Questões de Espanhol para Concurso

Foram encontradas 2.361 questões

Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1223023 Espanhol
Texto II 
1 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan azules, los astros, a lo lejos.» 4 El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 7 En las noches como esta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. 10 Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 13 Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 16 La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. 19 Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 22 Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 25 De otro, será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 28 Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. 31 Aunque este sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo. 
Pablo Neruda. Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
El vocablo «la», en «guardarla» (v.15),
sustituye la noche inmensa.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1223020 Espanhol
Texto II 
1 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan azules, los astros, a lo lejos.» 4 El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 7 En las noches como esta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. 10 Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 13 Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 16 La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. 19 Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 22 Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 25 De otro, será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 28 Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. 31 Aunque este sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo. 
Pablo Neruda. Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
De acuerdo con el verso veinticinco, para el vate
él tiene contacto con ella.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1222968 Espanhol
Texto II 
1 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan azules, los astros, a lo lejos.» 4 El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 7 En las noches como esta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. 10 Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 13 Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 16 La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. 19 Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 22 Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 25 De otro, será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 28 Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. 31 Aunque este sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo. 
Pablo Neruda. Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
De acuerdo con el verso veinticinco, para el vate
ella va a compartir su amor con otra persona.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1222934 Espanhol
Texto II 
1 Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan azules, los astros, a lo lejos.» 4 El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 7 En las noches como esta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. 10 Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 13 Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 16 La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. 19 Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 22 Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 25 De otro, será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 28 Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. 31 Aunque este sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo. 
Pablo Neruda. Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
De acuerdo con el verso veinticinco, para el vate
ella, a lo mejor, tiene otro compañero.
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Ano: 2016 Banca: IFB Órgão: IFB
Q1222071 Espanhol
En julio de 2016, la Guerra Civil Española cumplió ochenta años de su inicio. Esta Guerra (1936-1939) fue un evento extraliterario, pero afectó al arte de un país, en especial a las letras, tanto en la parte de la creación como en el exilio de muchos artistas. Acerca de la relación entre la literatura y esta Guerra, se puede afirmar que 
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Ano: 2014 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1211478 Espanhol
      ¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!      Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira, fabricado del sabio moro, en jaspes sustentado.       No cura si la fama canta con voz su nombre pregonera, ni cura si encarama la lengua lisonjera lo que condena la verdad sincera.      ¿Qué presta a mi contento si soy del vano dedo señalado; si, en busca deste viento, ando desalentado con ansias vivas, con mortal cuidado?        ¡Oh monte, oh fuente, oh río! ¡Oh secreto seguro, deleitoso! , roto casi el navío, a vuestro almo reposo huyo de aqueste mar tempestuoso.         Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo de a quien la sangre ensalza, o el dinero.         Despiértenme las aves con su cantar sabroso no aprendido; no los cuidados graves de que es siempre seguido el que al ajeno arbitrio está atenido.          Vivir quiero conmigo; gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo.           Del monte en la ladera, por mi mano plantado tengo un huerto, que con la primavera, de bella flor cubierto ya muestra en esperanza el fruto cierto.          Y como codiciosa por ver y acrecentar su hermosura, desde la cumbre airosa una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura.         Y luego, sosegada, el paso entre los árboles torciendo, el suelo de pasada, de verdura vistiendo y con diversas flores va esparciendo.          El aire del huerto orea y ofrece mil olores al sentido; los árboles menea con un manso ruido, que del oro y del cetro pone olvido.          Téngase su tesoro los que de un falso leño se confían; no es mío ver el lloro de los que desconfían cuando el cierzo y el ábrego porfían.           La combatida antena cruje, y en ciega noche el claro día se torna; al cielo suena confusa vocería, y la mar enriquecen a porfía.            A mí una pobrecilla mesa de amable paz bien abastada, me baste; y la vajilla, de fino oro labrada sea de quien la mar no teme airada.           Y mientras miserable- mente se están los otros abrazando con sed insaciable del peligroso mando, tendido yo a la sombra esté cantando.            A la sombra tendido, de yedra y lauro eterno coronado, puesto el atento oído al son dulce, acordado, del plectro sabiamente meneado.                                                                                      Fray Luis de León. Poesías completas. Clásicos Castalia.                                                                                               Madrid, 2001 (con adaptaciones). En el texto, la Sabina del poeta
está en la falda de un cerro.
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Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1209853 Espanhol
Texto III 
1. Rosendo Maqui y la comunidad 1 ¡Desgracia! Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta leve de 4 su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada por la fatalidad, sin dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete. Cuando la hoja de acero 7 fulguró en el aire, ya el largo y bruñido cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. ¡Desgracia! 10 Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un delgado cincho que negreaba sobre la coloreada faja de lana y se quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso 13 al fin proseguir su camino, pero los pies le pesaban. Se había asustado, pues. Entonces se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien podía estar la culebra. Era necesario 16 terminar con la alimaña y su siniestra agorería. Es la forma de conjurar el presunto daño en los casos de la sierpe y el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más 19 desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer bulla, dio un táctico rodeo y penetró blandamente, machete en mano, entre los arbustos. Si alguno de los comuneros lo 22 hubiera visto en esa hora, en mangas de camisa y husmeando con un aire de can inquieto, quizá habría dicho: «¿Qué hace ahí el anciano alcalde? No será que le falta el buen sentido». Los 25 arbustos eran úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, rodeando las cuales se arracimaban —había llegado el tiempo— unas moras lilas. A Rosendo Maqui le placían, pero 28 esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y deseo, recorrían todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la hormiga 31 cercena y transporta su brizna, el moscardón ronronea su amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o del vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su 34 perfecto túnel. Nada había fuera de esa existencia escondida. De súbito, un gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, acomodado de un horcón, donde dos polluelos mostraban sus 37 picos triangulares y su desnudez friolenta. El reptil debía estar por allí, rondando en torno a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y ambos piaban saltando de rama 40 en rama, lo más cerca del nido que les permitía su miedo al hombre. Éste hurgó con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la aviesa serpiente. Salió del matorral y 43 después de guardarse de nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente abandonadas —los vivos colores del poncho solían, otras veces, ponerlo contento— y continuó 46 la marcha. ¡Desgracia!  