Questões de Concurso Comentadas para secretário

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Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1223020 Espanhol
Texto II 
1 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan azules, los astros, a lo lejos.» 4 El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 7 En las noches como esta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. 10 Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 13 Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 16 La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. 19 Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 22 Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 25 De otro, será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 28 Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. 31 Aunque este sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo. 
Pablo Neruda. Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
De acuerdo con el verso veinticinco, para el vate
él tiene contacto con ella.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1222968 Espanhol
Texto II 
1 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan azules, los astros, a lo lejos.» 4 El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 7 En las noches como esta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. 10 Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 13 Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 16 La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. 19 Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 22 Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 25 De otro, será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 28 Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. 31 Aunque este sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo. 
Pablo Neruda. Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
De acuerdo con el verso veinticinco, para el vate
ella va a compartir su amor con otra persona.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1222934 Espanhol
Texto II 
1 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan azules, los astros, a lo lejos.» 4 El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 7 En las noches como esta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. 10 Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 13 Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 16 La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. 19 Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 22 Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 25 De otro, será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 28 Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. 31 Aunque este sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo. 
Pablo Neruda. Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
De acuerdo con el verso veinticinco, para el vate
ella, a lo mejor, tiene otro compañero.
Alternativas
Ano: 2017 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1210414 Português
1 O ano de 1881 foi dos mais significativos e importantes para a ficção no Brasil, pois que nele se publicaram as Memórias Póstumas de Brás Cubas, 4 de Machado de Assis (saídas na Revista Brasileira, no ano anterior) e O Mulato, de Aluísio Azevedo. Com estes livros se encerrava a indecisão da década de setenta, e tomavam 7 corpo duas das tendências nela delineadas, a da análise, prenunciada nos primeiros trabalhos do próprio Machado de Assis, e a naturalista, prefigurada principalmente pelo 10 Coronel Sangrado, de Inglês de Sousa, e por Um Casamento no Arrabalde, de Franklin Távora. A terceira, a regionalista, só um pouco depois ganharia feição mais nítida. 13 No momento, impressionou muito mais a novidade do Mulato — sob muitos aspectos ainda tão preso às deformações românticas — do que a do Brás Cubas, 16 muito mais completa e audaciosa. É que aquele não só trazia um rótulo em moda, como, parecendo revolucionário e de fato o sendo pelo tema, continuava a velha linha nacional 19 de romances que encontravam na descrição de costumes o seu centro de gravidade; foi por isso mais facilmente entendido e admirado. Pelos livros de Zola e Eça de Queirós, estavam 22 o meio intelectual e o público que lia preparados para receber afinal uma obra naturalista brasileira, que na verdade se fazia esperar, ao passo que nada os habituara de antemão à nova 25 maneira de Machado de Assis, já que nenhum crítico vislumbrara as sondagens psicológicas escondidas sob os casos sentimentais que até então de preferência contara. Toda a gente 28 se deslumbrou — ou se escandalizou — com O Mulato, sem perceber que o espírito de inovação e de rebeldia estava mais nas Memórias Póstumas de Brás Cubas. 31 Aqui, ousadamente, varriam-se de um golpe o sentimentalismo, o moralismo superficial, a fictícia unidade da pessoa humana, as frases piegas, o receio de chocar preconceitos, a concepção 34 do predomínio do amor sobre todas as outras paixões; afirmava-se a possibilidade de construir um grande livro sem recorrer à natureza, desdenhava-se a cor local, colocava-se um 37 autor pela primeira vez dentro das personagens; surgiam afinal homens e mulheres, e não brasileiros, ou gaúchos, ou nortistas, e — last but not least — patenteava-se a influência inglesa em 40 lugar da francesa, introduzia-se entre nós o humorismo. A independência literária, que tanto se buscara, só com este livro foi selada. Independência que não significa, 43 nem poderia significar, autossuficiência, e sim o estado de maturidade intelectual e social que permite a liberdade de concepção e expressão. Criando personagens e ambientes 46 brasileiros — bem brasileiros —, Machado não se julgou obrigado a fazê-los pitorescamente típicos, porque a consciência da nacionalidade, já sendo nele total, não carecia 49 de elementos decorativos. Aquilo que reputava indispensável ao escritor, “certo sentimento íntimo que o torne homem do seu tempo e do seu país, ainda quando trate de assuntos remotos 52 no tempo e no espaço”, ele o possuiu inteiramente, com uma posse tranquila e pacífica. E por isso pôde — o primeiro entre nós — ser universal sem deixar de ser brasileiro. 55 Todas essas qualidades, das quais algumas já se haviam delineado nos livros anteriores do seu autor, fizeram das Memórias Póstumas de Brás Cubas um acontecimento 58 literário de imenso alcance. Tanto no presente como no passado alterava o nosso panorama literário, porque exigia a revisão de valores que, segundo T. S. Eliot, se dá cada vez 61 que surge uma obra realmente nova. Aplicando ao restrito patrimônio das letras brasileiras a fórmula empregada um plano muito mais vasto pelo crítico inglês, podemos dizer 64 que o aparecimento do Brás Cubas modificou a ordem estabelecida. (...) Descontada a parte do coeficiente pessoal — sem 67 dúvida a mais importante — a obra de Machado de Assis revela que já possuíamos, no fim do Segundo Reinado, um organismo social melhor definido do que faria supor 70 a confusão reinante nos domínios literários entre o indivíduo e o meio físico ou o clã a que pertencia. (...) Abandonando os episódios sentimentais a que até esse momento mais ou 73 menos se ativera, instalando-se no íntimo de suas criaturas, Machado de Assis descobriu seres cujas reações especificamente brasileiras não contrariavam o caráter mais 76 larga e profundamente humano. E, entretanto — tais são os erros de perspectiva dos contemporâneos —, o que a todos pareceu novidade 79 completa foi O Mulato, que inaugurava muito mais uma maneira literária do que um ângulo de visão diferente. O movimento naturalista a que deu início empolgaria os 82 escritores, marcaria com o seu sinete não apenas o decênio que começava, mas também em boa parte o que se lhe seguiria, enquanto que, na época, só Raul Pompéia se deixaria seduzir 85 pelas análises praticadas no Brás Cubas. Havia, porém, nesses dois livros de índole tão diversa, um traço comum: em ambos triunfava a observação. 
