       No cura si la fama canta con voz su nombre pregonera, ni cura si encarama la lengua lisonjera lo que condena la verdad sincera.      ¿Qué presta a mi contento si soy del vano dedo señalado; si, en busca deste viento, ando desalentado con ansias vivas, con mortal cuidado?        ¡Oh monte, oh fuente, oh río! ¡Oh secreto seguro, deleitoso! , roto casi el navío, a vuestro almo reposo huyo de aqueste mar tempestuoso.         Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo de a quien la sangre ensalza, o el dinero.         Despiértenme las aves con su cantar sabroso no aprendido; no los cuidados graves de que es siempre seguido el que al ajeno arbitrio está atenido.          Vivir quiero conmigo; gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo.           Del monte en la ladera, por mi mano plantado tengo un huerto, que con la primavera, de bella flor cubierto ya muestra en esperanza el fruto cierto.          Y como codiciosa por ver y acrecentar su hermosura, desde la cumbre airosa una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura.         Y luego, sosegada, el paso entre los árboles torciendo, el suelo de pasada, de verdura vistiendo y con diversas flores va esparciendo.          El aire del huerto orea y ofrece mil olores al sentido; los árboles menea con un manso ruido, que del oro y del cetro pone olvido.          Téngase su tesoro los que de un falso leño se confían; no es mío ver el lloro de los que desconfían cuando el cierzo y el ábrego porfían.           La combatida antena cruje, y en ciega noche el claro día se torna; al cielo suena confusa vocería, y la mar enriquecen a porfía.            A mí una pobrecilla mesa de amable paz bien abastada, me baste; y la vajilla, de fino oro labrada sea de quien la mar no teme airada.           Y mientras miserable- mente se están los otros abrazando con sed insaciable del peligroso mando, tendido yo a la sombra esté cantando.            A la sombra tendido, de yedra y lauro eterno coronado, puesto el atento oído al son dulce, acordado, del plectro sabiamente meneado.                                                                                      Fray Luis de León. Poesías completas. Clásicos Castalia.                                                                                               Madrid, 2001 (con adaptaciones). En conformidad con el texto, el poeta renacentista
describe un deseo que es, hasta el momento, un sueño.
Alternativas
Respostas
581: C
582: E
583: C
584: E
585: E
586: C
587: C
588: C
589: C
590: C
591: C
592: C
593: E
594: C
595: E
596: E
597: C
598: E
599: E
600: C