Tenía la boca seca, las sienes ardientes y se sentía 49 cansado. Esa búsqueda no era tarea de fatigar y considerándolo tuvo miedo. Su corazón era el pesado, acaso. Él presentía, sabía y estaba agobiado de angustia. Encontró a poco un 52 muriente arroyo que arrastraba una diáfana agüita silenciosa y, ahuecando la falda de su sombrero de junco, recogió la suficiente para hartarse a largos tragos. El frescor lo reanimó 55 y reanudó su viaje con alivianado paso. Bien mirado —se decía—, la culebra oteó desde un punto elevado de la ladera el nido de gorriones y entonces bajó con la intención de 58 comérselos. Dio la casualidad de que él pasara por el camino en el momento en que ella lo cruzaba. Nada más. O quizá, previendo el encuentro, la muy ladina dijo: «Aprovecharé para 61 asustar a ese cristiano». Pero es verdad también que la condición del hombre es esperanzarse. Acaso únicamente la culebra sentenció: «Ahí va un cristiano desprevenido que no 64 quiere ver la desgracia próxima y voy a anunciársela». Seguramente era esto lo cierto, ya que no la pudo encontrar. La fatalidad es incontrastable.  67 ¡Desgracia! ¡Desgracia! Rosendo Maqui volvía de las alturas, a donde fue con el objeto de buscar algunas yerbas que la curandera había 70 recetado a su vieja mujer. En realidad, subió también porque le gustaba probar la gozosa fuerza de sus músculos en la lucha con las escarpadas cumbres y luego, al dominarlas, llenarse los 73 ojos de horizontes. Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes. Gozaba viendo el nevado Urpillau, canoso y sabio como un antiguo amauta; el arisco y violento 76 Huarca, guerrero en perenne lucha con la niebla y el viento; el aristado Huilloc, en el cual un indio dormía eternamente de cara al cielo; el agazapado Puma, justamente dispuesto como 79 un león americano en trance de dar el salto; el rechoncho Suni, de hábitos pacíficos y un poco a disgusto entre sus vecinos; el eglógico Mamay, que prefería prodigarse en faldas coloreadas 82 de múltiples sembríos y apenas hacía asomar una arista de piedra para atisbar las lejanías; éste y ése y aquél y esotro… El indio Rosendo los animaba de todas las formas e intenciones 85 imaginables y se dejaba estar mucho tiempo mirándolos. En el fondo de sí mismo, creía que los Andes conocían el emocionante secreto de la vida.
Ciro Alegría. El mundo es ancho y ajeno.
A partir del fragmento expuesto, la cumbre
Puma se muestra al acecho.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1209778 Espanhol
Texto III 
1. Rosendo Maqui y la comunidad 1 ¡Desgracia! Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta leve de 4 su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada por la fatalidad, sin dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete. Cuando la hoja de acero 7 fulguró en el aire, ya el largo y bruñido cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. ¡Desgracia! 10 Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un delgado cincho que negreaba sobre la coloreada faja de lana y se quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso 13 al fin proseguir su camino, pero los pies le pesaban. Se había asustado, pues. Entonces se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien podía estar la culebra. Era necesario 16 terminar con la alimaña y su siniestra agorería. Es la forma de conjurar el presunto daño en los casos de la sierpe y el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más 19 desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer bulla, dio un táctico rodeo y penetró blandamente, machete en mano, entre los arbustos. Si alguno de los comuneros lo 22 hubiera visto en esa hora, en mangas de camisa y husmeando con un aire de can inquieto, quizá habría dicho: «¿Qué hace ahí el anciano alcalde? No será que le falta el buen sentido». Los 25 arbustos eran úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, rodeando las cuales se arracimaban —había llegado el tiempo— unas moras lilas. A Rosendo Maqui le placían, pero 28 esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y deseo, recorrían todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la hormiga 31 cercena y transporta su brizna, el moscardón ronronea su amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o del vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su 34 perfecto túnel. Nada había fuera de esa existencia escondida. De súbito, un gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, acomodado de un horcón, donde dos polluelos mostraban sus 37 picos triangulares y su desnudez friolenta. El reptil debía estar por allí, rondando en torno a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y ambos piaban saltando de rama 40 en rama, lo más cerca del nido que les permitía su miedo al hombre. Éste hurgó con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la aviesa serpiente. Salió del matorral y 43 después de guardarse de nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente abandonadas —los vivos colores del poncho solían, otras veces, ponerlo contento— y continuó 46 la marcha. ¡Desgracia!  