Lúcia Miguel Pereira. História da literatura brasileira – Prosa de ficção – de 1870 a 1920. Rio de Janeiro: José Olympio/INL, 1973, 3.a ed., p. 53-5 (com adaptações)
Com relação a aspectos gramaticais do texto I, julgue (C ou E) o item que se segue.
A retirada do pronome oblíquo na oração “ele o possuiu inteiramente” (linha 52) preservaria a correção gramatical e o sentido original do texto.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1209853 Espanhol
Texto III 
1. Rosendo Maqui y la comunidad 1 ¡Desgracia! Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta leve de 4 su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada por la fatalidad, sin dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete. Cuando la hoja de acero 7 fulguró en el aire, ya el largo y bruñido cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. ¡Desgracia! 10 Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un delgado cincho que negreaba sobre la coloreada faja de lana y se quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso 13 al fin proseguir su camino, pero los pies le pesaban. Se había asustado, pues. Entonces se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien podía estar la culebra. Era necesario 16 terminar con la alimaña y su siniestra agorería. Es la forma de conjurar el presunto daño en los casos de la sierpe y el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más 19 desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer bulla, dio un táctico rodeo y penetró blandamente, machete en mano, entre los arbustos. Si alguno de los comuneros lo 22 hubiera visto en esa hora, en mangas de camisa y husmeando con un aire de can inquieto, quizá habría dicho: «¿Qué hace ahí el anciano alcalde? No será que le falta el buen sentido». Los 25 arbustos eran úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, rodeando las cuales se arracimaban —había llegado el tiempo— unas moras lilas. A Rosendo Maqui le placían, pero 28 esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y deseo, recorrían todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la hormiga 31 cercena y transporta su brizna, el moscardón ronronea su amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o del vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su 34 perfecto túnel. Nada había fuera de esa existencia escondida. De súbito, un gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, acomodado de un horcón, donde dos polluelos mostraban sus 37 picos triangulares y su desnudez friolenta. El reptil debía estar por allí, rondando en torno a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y ambos piaban saltando de rama 40 en rama, lo más cerca del nido que les permitía su miedo al hombre. Éste hurgó con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la aviesa serpiente. Salió del matorral y 43 después de guardarse de nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente abandonadas —los vivos colores del poncho solían, otras veces, ponerlo contento— y continuó 46 la marcha. ¡Desgracia!  Tenía la boca seca, las sienes ardientes y se sentía 49 cansado. Esa búsqueda no era tarea de fatigar y considerándolo tuvo miedo. Su corazón era el pesado, acaso. Él presentía, sabía y estaba agobiado de angustia. Encontró a poco un 52 muriente arroyo que arrastraba una diáfana agüita silenciosa y, ahuecando la falda de su sombrero de junco, recogió la suficiente para hartarse a largos tragos. El frescor lo reanimó 55 y reanudó su viaje con alivianado paso. Bien mirado —se decía—, la culebra oteó desde un punto elevado de la ladera el nido de gorriones y entonces bajó con la intención de 58 comérselos. Dio la casualidad de que él pasara por el camino en el momento en que ella lo cruzaba. Nada más. O quizá, previendo el encuentro, la muy ladina dijo: «Aprovecharé para 61 asustar a ese cristiano». Pero es verdad también que la condición del hombre es esperanzarse. Acaso únicamente la culebra sentenció: «Ahí va un cristiano desprevenido que no 64 quiere ver la desgracia próxima y voy a anunciársela». Seguramente era esto lo cierto, ya que no la pudo encontrar. La fatalidad es incontrastable.  67 ¡Desgracia! ¡Desgracia! Rosendo Maqui volvía de las alturas, a donde fue con el objeto de buscar algunas yerbas que la curandera había 70 recetado a su vieja mujer. En realidad, subió también porque le gustaba probar la gozosa fuerza de sus músculos en la lucha con las escarpadas cumbres y luego, al dominarlas, llenarse los 73 ojos de horizontes. Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes. Gozaba viendo el nevado Urpillau, canoso y sabio como un antiguo amauta; el arisco y violento 76 Huarca, guerrero en perenne lucha con la niebla y el viento; el aristado Huilloc, en el cual un indio dormía eternamente de cara al cielo; el agazapado Puma, justamente dispuesto como 79 un león americano en trance de dar el salto; el rechoncho Suni, de hábitos pacíficos y un poco a disgusto entre sus vecinos; el eglógico Mamay, que prefería prodigarse en faldas coloreadas 82 de múltiples sembríos y apenas hacía asomar una arista de piedra para atisbar las lejanías; éste y ése y aquél y esotro… El indio Rosendo los animaba de todas las formas e intenciones 85 imaginables y se dejaba estar mucho tiempo mirándolos. En el fondo de sí mismo, creía que los Andes conocían el emocionante secreto de la vida.
Ciro Alegría. El mundo es ancho y ajeno.
A partir del fragmento expuesto, la cumbre
Puma se muestra al acecho.
Alternativas
Respostas
121: E
122: E
123: C
124: C
125: C