Tenía la boca seca, las sienes ardientes y se sentía 49 cansado. Esa búsqueda no era tarea de fatigar y considerándolo tuvo miedo. Su corazón era el pesado, acaso. Él presentía, sabía y estaba agobiado de angustia. Encontró a poco un 52 muriente arroyo que arrastraba una diáfana agüita silenciosa y, ahuecando la falda de su sombrero de junco, recogió la suficiente para hartarse a largos tragos. El frescor lo reanimó 55 y reanudó su viaje con alivianado paso. Bien mirado —se decía—, la culebra oteó desde un punto elevado de la ladera el nido de gorriones y entonces bajó con la intención de 58 comérselos. Dio la casualidad de que él pasara por el camino en el momento en que ella lo cruzaba. Nada más. O quizá, previendo el encuentro, la muy ladina dijo: «Aprovecharé para 61 asustar a ese cristiano». Pero es verdad también que la condición del hombre es esperanzarse. Acaso únicamente la culebra sentenció: «Ahí va un cristiano desprevenido que no 64 quiere ver la desgracia próxima y voy a anunciársela». Seguramente era esto lo cierto, ya que no la pudo encontrar. La fatalidad es incontrastable.  67 ¡Desgracia! ¡Desgracia! Rosendo Maqui volvía de las alturas, a donde fue con el objeto de buscar algunas yerbas que la curandera había 70 recetado a su vieja mujer. En realidad, subió también porque le gustaba probar la gozosa fuerza de sus músculos en la lucha con las escarpadas cumbres y luego, al dominarlas, llenarse los 73 ojos de horizontes. Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes. Gozaba viendo el nevado Urpillau, canoso y sabio como un antiguo amauta; el arisco y violento 76 Huarca, guerrero en perenne lucha con la niebla y el viento; el aristado Huilloc, en el cual un indio dormía eternamente de cara al cielo; el agazapado Puma, justamente dispuesto como 79 un león americano en trance de dar el salto; el rechoncho Suni, de hábitos pacíficos y un poco a disgusto entre sus vecinos; el eglógico Mamay, que prefería prodigarse en faldas coloreadas 82 de múltiples sembríos y apenas hacía asomar una arista de piedra para atisbar las lejanías; éste y ése y aquél y esotro… El indio Rosendo los animaba de todas las formas e intenciones 85 imaginables y se dejaba estar mucho tiempo mirándolos. En el fondo de sí mismo, creía que los Andes conocían el emocionante secreto de la vida.
Ciro Alegría. El mundo es ancho y ajeno.
A partir del fragmento expuesto, la cumbre
Suni vivía en armonía con sus homólogas.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1209729 Espanhol
Texto III 
1. Rosendo Maqui y la comunidad 1 ¡Desgracia! Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta leve de 4 su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada por la fatalidad, sin dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete. Cuando la hoja de acero 7 fulguró en el aire, ya el largo y bruñido cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. ¡Desgracia! 10 Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un delgado cincho que negreaba sobre la coloreada faja de lana y se quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso 13 al fin proseguir su camino, pero los pies le pesaban. Se había asustado, pues. Entonces se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien podía estar la culebra. Era necesario 16 terminar con la alimaña y su siniestra agorería. Es la forma de conjurar el presunto daño en los casos de la sierpe y el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más 19 desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer bulla, dio un táctico rodeo y penetró blandamente, machete en mano, entre los arbustos. Si alguno de los comuneros lo 22 hubiera visto en esa hora, en mangas de camisa y husmeando con un aire de can inquieto, quizá habría dicho: «¿Qué hace ahí el anciano alcalde? No será que le falta el buen sentido». Los 25 arbustos eran úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, rodeando las cuales se arracimaban —había llegado el tiempo— unas moras lilas. A Rosendo Maqui le placían, pero 28 esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y deseo, recorrían todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la hormiga 31 cercena y transporta su brizna, el moscardón ronronea su amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o del vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su 34 perfecto túnel. Nada había fuera de esa existencia escondida. De súbito, un gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, acomodado de un horcón, donde dos polluelos mostraban sus 37 picos triangulares y su desnudez friolenta. El reptil debía estar por allí, rondando en torno a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y ambos piaban saltando de rama 40 en rama, lo más cerca del nido que les permitía su miedo al hombre. Éste hurgó con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la aviesa serpiente. Salió del matorral y 43 después de guardarse de nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente abandonadas —los vivos colores del poncho solían, otras veces, ponerlo contento— y continuó 46 la marcha. ¡Desgracia!  Tenía la boca seca, las sienes ardientes y se sentía 49 cansado. Esa búsqueda no era tarea de fatigar y considerándolo tuvo miedo. Su corazón era el pesado, acaso. Él presentía, sabía y estaba agobiado de angustia. Encontró a poco un 52 muriente arroyo que arrastraba una diáfana agüita silenciosa y, ahuecando la falda de su sombrero de junco, recogió la suficiente para hartarse a largos tragos. El frescor lo reanimó 55 y reanudó su viaje con alivianado paso. Bien mirado —se decía—, la culebra oteó desde un punto elevado de la ladera el nido de gorriones y entonces bajó con la intención de 58 comérselos. Dio la casualidad de que él pasara por el camino en el momento en que ella lo cruzaba. Nada más. O quizá, previendo el encuentro, la muy ladina dijo: «Aprovecharé para 61 asustar a ese cristiano». Pero es verdad también que la condición del hombre es esperanzarse. Acaso únicamente la culebra sentenció: «Ahí va un cristiano desprevenido que no 64 quiere ver la desgracia próxima y voy a anunciársela». Seguramente era esto lo cierto, ya que no la pudo encontrar. La fatalidad es incontrastable.  67 ¡Desgracia! ¡Desgracia! Rosendo Maqui volvía de las alturas, a donde fue con el objeto de buscar algunas yerbas que la curandera había 70 recetado a su vieja mujer. En realidad, subió también porque le gustaba probar la gozosa fuerza de sus músculos en la lucha con las escarpadas cumbres y luego, al dominarlas, llenarse los 73 ojos de horizontes. Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes. Gozaba viendo el nevado Urpillau, canoso y sabio como un antiguo amauta; el arisco y violento 76 Huarca, guerrero en perenne lucha con la niebla y el viento; el aristado Huilloc, en el cual un indio dormía eternamente de cara al cielo; el agazapado Puma, justamente dispuesto como 79 un león americano en trance de dar el salto; el rechoncho Suni, de hábitos pacíficos y un poco a disgusto entre sus vecinos; el eglógico Mamay, que prefería prodigarse en faldas coloreadas 82 de múltiples sembríos y apenas hacía asomar una arista de piedra para atisbar las lejanías; éste y ése y aquél y esotro… El indio Rosendo los animaba de todas las formas e intenciones 85 imaginables y se dejaba estar mucho tiempo mirándolos. En el fondo de sí mismo, creía que los Andes conocían el emocionante secreto de la vida.
Ciro Alegría. El mundo es ancho y ajeno.
A partir del fragmento expuesto, la cumbre
Urpillau nos trae a la memoria a un erudito canoso.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1209694 Espanhol
Texto III 
1. Rosendo Maqui y la comunidad 1 ¡Desgracia! Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta leve de 4 su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada por la fatalidad, sin dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete. Cuando la hoja de acero 7 fulguró en el aire, ya el largo y bruñido cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. ¡Desgracia! 10 Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un delgado cincho que negreaba sobre la coloreada faja de lana y se quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso 13 al fin proseguir su camino, pero los pies le pesaban. Se había asustado, pues. Entonces se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien podía estar la culebra. Era necesario 16 terminar con la alimaña y su siniestra agorería. Es la forma de conjurar el presunto daño en los casos de la sierpe y el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más 19 desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer bulla, dio un táctico rodeo y penetró blandamente, machete en mano, entre los arbustos. Si alguno de los comuneros lo 22 hubiera visto en esa hora, en mangas de camisa y husmeando con un aire de can inquieto, quizá habría dicho: «¿Qué hace ahí el anciano alcalde? No será que le falta el buen sentido». Los 25 arbustos eran úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, rodeando las cuales se arracimaban —había llegado el tiempo— unas moras lilas. A Rosendo Maqui le placían, pero 28 esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y deseo, recorrían todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la hormiga 31 cercena y transporta su brizna, el moscardón ronronea su amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o del vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su 34 perfecto túnel. Nada había fuera de esa existencia escondida. De súbito, un gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, acomodado de un horcón, donde dos polluelos mostraban sus 37 picos triangulares y su desnudez friolenta. El reptil debía estar por allí, rondando en torno a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y ambos piaban saltando de rama 40 en rama, lo más cerca del nido que les permitía su miedo al hombre. Éste hurgó con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la aviesa serpiente. Salió del matorral y 43 después de guardarse de nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente abandonadas —los vivos colores del poncho solían, otras veces, ponerlo contento— y continuó 46 la marcha. ¡Desgracia!  Tenía la boca seca, las sienes ardientes y se sentía 49 cansado. Esa búsqueda no era tarea de fatigar y considerándolo tuvo miedo. Su corazón era el pesado, acaso. Él presentía, sabía y estaba agobiado de angustia. Encontró a poco un 52 muriente arroyo que arrastraba una diáfana agüita silenciosa y, ahuecando la falda de su sombrero de junco, recogió la suficiente para hartarse a largos tragos. El frescor lo reanimó 55 y reanudó su viaje con alivianado paso. Bien mirado —se decía—, la culebra oteó desde un punto elevado de la ladera el nido de gorriones y entonces bajó con la intención de 58 comérselos. Dio la casualidad de que él pasara por el camino en el momento en que ella lo cruzaba. Nada más. O quizá, previendo el encuentro, la muy ladina dijo: «Aprovecharé para 61 asustar a ese cristiano». Pero es verdad también que la condición del hombre es esperanzarse. Acaso únicamente la culebra sentenció: «Ahí va un cristiano desprevenido que no 64 quiere ver la desgracia próxima y voy a anunciársela». Seguramente era esto lo cierto, ya que no la pudo encontrar. La fatalidad es incontrastable.  67 ¡Desgracia! ¡Desgracia! Rosendo Maqui volvía de las alturas, a donde fue con el objeto de buscar algunas yerbas que la curandera había 70 recetado a su vieja mujer. En realidad, subió también porque le gustaba probar la gozosa fuerza de sus músculos en la lucha con las escarpadas cumbres y luego, al dominarlas, llenarse los 73 ojos de horizontes. Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes. Gozaba viendo el nevado Urpillau, canoso y sabio como un antiguo amauta; el arisco y violento 76 Huarca, guerrero en perenne lucha con la niebla y el viento; el aristado Huilloc, en el cual un indio dormía eternamente de cara al cielo; el agazapado Puma, justamente dispuesto como 79 un león americano en trance de dar el salto; el rechoncho Suni, de hábitos pacíficos y un poco a disgusto entre sus vecinos; el eglógico Mamay, que prefería prodigarse en faldas coloreadas 82 de múltiples sembríos y apenas hacía asomar una arista de piedra para atisbar las lejanías; éste y ése y aquél y esotro… El indio Rosendo los animaba de todas las formas e intenciones 85 imaginables y se dejaba estar mucho tiempo mirándolos. En el fondo de sí mismo, creía que los Andes conocían el emocionante secreto de la vida.
Ciro Alegría. El mundo es ancho y ajeno.
A partir del fragmento expuesto, la cumbre
Mamay era la que más prodigaba la vida en la urbe.
Alternativas
Ano: 2003 Banca: ESAF Órgão: MTE
Q1208252 Espanhol
La plantilla de Cadbury Schweppes
El fabricante de golosinas Cadbury Schweppes, que tiene su base en la ciudad inglesa de Birmingham, recortará el 10% de su plantilla mundial – integrada por 55.000 personas – y reducirá un 20% el número de fábricas en todo el mundo, que son 133.
Las medidas forman parte de un plan para ahorrar unos 400 millones de libras (unos 600 millones de dólares) al año hasta 2007. En un breve comunicado, el director ejecutivo de Cadbury, Todd Stitzer, no quiso decir cuántos empleos serán suprimidos entre las 7.000 personas que forman la plantilla británica. Stitzer ya había advertido de que 2003 sería un año de transición para Cadbury tras la adquisición en marzo del grupo de golosinas Adams por 2.700 millones de libras (unos 4.000 millones de dólares).
La noticia se conoce después de que la compañía anunciara el mes pasado que la actividad comercial de este semestre será similar a la del primero, cuando los beneficios brutos del grupo bajaron un 5% respecto al mismo período del año anterior debido a la debilidad del mercado, sobre todo en EEUU.
(El Mundo, 27.10.03) 
De acuerdo con el texto, las medidas anunciadas por el grupo Cadbury: 
Alternativas
Ano: 2014 Banca: CLICK Órgão: Prefeitura de Concórdia - SC
Q1206622 Espanhol
El titulo del texto dice: “Pré-sal tem forca para levar o Pais ao Primeiro Mundo, mas para isso 0 governo precisa saber usar tanta riqueza” EI sentido de la preposición “a” que aparece en contracción con el articulo “0” puede ser substituida en español por Ia preposición: __________.
Alternativas
Ano: 2014 Banca: CLICK Órgão: Prefeitura de Concórdia - SC
Q1206537 Espanhol
Mi primo tiene 22 camisas y quiera donarlas a un instituto de niños y adolescentes. Cuando llega al sitio le preguntan cúntas camisas donará y él responde _________
Alternativas
Ano: 2012 Banca: FEPESE Órgão: Prefeitura de Palhoça - SC
Q1205876 Espanhol
La comunicación hablada conoce una serie de condiciones que determinan en gran parte su realización. […] Hablar, básicamente, aunque no siempre, es hablar con alguien. Esa interacción, ese factor recíproco, condiciona el lenguaje. Uno de los factores principales de la interacción es la destreza de negociación.
NAUTA, Jan Peter. “Lengua hablada y producción oral”, in Marco ELE. Revista de didáctica español lengua extranjera. Antología de los encuentros internacionales del español como lengua extranjera. Las navas del marqués. ISSN 1885-221 / no 11, 2010. p. 270-1. http:// marcoele.com/
En lo que se refiere a la interacción, señale la alternativa correcta:
Alternativas
Q1205508 Espanhol
Aprender Espanhol na escola e conseguir uma autêntica competência comunicativa, os estudantes têm que aprender a reconhecer a realidade sociocultural que subjaz a todo ato de fala, e compreender a cultura integrada com a língua, já que a língua expressa a cultura e por meio dela adquirimos cultura. 
Com ênfase na proposição acima sobre Interculturalidade é INCORRETO afirmar:
Alternativas
Q1205331 Espanhol
A compreensão do vocabulário é de fundamental importância para o bom entendimento de uma determinada língua. Esse entendimento se amplia no uso da língua e através do contato diário com essa língua. 
Indique abaixo a resposta certa que apresenta palavras em Língua Espanhola com sua correspondente e CORRETA tradução em Língua Portuguesa. 
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Ano: 2018 Banca: FURB Órgão: Prefeitura de Timbó - SC
Q1204935 Espanhol
Los artículos indefinidos presentan una forma apocopada en el español en algunos casos. Las reglas establecen que:
I- Uno / alguno / ninguno se deben apocopar cuando se encuentran al final de la frase o antes de la preposición de.  II- Las formas masculinas uno / alguno / ninguno se deben apocopar cuando están seguidos por un sustantivo o adjetivo masculino singular.  III- Las formas femeninas –una / alguna / ninguna se deben apocopar cuando están seguidos por un sustantivo o adjetivo femenino singular.  IV- Las formas femeninas –una / alguna / ninguna– nunca se apocopan. V- Las formas plurales nunca se apocopan.
Marque la respuesta correcta:
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Ano: 2008 Banca: FUNRIO Órgão: SEDUC-RO
Q1197193 Espanhol
Según Lorca, sueño de una vida, la nueva biografía escrita por Leslie Stainton, a comienzos de 1936, el escritor —que estaba por cumplir 38 años— ya se había convertido en el símbolo de la España republicana y progresista: por su obra innovadora, por la popularidad que había alcanzado, porque cada estreno suyo se convertía en un campo de batalla ideológico y por su estilo de vida, demasiado desprejuiciado para conservadores que añoraban la Edad Media. El Lorca que aparece en esta nueva biografía no se opone al esbozado en mil otros retratos, pero ahora se comprende mejor la gran importancia que tuvo para su obra (y en especial para sus trabajos más innovadores) su progresiva aceptación de su homosexualidad (que llegó a un desenfadado orgullo en sus años finales). También permite comprender mejor la importancia capital que tuvieron los viajes a América que realizó durante la última década de su vida.
García Lorca es un autor en cuyas obras se conjugan los influjos populares y sugerencias propias del surrealismo. 
Así cultivó la lírica y la dramaturgia siendo autor de famosas tragedias donde la frustración acaba con frecuencia con la muerte .
Destaque cuales de estas obras son tragedias: 
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Ano: 2016 Banca: IFB Órgão: IFB
Q1195933 Espanhol
Acerca del Modernismo Hispanoamericano, Jean Franco (1979, p.158) afirma que “Modernismo puede, pues, considerarse una palabra cómoda que permite incluir dentro de un concepto más o menos unitario a un buen número de poetas que escribieron desde poco después de 1880 hasta el segundo decenio del presente siglo”. Sobre este período literario, se puede afirmar que
I) es el primer movimiento americano, pero, paradójicamente, lleno de influencias extranjeras;
II) el relato breve modernista propone acercamiento estético a la realidad, adquiriendo una fisionomía subjetiva, llenándose de sonoridades, imágenes y recursos asociados a la poesía;
III) propone una estética mimética que, bajo una representación detallista y objetiva, busca establecer personajes con hondura psicológica que reflejen la problemática social del inicio del siglo XX;
IV) trabaja con el extremo del entorno social, con la combinación de tres elementos: el discurso científico europeo, el determinismo y el evolucionismo;
V) reclama una esfera autónoma para el arte, trabaja sobre el lenguaje y busca universalidad.Están CORRECTOS los ítems: 
Están CORRECTOS los ítems:
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Ano: 2016 Banca: CONSULPLAN Órgão: Prefeitura de Sabará - MG
Q1195782 Espanhol
Marta: Chicos, tengo que deciros algo... creo que Paco me está poniendo los cuernos. 
Sara: ¿Por qué eso? 

Marta: Porque está como distante, regresa de trabajar súper tarde y cada vez que lo llamo a su móvil me dice que está ocupado y que no puede hablar. 
Luis: ¡Qué tío este Paco, con dos mujeres! 

Sara: Che Luis, ubicáte, que es algo serio. 

Luis: No, sí, sí, discúlpame Marta. Era una broma. 
Marta: Vale Luis, que ni ánimo de reírme tengo. 

Sara: Bueno, pero eso no quiere decir nada Marti, ¿por qué no lo charlás con él?

Luis: Ah, chicas, antes de que me olvide, Jaime quiere invitaros a su fiesta de cumpleaños mañana. ¿Quieren ir? 

Sara: ¡Ay, calláte! ¡Por Dios! 

Marta: No sé Luis. ¿Y cómo saco el tema, Sara? 

Sara: Mirá, agarrás y le decís que desde hace un tiempito te sentís mal porque él se está comportando de una manera rara con vos. 

Luis: Y luego... le dices que se deje de dar vueltas y le preguntas directamente si te está engañando. Y si dice que sí, pues lo reviento. 

Marta: Gracias por vuestro apoyo amigos, aunque no quiero nada de violencia. 

Analiza las declaraciones. 
I. Sara hace uso de hipocorísticos al referirse a Marta como Marti. 

II. La variedad linguística que habla Sara, español argentino, son el seseo y el yeísmo. 

III. No ocurre variación de las palabras según el origen geográfico del interlocutor. 

IV. Las personas utilizan un código muy mal elaborado. 

Según el texto, podemos inferir que 
Alternativas
Respostas
1221: E
1222: E
1223: E
1224: C
1225: E
1226: C
1227: C
1228: E
1229: C
1230: E
1231: E
1232: D
1233: A
1234: D
1235: C
1236: A
1237: B
1238: B
1239: A
1240: C